Animarse a explorar el mundo

¿Quién no tuvo alguna vez el sueño de viajar por el mundo? Generalmente, suele parecer una fantasía pero… es más posible de lo que pensabas. Sino, leé esta nota.

Escribe Patricia Espeche – PUENTE ALADO


Laura De La Fuente y Federico Romanazzi son de La Rioja. Llevaban una vida “normal”, con una rutina que les permitía programar sus vacaciones una o dos veces al año. Cada uno por su lado y a su tiempo, patearon el tablero y crearon una nueva rutina: viajar por el mundo. Los relatos que leerás a continuación, pueden ser muy inspiradores.

Laura actualmente vive en Playa del Carmen, México. Junto a Lucho -su pareja- y Junior -su perro- viajan en “La Tota”, una VW 86’ que se convirtió en su casa. Hace aproximadamente cuatro años, son viajer@s.

Federico recorre el continente asiático. Salió de La Rioja hace casi un año y medio, sin pasaje de retorno.

– P.A.: ¿Qué te motivó a viajar?

– L.: Vivía una vida “normal”: estudiaba, trabajaba y compartía la vida con mis amigas, familia y pareja. Contaba los días en el almanaque para que llegaran las vacaciones. Sólo dos semanas al año, a veces con suerte 2 veces al año en que podía ir a recorrer un lugar nuevo, descubrir nuevos olores y sabores, otras culturas, otras costumbres. De repente esas pocas semanas al año comenzaron a ser insuficientes. El hambre por descubrir no sólo como turista, sino como viajera, otras ciudades y países por más tiempo, nos llevó a mi pareja y a mí, a plantearnos la aventura de vivir un par de años en otro país. Incontables veces de vacaciones en alguna playa soñada nos decíamos “me quedo a vivir acá vendiendo choclos en la playa”. De repente ese chiste pasó a ser una posibilidad. Somos jóvenes, tenemos nuestras manos para trabajar de lo que sea y así ideamos el plan de viajar a otro país por dos años. Nos propusimos salir de la zona de confort y después volveríamos a La Rioja a seguir con nuestras vidas normales. Iba a ser una aventura organizada que se nos salió de control.

– F.: Hice un par de viajes afuera. Primero a Bolivia y Perú. Conocí gente que viajaba hacía un año o dos… y yo me tenía que volver a trabajar. Me empecé a cuestionar por qué yo no podía hacer lo mismo. Después de varios viajes me di cuenta de que era posible y lo hice. Pude salir de casa sin pasaje de vuelta y dejar que el destino me sorprenda.

– P.A.: ¿Qué hacías en aquellos tiempos?

– L.: Trabajaba como productora en la Dirección de Medios de la Secretaría de Prensa del Gobierno de La Rioja. Ya había terminado hace rato de rendir las materias de mi carrera (Licenciatura en Comunicación Social) y venía pateando la tesis para terminar ese ciclo. Ese momento fue para mí como un llamado urgente a la acción. Necesitaba un cambio, probar otra alternativa de vida que la establecida por la sociedad de estudiar, trabajar, casarte y tener hijos.

– P.A.: ¿Cómo lograste empezar a viajar?

– L.: Empezamos en Panamá. Tenemos familia viviendo allí, así que nos pareció lógico probar en ese pequeño país centroamericano con aguas turquesas, clima tropical todo el año y una economía estable. Pronto nos dimos cuenta de que tampoco nos íbamos a quedar quietos ahí. Es que Centroamérica es tan pequeño, los países son como provincias de Argentina. Para darles una idea, La Rioja es más grande en tamaño que Panamá, Costa Rica y El Salvador. Así fue que pronto estábamos ideando movernos a recorrerlos. No llegamos tan lejos, al lado nomás en el caribe de Costa Rica nos quedamos a vivir tres años. En realidad, allí hicimos nuestra base porque que nunca dejamos de viajar. Ya instalados en el país Tico recorrimos los alrededores y también volamos a Europa a recorrerla en una caravana prestada. Ahí nos enganchamos con el estilo de vivir viajando sobre ruedas, que es como estamos ahora en “La Tota por América”.

– P.A.: ¿Qué lugares conociste?

– L.: En mi época de trabajadora fija con dos vacaciones al año, viajé a varias ciudades de Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay, Paraguay y Perú. Desde que llevo esta vida nómada voy recorriendo Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, Belice, México, Alemania, Francia, Holanda, República Checa, Polonia, Croacia, Italia, España y Marruecos.

– P.A.: ¿Qué tipo de viajer@ sos?

– L.: Muté en las distintas etapas que me tocó estar en movimiento: como turista el tiempo escaseaba. Quería conocer lo más posible en menos tiempo, no interesaba a qué costo. Ahora como viajera full time el tiempo no me apura y busco gastar lo menos posible en todo lo que haga. En ambos casos la investigación previa de los lugares donde voy a ir es crucial. Con toda la información leída puedo tener una idea de qué hay para hacer y también dejarme llevar por lo que surja, viajando los planes siempre cambian.

Soy una viajera curiosa, preguntona, disfruto recorrer los lugares a los que los locales van, moverme en sus transportes, comer en donde ellos comen, al fin y al cabo, son ellos los que saben lo mejor de sus ciudades. Claro que las playas, las montañas, los rincones paradisíacos nos llaman en cada nuevo lugar que vamos, pero lo cultural me atrae demasiado. Quiero saber qué tradiciones tienen, qué música, bailes y artes en general cada grupo humano desarrolla. Y no sólo conocer esas costumbres sino vivirlas es mi objetivo. Me gusta cocinar así que aprender las recetas típicas también es una curiosidad constante.

– F.: Mochilero de bajo presupuesto. Se puede viajar mucho con muy poco y no significa pasarla mal, significa no gastar plata en cosas que no tienen sentido. Por ejemplo, comer en restaurantes caros o dormir en hoteles de lujo. La mejor gente que conocí y los mejores momentos estuvieron en los hostels más baratos. La mejor comida que comí fue en puestos locales donde el menú no está en inglés y te cuesta explicar que querés comer.

– P.A.: ¿Qué hacés en los viajes?

– L.: Descubrir es el fin último, siempre. Lo que hago en mis viajes es vivir la vida. Cada nuevo país es una hoja en blanco para llenar de experiencias y amigos. Se me hace difícil describir qué hago porque ningún día es igual a otro para mí. Tengo una rutina de no rutinas. Una semana puedo estar conociendo una isla en el caribe y a la siguiente estoy parada sin moverme a ningún lado. Puedo estar un mes sólo trabajando para ahorrar y al siguiente estar recorriendo sin parar.

– P.A.: ¿Cómo los financias?

– L.: Cuando empezamos teníamos nuestros ahorros. Además de la gran venta de garaje que hice con absolutamente todo lo que tenía, cuando decidimos que íbamos a viajar me dediqué a ahorrar cada peso que pude. Ya fuera de mi país empecé a trabajar de las tareas más diversas, aprendí a ser barwoman, mesera, recepcionista de un hotel y de un spa, guía turística, hice traducciones, redacté textos y saqué fotos para una página web, ahora mismo estoy trabajando de niñera de lunes a jueves y en los fines de semana trabajo eventual en eventos para unas wedding planers aquí en Playa del Carmen, México.

Para todos los trabajos fue determinante saber inglés. Sobre todo, porque los trabajos que abundan son de servicios al turista y en ciudades donde la temporada alta demanda más trabajadores, es más sencillo encontrar estos trabajos temporales. Soy Licenciada en Comunicación Social pero sólo dos veces realicé trabajos en relación a mi profesión. En todos tuve que aprender desde cero, algo que cualquier persona puede hacer también.

– F.: Vendí todo lo que tenía y me fui. A medida que me quedo sin plata, trabajo y genero recursos. Se puede hacer de todo. No es tan difícil como pensamos. Lo que más cuesta es comprar un vuelo de salida de Argentina, lo demás es más accesible.

– P.A.: ¿Qué cosas no te pueden faltar mientras estás viajando?

– L.: Por el lado de lo tecnológico, el celular por el tema de los mapas, uso una aplicación que se llama Maps.me y te permite descargar mapas de las ciudades que elijas, tiene información actual y funciona sin internet, por lo que es imprescindible para no perderse. También uso la app de Ioverlander que es información proporcionada por otros viajeros sobre dónde estacionar, comer, conocer y demás servicios útiles. La cámara de fotos es imperdible para cada lugar nuevo que vamos.

La ropa es importante, tiene que ser cómoda y funcional. No tengo tanta ropa bonita como sí pantalones, remeras, toallas y camperas que son a prueba de agua, de secado rápido, que ocupan poco espacio, especiales para alta/baja temperatura, etc. Tener el calzado adecuado es también fundamental, para largas caminatas y que seque rápido.

Lo que no es imprescindible, pero para mí necesario son libros para leer, un cuaderno, lápices de colores y objetos de papelerías varias porque escribo y pinto sobre cada lugar que voy.

– P.A.: ¿Qué es lo que más te gusta de viajar?

– L.: En este momento y con el estilo del viaje que estamos llevando, la libertad es lo primero en el ranking. Vivir viajando sobre ruedas tiene incomodidades, faltas de confort y poco espacio para todo. Pero poder estacionar a dormir donde quieras, moverte cuándo y hacia donde elijas, cambiar de planes constantemente porque te gustó un sitio más que otro o porque hiciste amigos y querés quedarte a compartir, es lo que más valoro de este modo de viaje que llevamos ahora. No dependo de hoteles, ni de transportes ni de nada más, sólo que haya combustible en la Tota y que la cocina tenga comida.

– F.: Todos los días hay una nueva aventura. Un día me levanto en un lugar y a la tarde estoy en otro. No hago muchos planes, dejo que fluya. Todos los días son una nueva experiencia, cosas que nunca antes viviste. Eso te incentiva y hace que no puedas dejar de viajar.

– P.A.: ¿Qué cosas/valores/experiencias/aprendizajes adquieren relevancia en un viaje?

– F.: Que la realidad no es lo que vivimos en un solo lugar. Cada lugar tiene una realidad diferente. No podés seguir pensando que lo correcto era lo que vos hacías porque las cosas son así y punto. Hay que vivirlo para poder entenderlo. Hace casi un año y medio que estoy viajando. Todas las cosas que creía que eran, ahora creo que no son. Y constantemente estoy abierto al cambio y a aprender cosas nuevas. La mejor manera de hacerlo es viajando, no leyendo el diario o mirando la tele.

– L.: Muchas veces me preguntaron qué lugares de los que conocí me impactaron más. De qué playa, montaña, ciudad o paraíso me quedé más prendada. La verdad es que conocí tantos y tan distintos entre sí, que cuando cierro los ojos y quiero volver a alguno, sólo el recuerdo de la gente hermosa es lo que viene. Somos animales sociales, las personas que nos tocan son las que se quedan en la memoria y embellecen un punto en el mapa. Porque no importa si era un pueblo sin atractivos o un taller mecánico, las experiencias con las personas que conocí hicieron inolvidable un lugar. Al final de todo, somos personas que necesitan relacionarse y conectar con otras.

Hasta ahora, el mayor aprendizaje que me estoy llevando es aceptar las diferencias entre las personas que vivimos en este mundo. No sólo legitimar a los otros a través de nuestros contrastes sino abrazar esto que nos separa aprendiendo de ello, respetando, fortaleciendo la tolerancia.

Hoy prefiero pasar desapercibida, valoro poder no ser una turista gracias al estilo de viaje que llevamos, porque quiero ver más allá de las rutas comerciales. Yo quiero conocer la intimidad que cada lugar oculta, ver también la ropa sucia. Y compartir una comida, disfrutar de una melodía desconocida, aprender una receta, mirarnos con extraños a los ojos y reconocernos hermanados a pesar de las diferencias, las distancias y de la idea de que quizá nunca más volvamos a vernos en la vida.

La Rioja, 02 de junio de 2018