Luces y sombras del consumo cultural en la era digital

¿Qué tenemos en cuenta a la hora de conectarnos con el arte y la cultura? Podemos decir que las prácticas culturales nos atraviesan pero, ¿cómo elegimos a conciencia las actividades, productos y servicios culturales con los que tomamos contacto?

Escribe Patricia Espeche – PUENTE ALADO


Ya adentrados en el siglo 21, la tecnología ha superado todas las barreras de tiempo y espacio. Estamos a un clic de las bibliotecas multimedia que se nos ocurran.

En tiempos en que un libro cuesta $600 en promedio, una entrada al cine o a un espectáculo $200 para arrancar… el consumo de contenidos “on demand” al precio de una salida (al menos en Argentina), resulta bastante tentador.

Si bien siempre podemos armar una reunión de entrecasa en torno a un consumo cultural, el aislamiento surge como contrapartida a la comodidad y al bajo presupuesto que nos ofrecen este tipo de plataformas.

¿Cuántos de nosotrxs hacemos maratones que duran todo el fin de semana? y no son precisamente físicas…

Hace unos días, la última temporada de GOT (Game of Thrones) se nos metió por los poros… no importaba si habíamos visto o no la serie… ¡queríamos ver la última temporada! Hablábamos de eso en nuestros recreos de trabajo, le preguntábamos a nuestrxs conocidos si habían visto la serie, googleábamos críticas, buscábamos más información… nos interesaba un producto que está en el mercado hace 8 años… “Es por el Hype”, me dijo un compañero. Inmediatamente acudí una vez más a Google y me encontré con esto: el hype consiste en una excesiva publicidad de un producto con el objetivo de originar en el individuo una imagen o idea sobre éste sin importar la calidad del mismo, lo cual puede ser transmitido desde la propia empresa o por usuarios que se encargan de elevarlo. El término hype, en el área del marketing, es una estrategia inteligente para enfatizar una cosa, idea o producto hasta el punto que los individuos sientan la necesidad de consumirlo. El hype se genera y se transmite, en consecuencia, la empresa debe de generar el hype mediante la publicidad y, los usuarios deben de transmitir o comunicar a todos sus allegados.

Obviamente, pensé en el libre albedrío en relación con esta lógica marketinera y se me heló la sangre…

Ahora, volvamos a los consumos culturales.

¿Qué pasó entre 2013 y 2017? se pregunta el SINCA en su última encuesta de consumos culturales realizada hace dos años.

 

“En 2013 internet equivalía a PC y conexión domiciliaria. En cambio, en 2017 internet se deslocalizó, perdió arraigo a un lugar físico determinado debido al crecimiento del uso de smartphone y la extensión de la frecuencia 4g. En 2013 apenas un 9% de la población se conectaba a internet principalmente a través del celular, mientras que en 2017 más del 70% se conectó todos los días vía smartphone. El crecimiento exponencial de la digitalización de contenidos culturales posibilitada por la expansión de la red de internet, junto con la masividad del uso de celular permiten decir que, potencialmente, hoy podemos acceder a la cultura en cualquier momento y lugar. La expansión de internet móvil no sólo cambió la forma de acceso, sino que propulsó el crecimiento de las prácticas culturales que pueden desarrollarse en simultáneo con otras actividades cotidianas, como escuchar música y mirar televisión. Prestar atención exclusiva a una práctica o consumo determinado es algo cada vez menos usual.

La digitalización y la portabilidad favorecieron una modalidad de consumo ágil y con prevalencia de contenidos breves: cae la lectura de libros, pero proliferan varias actividades realizadas en internet que implican lectura, como la participación en blogs o redes sociales; cae la asistencia al cine, pero aumenta el consumo de contenidos audiovisuales a través de plataformas on-demand o sitios online; cae la compra de discos físicos, pero cada vez se escucha más música en internet. (…) Nuestro tiempo de atención exclusiva se vuelve cada vez más escaso. Es por eso que se ven sumamente afectadas prácticas como ir al cine o a recitales, que implican desplazamientos, un costo específico de dinero y atención completa del espectador. Estos cambios en los patrones de consumo también han tenido su correlato en el gasto cultural, que aumentó sensiblemente, y su composición».

 

Qué pasa en La Rioja

Mientras el sistema publicitario global, nos conecta con contenidos universales, en La Rioja, lxs gestorxs culturales la siguen remando.

Lógicas colaborativas y horizontales de comunicación nos llevan a replicar el “boca en boca” a través de la tecnología. Se tejen cadenas de difusión a través de los eventos de Facebook; Whatsapp es otra via ágil y rápida de difusión aunque más cerrada.

Cada vez son más lxs artistas que suben sus videos a Youtube y cuanta plataforma digital se cruce. Transmisiones en vivo de ensayos a modo de “teasers” y todo de lo que se pueda echar mano, sirve para sacarnos de la comodidad de nuestros sillones y llevarnos al encuentro.

Hicimos la prueba y preguntamos a algunas personas cómo eligen sus consumos culturales.

Lo mejor de este “picadito” de preguntas y respuestas fue la reacción de nuestrxs encuestadxs: el suspiro, la risa nerviosa como de quien da un examen y la reflexión de “no me había puesto a pensar en eso”.

Cintia nos cuenta sus hábitos de consumo.

  • “Tengo en cuenta lo económico, si consigo compañía para realizar alguna actividad, el tiempo, qué tanto me interesa o gusta la actividad en cuestión”.
  • “Las últimas actividades culturales que desarrollé… ver netflix, escuchar spotify”.
  • “El último espectáculo en vivo al que fui… el festival de la Chaya”.
  • “Últimamente mis consumos culturales son en casa. El último libro que leí fue ‘100 años de soledad’ en noviembre del año pasado”.
  • “Si tengo que medir gastos/inversión por mes en consumos/actividades culturales… te diría que destino $1000, con suscripciones a plataformas multimedia y pago de servicios (internet, telefonía) incluidos”.

Jorge está un poco más alejado de la tecnología y prefiere socializar.

  • “No tengo Spotify, escucho radio”.
  • “El encuentro con la cultura era con los libros exclusivamente. Pero desde hace un tiempo, con las redes sociales, le puse me gusta a algunas páginas culturales y desde entonces me llega información. No siempre voy a los espectáculos, pero siempre entro a ver qué hay”.
  • “No gasto mucho en actividades culturales. En promedio, elijo una actividad al mes. Cuando se hacen actividades gratuitas trato de prenderme siempre: Feria del Libro, Feria de la Música o Peñas. A la hora de elegir en qué gasto, prefiero ir a algo así y poner la plata en una consumición”.

Gabriela es una ávida consumidora de cultura pero austera.

  • “Leo al menos un libro por bimestre. Generalmente son libros que llegan por azar”.
  • “En internet, Youtube y Spotify son mis favoritos a la hora de escuchar música. A veces, descargo algunos archivos de discos que me prestan, así puedo escuchar sin necesidad de estar conectada”.
  • “Me encanta leer diarios y revistas de todo el mundo. National Geographic es uno de mis favoritos. Si no me los encuentro por azar en formato físico, siempre los consulto por la web”.
  • “Al mes, destino aproximadamente $600 al consumo cultural. Y a la hora de elegir una salida, trato de ir a lugares que tengan música en vivo o algún espectáculo. Así mato dos pájaros de un tiro”.

En este pequeño testeo, las respuestas son variadas pero tienen un denominador común: todxs buscan restringir el costo de las actividades y todxs reciben información a través de la tecnología.

Esta invitación a mirar de cerca, lejos de buscar un rigor de verdad, busca interpelarnos a nosotrxs, a quienes estamos detrás de “las pantallas”…lxs artistas, lxs gestorxs, lxs productorxs y realizadorxs, lxs empresarixs… a quienes nos erigimos en público… a todxs los que seguimos buscando conectar y encontrarnos, a pesar de todo.

Si llegaste a este punto de la nota, ¿te animás a reflexionar sobre tus consumos?

 

La Rioja, 24 de abril de 2019