Los fenómenos y procesos culturales evolucionan, cambian y se van nutriendo de nuevos elementos, pero en muchos casos, más tarde o más temprano, comienzan a desvirtuarse en los principios e ideas que dieron origen al proceso mismo; si un certamen de nuevos valores y/o propuestas no cuida aspectos esenciales de su razón de ser, inexorablemente se transformará en otra cosa.


Al final del artículo anterior de esta columna, expresé mi deseo y la necesidad de resignificar la utilidad de los certámenes artísticos en general y del Pre-Cosquín en particular.

Dicen que un ejemplo aclara todo y hay un aspecto esencial a tener en cuenta aún antes de la inscripción para competir en la Sub Sede local. “¿Con qué preparación voy a ir a competir?” Solistas, dúos, conjuntos vocales e instrumentales llegaban en otra época a esta primera instancia con muchos meses o años de ensayos y disciplina, con un estilo propio y en muchos casos con un repertorio ajustado a sus características y posibilidades, en la idea de transmitir un mensaje y una propuesta artística.

Hoy, por el contrario sabemos de muchos participantes que toman por el atajo y se presentan con dos o tres semanas de ensayo (en el mejor de los casos) obviando por inconsistencia o por desconocimiento la construcción de una verdadera propuesta estética, donde cada detalle de la voz, los matices de la interpretación o la elección del repertorio debieran estar puestos al servicio del mensaje y del proyecto del artista, de manera consciente.

Por añadidura, éste subirá a un escenario representándose, pero también a la comunidad y/o a la región que dice representar.

Lo dicho aplica también para los participantes en los rubros de danza, teniendo en cuenta que se agrega a la ecuación la presencia de las academias, grupos o ballets que hacen de las competencias uno de los recursos más importantes de su actividad; cuantos más premios, más alumnos. Y así paulatinamente se ha ido dejando en un segundo o tercer plano, la formación integral del bailarín, que lejos de constituirse en un artista con personalidad y estilo, se va transformando en un elemento móvil-coreografiable, un agitador “moderno” de pañuelos o un acróbata del zapateo, porque lo de bailar es lo de menos y aquí vinimos a ganar.

Una vez concluida la instancia local, el próximo paso es la conformación de la delegación riojana que viajará a Cosquín a competir y en dos rondas eliminatorias, definirá con las delegaciones de las otras Sub Sedes de todo el país, quienes serán finalistas y ganadores en los distintos rubros.

No sé en detalle como habrá sido en los últimos años, pero ya sea bajo la organización de la Secretaría de la Juventud originalmente o luego desde la Secretaría de Cultura, se suele disponer para los participantes el colectivo que los lleva y trae, el alojamiento y las comidas durante los días en los que los artistas riojanos deben competir, todo esto solventado por dicho organismo.

A mi juicio, además de todo esto, la Secretaría de Cultura debiera asistir y apoyar mucho antes a los inscriptos, mejorando con clases y asistencias técnicas el desempeño musical y/o escénico de sus propuestas artísticas. Si se hiciera en agosto de cada año una preinscripción con clases de apoyo, en octubre al abrirse formalmente las inscripciones al Pre Cosquín, tendríamos delegaciones de mayor nivel técnico y artístico para estar mejor representados en las instancias finales de este Certamen.

De esta manera las clases aportarían elementos importantísimos para la formación de los participantes y podríamos revertir la actual tendencia por la que cada año vemos y sentimos que el nivel de nuestros jóvenes intérpretes, bajó un poco más.