Todos tenemos una oveja negra en la familia; en mi caso, parece que hubo más de una, empezando por Salomón, el hermano menor de mi bisabuelo paterno. Salomón vino a la Argentina con su sobrino (mi abuelo) en 1904 y según dicen nunca dejó de timbear en varios idiomas y con todo tipo de cartas, dados, fichas y valores.

Escribe Camilo Matta – PUENTE ALADO


Árabe al fin, su pasión por el juego y por los juegos,  le deparó una vida desordenada y azarosa pero llena de matices y claroscuros que a ojos de su esposa, cuñados, sobrinos y parientes, se resumía en dos palabras con fuerte acento libanés; “…Salomón bandido…”

Hasta aquí la anécdota casi jocosa sobre un personaje que hoy se podría tipificar bajo el rótulo de ludópata y que la sociedad y las políticas de Salud Pública debieran tratar,  para dar respuesta a uno de los problemas de conducta individual y social más preocupantes de nuestra Rioja, empobrecida además por el juego.

Pero en otras épocas, el ludópata, jugador o timbero era un caso del que se hacía cargo la familia y/o los amigos, quienes debían necesariamente solventar y padecer el daño moral y material que su conducta ocasionaba. “Irresponsable”, “mentiroso”, “vago”, “peligroso”, “estafador”, “bueno para nada” se pensaba o se decía de las “ovejitas negras” conocidas y que luego, en las reuniones familiares eran motivo de comentario solapado entre picada y vermouth.

La de Cal, lo anecdótico, es lo que nos toca de cerca, porque como dice la voz popular “a los parientes no se los elige…” y hay que apechugar. Pero la de Harina… es que si tenemos la posibilidad de votar cada dos y cuatro años, ¿Por qué elegimos y autorizamos a los políticos de siempre a  timbear con el dinero de todos? ¿Por qué siempre ganan para ellos y casi siempre pierden para nosotros?

Son ludópatas de un Poder que se traduce en el manejo de nuestro dinero, (el de todos) y es para nuestros intereses, una timba con cartas marcadas, dados fuleros y ruleta con el “croupier” arreglado también por ellos.

A diferencia de Salomón que jugaba con su propio dinero o el de su familia, nuestra Clase Ludópata nos hace solventar y padecer el daño moral y material que su conducta ocasiona y que significa nada menos que pobreza, injusticia, marginalidad y falta de fe en nuestro futuro como Sociedad.

Ellos timbean con las Empresas del Estado, privatizándolas y reestatizándolas luego, para hacer sus negocios; toman créditos y nos endeudan a “100 años” sin qué ni para qué,  pero a beneficio de sus parientes, amigos y socios de clase; arman, desarman y luego venden las SAPEM a precio y costo misterioso y oculto,  sin rendir cuentas a nadie de su utilidad ni de su quebranto y la lista sigue en un comportamiento ludópata e impune, que nos autoriza a decir de ellos,  lo que son: Irresponsables, mentirosos, vagos, peligrosos, estafadores y buenos para nada…