Sueños, magia, imaginación, ternura, dignidad, amor a los humanos y la naturaleza se mezclan con el incuestionable talento de Hayao Miyazaki para crear un universo tan fantástico como conmovedor.

Escribe Martín IñigoPUENTE ALADO


Castillos que vuelan y otros que caminan. Criaturas extraordinarias en los bosques que solo algunos pueden ver. Brujitas amables y nobles. Sirenas que huyen del mar. Un cerdo que vuela. Una niña criada por lobos, otra atrapada en un mundo mágico del que no sabe cómo escapar, una joven al mando de una nación en medio de un mundo distópico en descomposición. Un hombre que detesta la guerra pero que sueña con crear aviones durante la segunda guerra mundial, y una mujer que quiere demostrar que puede diseñar aviones después de la primera guerra mundial.

En enero Netflix anunciaba en la incorporación de las películas de Studios Ghibli a su catálogo, desde febrero y hasta abril se irian habilitando en cuotas las películas de Kondo, Morita, Yonebayashi, Takahata (cofundador del estudio) y Miyazaki. Hoy, a días de terminar el cuarto mes del año, la obra completa de Hayao está disponible en la N y es un asunto para celebrar, en principio por la calidad de las películas en sí mismas, y en segundo lugar porque son grandes tesoros para los más pequeños que en muchos casos eran difíciles de conseguir con doblaje y en una calidad digna que permita apreciar la obra en toda su dimensión.

Muchas de las películas del maestro son accesibles para niños de 3 o 4 años y sin dudas son capaces de emocionar a cualquier adulto. La belleza no es solo visual, generalmente hay una fuerza seductora y conmovedora en sus personajes, en sus secuencias, en las expresiones, las acciones y la manera de narrar que alcanzan las fibras más sensibles para tocar nuestro corazón de niños y hacer vibrar nuestra mente adulta.

Asuntos mayores

Antes de entrar a casa se saca los zapatos, se acerca a su mujer para abrazarla y cuando está próximo a darle un beso ella le dice “te vas a contagiar”. El relato no responde a un pedazo de vida en la época del coronavirus, es una escena de la hermosa “Se levanta el viento” la ultima gran pelicula del maestro y una de sus obras más adultas (junto con “Porco Rosso” y “La Princesa Mononoke«) dentro de una vasta obra que tiene a los niños como principales destinatarios. 

“Se levanta el viento” (2013) y “Porco Rosso”(1992) son hermanas en sus ideas intrínsecas. El interés notable por los aviones, su posición antiguerra a pesar de su admiración por las aeronaves guerreras y juzgar desde esa pasión, la finalidad de los artefactos que sus personajes sueñan con poner en marcha.

¿Cómo aislarse del contexto en que viven para crear u operar lo que aman? Marco (Porco Rosso) es un talentoso piloto que abandona la fuerza aérea italiana cansado de la guerra, por ello debe vivir recluido en una isla desierta y para ganarse la vida lucha contra piratas del aire, rescata rehenes, recupera tesoros, todo sin matar a nadie. Asesinar, simplemente no está en él. La necesidad de reconstruir su avión lo lleva a encontrarse con Fio (sobrina de un viejo amigo que siempre ha reparado sus aviones) tratando de imponer su talento en un mundo dominado por los hombres. La joven es sobresaliente en su labor, obstinada, creativa, perseverante y audaz e irá tan lejos como sea necesario para probar su talento como diseñadora. Las mujeres luchando contra las adversidades para sobresalir, para liderar, para ocupar el lugar que se reserva para los hombres, son otro de los sellos de la filmografía de Miyazaki.
Jiro Horikoshi es el diseñador de los aviones caza japoneses de la segunda guerra mundial. Y es el personaje principal de “Se Levanta el viento”. Nuevamente una película antiguerra y un personaje ligado directamente a un conflicto bélico. Pero Hayao se ocupa de poner en relieve el sueño de Jiro, su obsesión y su deseo de construir aviones, de aportar con sus ideas, su trabajo y su genio al progreso tecnológico de un país atrasado en el tiempo y hundido en la pobreza. Jiro conoce a Naoko durante el terremoto de los años 20 en Tokio, el joven ayuda a ella y Kuni (su amiga) a sobrevivir a ese desastre natural y luego desaparece sin tan siquiera decir su nombre.
El tiempo vuelve a encontrarlos cuando ambos son mayores, ninguno ha olvidado al otro, unos días juntos y el amor parece ser irresistible, antes de iniciar la relación Naoko advierte a Jiro que sufre de Tuberculosis pero nada puede detener ese sentimiento.  Un objetivo claro en la vida y un amor, lo más conmovedor de la película.
Jiro trabaja en su sueño, tiene encargado construir el caza más moderno de Japón. Naoko está internada en un sanatorio que no admite acompañantes, ninguno de los dos resiste la ausencia del otro, pero estar juntos pone en riesgo la vida de Naoko. ¿Como vivir esos días? Ambos deciden vivirlos juntos, aunque sean los últimos. La valentía irresponsable de Naoko abandonando el sanatorio es conmovedora y la posición de Jiro ante esto puede parecer egoísta. Pero el sueño de uno parece haberse convertido en el de ambos, abandonar el trabajo de toda una vida no es un tema que Naoko esté dispuesta a discutir. Un beso y un abrazo cada día serán suficientes mientras Jiro diseña el Zero. Cada contacto de los personajes es conmovedor, porque cada adiós puede ser el último. La vida dividida entre el amor que esperó durante años y el sueño que mantuvo desde la infancia y cuando el Zero al fin este en el aire, (spoiler alert) Naoko partirá nuevamente al sanatorio, ese es el simbolo maximo de que ella no deseaba que Jiro renuncie a su sueño por amor.    
La Princesa Mononoke” es el otro film adulto y la menos adecuada para ver con niños. Calificada por muchos como una obra maestra, pero a su vez, la película con la que más cuesta establecer una conexión, es la más solemne de toda su filmografía y quizá la más compleja. Con cientos de subcapas y contradicciones humanas en sus personajes principales: una mala que no es tan mala (Lady Eboshii), una buena que que detesta a su propia especie (San, la princesa Mononoke) y un príncipe maldito que busca escapar de su hechizo (Ashitaka). En la época del Japón feudal, Ashitaka viene desde muy lejos a buscar al Dios Ciervo, el dios del bosque capaz de curar una maldición que se expande por su cuerpo por haber matado a un jabalí poseído por un demonio que intentaba destruir su pueblo. En las tierras del dios ciervo, se encontrará con la disputa entre la Princesa Mononoke, una joven criada por lobos que defiende el bosque y la naturaleza; y Lady Eboshi, una dirigente que busca el progreso en los recursos naturales, fabrica armas de fuego, entrena geishas liberadas para consagrar sus libertades, y cuida leprosos marginados por la sociedad. Todo un tratado sobre la vida en libertad y el abuso de los recursos naturales. Con batallas épicas, corazones grandes y egoísmos enormes. La película funciona todo el tiempo, pero el tono es muy distinto a sus films anteriores y aunque la emoción está presente la seriedad de los temas parece comerse la ternura acostumbrada.

Magia, trabajos y abrazos

Hay quienes creen que la cumbre de Miyazaki es “El viaje de Chihiro”, película que se consagró con el Oscar a mejor film de animación. Chihiro es una verdadera fiesta de la imaginación, colmada de ideas brillantes que aparecen una tras otra casi sin parar. Una ruta equivocada en camino a su nueva casa hace que Chihiro y su familia terminan deambulando por (lo que ellos suponen) un viejo parque abandonado. Durante la noche el lugar es dominado por espíritus encantados que no toleran a los invasores. Los padres de la niña serán convertidos en cerdos y aunque ella logra escapar deberá conseguir un empleo en ese mundo mágico, la única forma de no caer en los encantamientos de la bruja que domina el lugar. Olvidar su nombre humano podría costarle no volver a su mundo jamás como le sucedió a Haku (otro humano atrapado en el lugar) el único dispuesto a ayudarla a encontrar una salida.

El trabajo es otro de los temas de los que Hayao suele ocuparse en sus films, no sólo como un medio de vida, sino más bien como una necesidad vital, algo que ordena y orienta el sentido de estar aquí (o allí, en el caso de Chihiro). Casi siempre vinculado a una pasión por encima de una necesidad, como es el caso de Jiro, de Fio (Porco Rosso) o de la extraordinaria brujita Kiki en “Kiki: entregas a domicilio”. Kiki  es una brujita con trece años cumplidos y como es bien sabido (?) a esa edad las brujas dejan sus hogares para partir hacia una ciudad, donde no habite otra bruja, para establecerse. Sola volando a los tropezones en su escoba en busca de una ciudad cerca del mar aún desconoce su talento destacado, pero deberá buscar un medio para vivir por sí misma, ganarse la vida honestamente con su trabajo, con su magia, con su fuerza, o su inventiva. Su encanto natural, su adorable amabilidad y su cordialidad le consiguen hogar y casi sin querer, un trabajo. Ella encuentra que sus viajes en escoba son útiles para muchos de los vecinos ya que puede llevar y traer cartas, objetos y demases. Kiki siempre busca ganarse sus monedas con esfuerzo, no admite regalos, ni donativos. Y muchas veces aportará esfuerzos extras para poder llevar a cabo la labor que le ha sido encomendada.

Kiki es una de las películas más extraordinarias, sencillas y hermosas de Miyazaki, solo superada por “Mi vecino totoro” en (mi) escala de valor de una carrera brillante. Siempre van a faltar palabras para describir a Totodo (como le dicen mis hijas). La ternura allí es infinita, por poco más de una hora el mundo parece ser un lugar hermoso que desconoce casi todos los males, la película nos recibe, nos abraza, nos consuela, nos emociona y nos envía de nuevo a vivir con una sonrisa enorme dibujada en el rostro y el corazón lleno de magia.

Alguien en letterboxd dijo con mucho tino “así se siente ser feliz” en un comentario sobre el film en el que Satsuki y Mei acaban de mudarse a una zona rural para estar más cerca del hospital donde su madre se encuentra internada por una enfermedad aparentemente terminal. Allí conocen a criaturas fantásticas que las guiarán hasta Totoro, un guardián del bosque, que solo los corazones puros pueden ver. Esa especie de koala enorme, singular, bondadoso y extraordinario, las hará vivir fantásticas aventuras nocturnas, las protegerá y les ayudará a sobrellevar la tristeza profunda de esa latente posibilidad de perder su madre para siempre. El relato tiene un ritmo y una forma diferente a lo que se acostumbra en las películas para niños, pero funciona de manera excelente y aunque se roza con temas muy sensibles, es comprensible y sencillo para cualquier edad. “Mi vecino totoro”, es una oportunidad que no debería desaprovechar nadie, una hermosa compañía para que los niños crezcan abrazados de fantasías, imaginación y ternura. 

Las chicas poderosas son una constante en la filmografía del maestro japonés y la princesa Nausicaä es la primera de lo que luego sería una tradición.

Nausicaä en el valle del viento”, la segunda película de Miyazaki (la primera reconocida como parte del sistema de estudios Ghibli), ya muestra un interés por el cuidado del medio ambiente y como el hombre en su desarrollo afecta el orden de la vida natural. También por el cielo, las máquinas para volar, las batallas aéreas y esa pasión por estar en el aire. 100 años después de la industrialización, un aire putrefacto avanza destruyendo toda forma de vida en el mundo. El Valle que gobierna la princesa se mantiene a salvo, sus pobladores han trabajado dedicadamente durante 300 años para mantener a salvo el bosque que los rodea y poder vivir de lo que generan en su tierra. Pero casi accidentalmente terminan invadidos por otra nación, gobernados por una mujer que pretende enfrentar la putrefacción y recuperar el planeta cueste lo que cueste. Nausicaä es una guerrera extraordinaria pero su espada es lo último que pretende usar y poner en riesgo la vida de alguno de sus pobladores nunca es una opción. La bondad de Nausicaä, su vínculo con la naturaleza, su capacidad para conectar con animales que el resto de los humanos consideran monstruos y su amor por toda forma de vida son algunos de los motores del film de Miyazaki que aún en un mundo destruido es capaz de demostrar una enorme fe en la humanidad. 

No quisiera hacer más extenso esto que pretende ser más un acercamiento que un análisis exhaustivo de la obra inmensa de un maestro del cine, y es justo empezar a decir cine en general y no de animación particular. Sus más de 40 años como director y 11 largometrajes, que parecen impermeables al paso del tiempo son un gran aporte a la historia del cine y una muestra cabal de que es uno de los dueños del lenguaje de los fotogramas.

En la filmografía Hayao Miyazaki hay películas para todos los gustos, y su obra puede ser recorrida cronológicamente, por temáticas de interés particular, o totalmente al azar. En sus films hay mucho de la cultura japonesa universalizada y narrada con una delicadeza que la hace accesible para cualquiera. Y aunque no quede espacio para hablar de la brillante “El castillo en el cielo”, la divertida “El castillo de Cagliostro”, la exitante “El increible castillo vagabundo” o la originalisima “Ponyo y el cuento de la sirenita” todas y cada una de ellas son films que merecen ser exploradas y su presencia en Netflix, la cuarentena y la compañía (o no) de un niño son excusas perfectas para empezar a hacerlo cuanto antes. 

 

Obra completa disponible en Netflix

El castillo de Cagliostro (1979)

Nausicaa en el valle del viento (1984)

El castillo en el cielo (1986)

Mi vecino Totoro (1988)

Kiki: entregas a domicilio (1989)

Porco Rosso (1992)

La Princesa Mononoke (1997)

El viaje de Chihiro (2001)

El increible castillo vagabundo (2004)

Ponyo y el secreto de la sirenita (2008)

Se levanta el viento (2013)

 

La Rioja, 24 de abril de 2020