El año ya se fue. Abundan los entusiastas que lo venden como un periodo de aprendizajes. A mi realmente me cuesta mucho sentirlo así, y mucho más pensarlo así. Pero con todos los ánimos de ser positivo y de encontrar alguna razón que lo haga rescatable debo decir que es el año de mi vida en el que más películas pude ver. A continuación comparto algo de lo que me dejó este periodo repleto de cine en casa.


Cuando todo comenzó y había que distraer a toda la familia nos dedicamos a recorrer la filmografía completa del enorme Hayao Miyazaki, de hecho hay una nota AQUÍ dedicada a toda su filmografía. Sus películas aún están disponibles en la plataforma de la N y habría que considerarlas siempre como primera opción en cuanto a películas para compartir con niños. No quisiera extenderme mucho en esto porque es algo de lo que ya hablé, pero compartir el visionado recorriendo esos mundos de fantasía, magia e imaginación con los niños es impagable.

Nueva ola

El encierro se hizo largo, los espacios más pequeños, las necesidades podrían variar a diario y mi única posibilidad de ver películas con tranquilidad eran las madrugadas, en las que a veces veía tres películas seguidas. El estado de ánimo regía las elecciones aunque a veces también venían preseleccionadas por algún compromiso autoimpuesto “voy a ver la filmografía de Truffaut, de principio a fin”, me dije en algún momento. No sé si decir que me sorprendí, aunque sí. La modernidad de los films del francés, la algarabía y la amabilidad que derrama su cine sorprende por ser películas con más de 50 años de edad con mayor frescura de la que muchos de los cineastas de hoy podrían imaginar. Mis preferidas son sus comedias Besos Robados y La Noche Americana

La primera es un hermoso retrato de vida con ese tono amable y divertido que lo caracteriza, aún en la adversidad de los personajes siempre hay humor, siempre hay amor. Derraman ideas, de hecho, siempre en una película de Truffaut hay eventos, sucesos, secuencias que parecen disparadores abandonados de alguna película que no fue. No son imprudentes, ni azarosos, son parte de un universo porque como dijo el gran Marty “el cine es lo que sucede en el encuadre y fuera de él”. 

La Noche Americana, es otra enorme película. Otra de esas que se dice cine dentro del cine. Con la realización de una película como protagonistas y las complicaciones, emociones y desventuras de los protagonistas de ese film ficticio (otro largometraje que genera ansias de que sea real).
Estas dos son películas de entrada a la obra del gran cineasta francés, que no aburre nunca, y transita géneros y formas sin despeinarse. Siempre con vigor, pasión y una palpable confianza en lo que está narrando.

Acción

Cuando la tristeza me inundaba las películas me rescataban. Y cada vez que necesitaba una inyección de energía, recurría al género que me trajo al cine: las películas de acción. Esas que en mi adolescencia me acompañaron, pero que en el momento que descubrí los festivales descarté por un snobismo absurdo. Por suerte crecí y el tiempo me las devolvió para disfrutarlas como niño. También por suerte existe Tom Cruise que nos regala las maravillosas Misión Imposible, de las cuales soy un soldado. Pero creo que la mejor saga de la historia del cine no necesita publicidad y si no las vieron no pierdan el tiempo, siempre es el momento.

Como destacado del rubro hay que nombrar al bueno de Michael Mann, su fascinante Heat y su fabulosa Thief, que no solo tienen extraordinarias secuencias de tiros, acción y emoción. Sino también una cavilada relación entre personajes sumamente inteligentes, manipuladores y obsesionados con su que hacer. Seres que se saben talentosos en su campo de trabajo a favor o en contra de las leyes. 

Entre la acción y la comedia es justo destacar Sherlock, Jr. Obra maestra del maestro Buster Keaton, donde aprende a ser un detective y más por casualidad que por astucia resuelve un caso fundamental para su vida. Keaton es un cineasta enorme y en este film están muchas de sus grandes virtudes, la manipulación del lenguaje, sus ideas renovadoras e innovadoras, la comedia física y un cine de acción de mucho riesgo para darle todo a sus espectadores que podemos disfrutarlo casi 100 años después. 

Sraw Dogs es, quizá, la obra más destacada de Sam Peckinpah, pero con toda sinceridad y subjetividad defendería Bring me the head of Alfredo Garcia, contra cualquiera como el mejor de sus films. Sus imágenes son tan potentes que generan dolores, incluso olores. Esas sensaciones no están en cualquier película y es digno de destacar que esos fotogramas puedan hacerte viajar hasta ese lugar y provocar semejante identificación. 

Por último (dentro del género de acción) la gran película, del singular Sion Sono: “Why don’t you play in hell”. Pura locura, magnetismo y fascinación. Dos bandas de Yakuzas enfrentadas y en plena guerra. Y uno de los líderes de las bandas criminales decide hacer una película con la épica batalla. Contratan para ello a un grupo de jóvenes e inexpertos cineastas. Todo es tan loco como hermoso. Hay sangre, acción, desconcierto, espectáculo y un cautivador amor por el cine en una película que juega entre la comedia negra, el gore y la acción. Una de esas que quisiera ver todos los años.

Los westerns son otro de mis refugios y aunque vi mucho no pude terminar con filmografías que añoro concluir. Entre esas, la lista de películas de John Ford sigue siendo una deuda y no hay uno solo de sus films que me haya decepcionado. De las vistas destaco por sobre todo The Searchers, The Man Who Shot Liberty Balance y The Grapes of Wrath. Allí hay reflexiones profundas para hacer sobre los males que desde hace siglos afectan al hombre y a la mujer, en todas las películas de Ford hay material para ser mejor, pensar el mundo y cómo cambiarlo. Mi visionado de Viñas de ira (The grapes of Wrath) coincidió con los desalojos en Guernica, las noticias de hoy y la película de 1940 parecían lo mismo. Me caían las lágrimas cuando las máquinas derribaban las casitas de los campesinos en el film de Ford pensando que, 80 años más tarde, presenciábamos lo mismo en Argentina: en plena cuarentena les quitaban a las familias lo poco que tenían.

Esto pasa casi con cualquier película del gran autor de Westerns americanos, la vigencia de sus temas y la calidad de su gramática para filmar es inoxidable. Todo se disfruta de principio a fin.

Disfrutar y “Winchester 73” son sinónimos. Encontré en esa película de Antony Mann mi western preferido y una de las mejores películas de la historia del cine, a mi juicio. Por capacidad narrativa, por calidad formal, por un fabuloso James Stewart la hacen una obra maestra y cumbre del entretenimiento. Una película para la que no hay que dejar pasar más tiempo como dice Calori en sus newsletters, si no la vieron dejen de leer y vayan a verla. 

Sin paréntesis y aunque no encaje tengo que encontrar un espacio para hablar de “Absolute power” de Clint Eastwood. Seguramente muy vista. Pero una de mis favoritas de Clint director y una de mis películas favoritas en general (sabrán que esas preferidas cambian casi todo el tiempo). El juego de poder permanente entre la información, la política y la inteligencia. El juego de la honestidad y la supervivencia. El talento, el oficio y el deber. Una lección de cine y narración permanente, Clint tan adorable como siempre, un elenco espectacular y una cautivadora Laura Linney en ese papel secundario.  

Héroes que no rescatan

Hasta allí mi repaso de lo visto. Durante todo el año aproveché este espacio para hablar de películas que me gustan, de las que fui encontrando y otras que ya conocía, de las que pensé que podrían gustar y otras con más riesgos pero que merecen ser vistas. No es que siempre haya visto películas fabulosas, durante el año recibí invitaciones a ver la saga completa de Marvel, que tiene mejores y peores momentos pero es una máquina de entretenimiento. 

En una entrevista, Gabriel Medina (director de Los Paranoicos) las comparaba con un circo y hasta hoy creo que es una definición que se ajusta perfectamente. Hay mejores momentos en los que se acuerdan del cine, casi siempre cuando se relajan y se acercan más a la comedia que a la acción (parece que no vieron Misión Imposible, ni a Michael Mann) por eso se disfrutan más Ant-Man y Guardianes de la Galaxia que las sosas, moralistas y ventajeras películas del Capitán América (personaje solemne, vacío y perezoso) o incluso las Iron Man de ese Diego Maradona de la tecnología que vive como una estrella de Rock disfrutando de los placeres como si no hubiera consecuencias hasta que le toca entender. 

O la saga de Harry Potter que lejos de hacer cine se conciben como muñequitos de acción. Las películas (excepto la de Cuaron) parecen accesorios de los libros, solo fotografías con movimientos que animan las letras de Rowling, sin ideas audiovisuales, ni imágenes para guardar en la memoria. Nada. Nada valioso aparece allí. 

Lo mismo que Creed II (debo confesarme fanático de Rocky) donde solo usan al gran personaje de nuestro querido Stallone (qué linda imagen cuando lo recibieron con aplausos en Cannes, los héroes merecen esos reconocimientos) para construir un drama familiar que se apoya en él. A diferencia de Creed I en la secuela no hay película sin Rocky y al parecer incluso el director lo sabe, cuando el éxito es todo de Adonis, cuando acaba de ganar su pelea feroz en un territorio visitante, la cámara no sube al ring para mostrarlo con los brazos en alto, un travelling se acerca a la espalda de nuestro querido Rocky con todo lo demás apagado, para que podamos despedirnos de ese héroe que estuvo con nosotros desde la infancia hasta la adolescencia. El héroe de verdad, no el Capitán américa de los pantalones ajustados que tiene todas las respuestas, no el dueño de la verdad, sino el luchador incansable, el trabajador esmerado, el insistente buscador de la superación. 

A mi me gusta el cine, todo el cine. Por eso veo todo lo que puedo y luego algunas me gustan y otras no tanto. Me peleo defiendo las que admiro y critico las que me aburrieron casi siempre intentando pensarlas. 

Que sea un buen año amigos y que abran las salas de cine.