La columna vertebral de Afuera el sol (Editorial Municipal de Córdoba, 2020) se sostiene en pequeños detalles que Fernando Linetzky escribe a partir de experiencias tan propias como ajenas. “Los personajes encierran mucha miseria. Como una luz que se busca y no se encuentra. Yo estoy en todos los cuentos, pero todo es ficción”, aclara Linetzky sobre su ópera prima.


“Validar es una palabra que me pesa mucho como escritor. No sé cómo darme cuenta que soy escritor o cómo mostrarle al otro. No confío en lo que escribo”, admite Fernando Linetzky a Puente Alado. Él, que nació en Avellaneda, en 1976, y en el 2003 se trasladó a la ciudad de La Rioja donde fundó la librería Rayuela. Él, que estudió música, cine, letras y biología para luego comenzar su producción literaria bajo la supervisión de la escritora Alejandra Laurencich. Él, que ahora tiene entre sus manos Afuera el sol (2020), su ópera prima publicada por la Editorial Municipal de Córdoba tras haber ganado el Primer Premio Municipal de Literatura “José Luis de Tejeda”, categoría Cuento en el 2019.

Él, siempre Fernando.

Él, conocido librero.

Él, ahora escritor.

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Con una economía de palabras, movimientos en primer plano y una primera persona como recursos narrativos, Linetzky presenta en Afuera el sol una luz esquiva que está presente en los nueve cuentos que componen este libro, en escenas construidas a partir de “gestos que tienen mucho simbolismo, (y que) me dan ganas de explicarlos, pero si los explicás, perdés. Necesito cierta validación por mi inseguridad, por mi personalidad. Todo el tiempo me pregunto si tengo algo para contar”.

Él, que se pregunta si tiene algo para contar, cuenta la historia de un hombre que elabora el duelo de una separación a través de bolsas de residuos. Él, que cuenta cómo un hermano acompaña a otro a recibir un diagnóstico irreversible. Él, que narra historias de amores contrariados en época de carnaval, en ambientes domésticos y hostiles, en el transporte público. Él, que se pregunta si tiene algo para contar, escribe cómo un joven es rehén de sus propias ilusiones adolescentes o como un padre planifica el reencuentro con su hijo.

La columna vertebral de Afuera el sol se sostiene en pequeños detalles que Fernando Linetzky escribe a partir de experiencias tan propias como ajenas. “Los personajes encierran mucha miseria. Como una luz que se busca y no se encuentra. Yo estoy en todos los cuentos, pero todo es ficción”, aclara el autor.

Él, que está y no está.

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“Yo me meto muy para dentro y trato de escarbar. Escarbo muchísimo en mi interior, desde los 5 años que hago análisis y me replanteo todo, lo que digo, lo que pienso y voy para adentro. En ese adentro trato de buscar lo más miserable de mí. Por ahí es una forma de exorcizarlo, a lo mejor suena como frase hecha pero lo saco para afuera. Trato de no espantarme de lo miserable que puedo llegar a ser”.

Él, el de sus propias miserias.

Él, también, el de sus propias glorias.

Él, de quién la escritora argentina Liliana Heker destacó sus virtudes narrativas: “…la escritura diáfana, la acertada resolución formal, su singular talento para cifrar con elementos cotidianos y hasta vulgares (…) toda la pena de que es capaz un hombre, toda su desolación, su mala fe, el sentimiento de su fracaso, su incurable sueño de felicidad”.

Él, que recibió el Primer Premio en el Concurso de Cuentos de la Fundación Itaú por Un mar quieto (2012), el Primer Premio en la Feria Provincial del Libro de La Rioja por Afuera el sol (2015) y la Primera Mención en el concurso del Fondo Nacional de las Artes por Hay fiesta en casa (2016).  Él, que dice no sabe cómo recibir halagos por su libro, presentar su libro, firmar su libro cuando se lo piden.

Él, aún con estas distinciones, dice que no sabe qué hacer con todo esto.