En febrero Parasite ganaba el Oscar, una cuestión menor para el cine pero una cuestión mayor para la publicidad y la distribución de uno de los cineastas modernos más destacados. El nombre del gran Bong Joon-Ho, empezaba a escucharse en lugares donde antes no sonaba.  

Más allá de algunos detractores con buenos fundamentos, Parasite fue muy bien recibida como la muy buena película que es. Multipremiada y multi elogiada, la última obra del cineasta coreano no necesita muchos más comentarios. Lo más sano de todo esto es que muchos puedan acercarse al cine de Bong y empezar a explorar su filmografía y descubrir que la calidad de sus películas puede superar o (como mínimo) estar a la altura de la ganadora de la Palma de Oro (2019) y el Oscar (2020). Por ello hoy proponemos repasar algunas de sus grandes películas. 

La obra cumbre de Bong (hasta la fecha) es la brillante “Memories of murder”. En principio la película destruye ese mito del “spoiler” (instalado fuertemente en estos últimos años para favorecer las películas evento), como si conocer lo que va a suceder le quitara valor a una obra (aunque el propio Bong ha pedido incansablemente no hablar sobre el desenlace de Parasite). “Memories of murder” cuenta la historia de dos detectives que investigan el caso de un asesino en serie en la década de los 80 en Corea, asesino que hasta el estreno del film en 2003 no había sido capturado. El final de la historia está expuesto, el asesino no será descubierto. Sin embargo el director coreano pone a andar su talento para mantener el interés absoluto en el film, y aun sabiendo lo que va a suceder (inclusive reviéndola) genera expectativas en toda posibilidad de captura del criminal. 

Su capacidad para variar de tonos y mezclar géneros ya es visible en ésta, su segunda película, y quizá es donde mayor coherencia cobra todo. Un thriller, un policial, una comedia negra, “MOM” es todo eso y además se ocupa de dar una visión crítica sutil y vacía de solemnidad sobre el accionar policial en la segunda parte de la década del 80 cuando Corea se acercaba a elecciones para salir de una dictadura. 

Un par de detectives (Park y Cho) de dudosos métodos y escasa lógica intentan atrapar al asesino casi sin ninguna pista en la cual apoyarse más que su ineficaz intuición y su supuesto “oficio” para la profesión. Son capaces de plantar pruebas y golpear testigos hasta el cansancio para conseguir una declaración que acredite su hipótesis. Afortunadamente un detective (Seo) con mayor criterio y una metodología de la investigación más criteriosa, llega desde otra ciudad para unirse en la búsqueda del criminal que cada día lluvioso comete una violación seguida de asesinato. Seo nunca dejará de sorprenderse por las excentricidades de los detectives locales, de sus métodos violentos, su absoluta confianza en la intuición o la fortuna y su desprecio por la técnica o incluso una holgazanería que parece propia del trabajo que ejercen. Quizás una crítica de la película a la posición acomodaticia del personal policial de aquella época y el poder que le brindaba su trabajo. 

Las manifestaciones y la tensión social de la época son parte del film pero están manejados con total sutileza, sólo como parte de un clima de época que dificulta la investigación e incluso favorece la ejecución de crímenes: cuando todo indica que el asesino va a actuar y los detectives solicitan ayuda del ejército, la colaboración les es negada porque todas las tropas fueron asignadas a desmantelar una manifestación. 

El sofisticado relato se completa con un eficaz manejo de cámaras, una puesta en escena fascinante de observar con fueras de campo que se ocupan de narrar dos o hasta tres microrrelatos en un solo encuadre para acompañar el hilo principal. La economizarían de planos, la optimización de espacios reducidos y la siempre ocurrente posibilidad de un gag para quebrar la tensión son elementos que colaboran para convertir a “Memories of murder” en la mejor película de Bong y una de las grandes del cine coreano moderno, que no es poco decir. 

Virus indetectable. Enemigo visible

Un par de años después, el coreano salía a la cancha con la fabulosa “The Host”: aventura, terror, comedia, política y acción se mezclan en esta película en la que la actitud negligente (tan negligente que más bien parece un intento de experimento) de un científico americano que decide arrojar sustancias tóxicas por los desagües que derivan en el río Han terminan produciendo la aparición de un monstruo anfibio enorme que se alimenta de seres humanos. 

Park Gang-doo, es un holgazán fracasado que aún vive en el negocio de comidas de su padre en las costas del río Han. Gang-doo tiene una hija adolescente, Hyun-seo. Un hermano (Nam-il) graduado universitario sin trabajo, y una hermana (Nam-joo) deportista olímpica. Una vez más Bong presenta a los seres más comunes (quizás con excepción de Nam-joo) para involucrarlos en una aventura increíble. 

En su primer ataque a las costas del río, el monstruo se lleva a Hyun-seo frente a los ojos de su padre. Rápidamente todas las personas que presenciaron ese ataque o estuvieron allí en ese momento serán confinadas por el gobierno y puestas en cuarentena, se supone la presencia de un virus transmitido por el monstruo, un virus de características desconocidas.

En el recinto de los confinados hay un altar con las fotografías de todas las víctimas de ese primer ataque, allí está la foto de la joven Hyun-seo a las que tanto su tía como su tío llegan a despedir. Hay un tono de comedia en el llanto de la familia, en la forma de filmarlo, en lo que acontece alrededor de ese primera línea de narración, como si todos los que están en ese recinto fueran impermeables al dolor de esa familia y los periodistas sin ninguna empatía, y con maniobras exageradas fotografiando el llanto desconsolado de los Park.

Esa misma noche Gang-doo recibe un llamado de Hyun-seo, la joven está viva. A partir de allí todo el aparato estatal y sus decisiones serán determinantes, nadie cree en las palabras de la familia Park y no habrá el más mínimo intento de búsqueda o rescate de la joven. Por ello la familia deberá emprender la búsqueda con mucho corazón, pocas ideas y ninguna herramienta. Tanto que el abuelo Park dice poder comunicarse con “el cuñado del esposo de la sobrina de una amiga que es policía” y más allá del gag hay allí una clara muestra de la desesperación de la familia tras el abandono de las fuerzas de seguridad. 

Bong Joon-Ho. Director de cine y guionista surcoreano

Bong utiliza toda la situación para poner en pantalla los comportamientos habituales de los gobernantes y las fuerzas de seguridad. Policías que piden coimas en los controles, arreglos de dinero con las empresas de desinfección, maltrato a los supuestos infectados y un constante abuso de poder en circunstancias críticas. 

La búsqueda de la más joven integrante de la familia Park está plagada de acción y aventura, con las características de sus personajes a cuestas que no son un grupo de asalto ni agentes entrenados pero se sumergen en una zona evacuada -donde ni siquiera se le permite entrar al ejército- para intentar rescatar a Hyun-seo. Perseguidos por el gobierno como “la familia infectada” que debe volver a la cuarentena obligatoria y debiendo tener los cuidados necesarios para enfrentarse al enorme y poderoso monstruo. Desventajas que les saldrán caras.

Algo interesante son las discusiones sobre la existencia o no del virus. Si creer o no en la comunicación del gobierno y el miedo que genera la transmisión de esa enfermedad desconocida y de síntomas inciertos. La comunicación periodísticas sobre lo que va aconteciendo en el país está presente todo el tiempo en el film y la latente intervención (cuándo no) de los Estados Unidos (auténticos generadores del problema) ante la (dicha por ellos) “incapacidad del gobierno coreano para manejar la situación”.
Colectivos y calles llenas de gente con barbijos (la película es de 2006) e incluso una escena en la que un transeúnte empieza a toser; todos alrededor lo miran con temor, finalmente el transeúnte escupe en un charco de la calle e inmediatamente un colectivo pasa por encima de ese charco y cubre a todos los espectadores con esa tan temida agua “infectada”. 

Por diferentes circunstancias los personajes principales se van separando, aunque logran mantener una muy escasa pero útil comunicación y cada uno, con su experiencia de vida y sus conocimientos adquiridos, llegan por cuenta propia al mismo lugar, allí donde el monstruo tiene a Hyun-seo e intentan rescatarla en un final que es todo lo que se espera del cine de género.

Como al principio, sostengo la idea y la invitación para que se sumerjan en el cine Bong, lleno de películas muy accesibles y de una calidad notable en todo momento. Y porqué no, explorar el cine coreano que a fuerza de un trabajo sistemático ha dado muy buenos resultados. 

 

*Algunas películas del cineasta coreano disponibles en Netflix:

The Host
Parasite
Okja


Memories of murder puede verse aquí