“Un buen cuento es una historia contada de la única manera posible” A.C.


Desde hace ya algunos años, trato de impulsar desde diferentes espacios, la inclusión de todo aquello que nos identifique, que nos nombre, que  nos haga visibles, en nuestra literatura. Todo aquello que somos y que nos rodea. Las historias suceden en escenarios particulares, tienen voces particulares, reaccionan los personajes de manera particular…

No importa dónde hayamos nacido o vivamos, pero por ejemplo, si leemos a Daniel Salzano, Córdoba aparecerá como una explosión de nombres y lugares… si leemos a Hernán Casciari, escriba desde donde escriba, siempre creeremos estar caminando junto a él y el Chiri, alguna callecita de Mercedes y así, la lista sería muy extensa.

¿Sucede esto en nuestra literatura y con nuestros escritores?

En esta búsqueda constante de inclusión, coordiné, junto a la Secretaría de Cultura de la Provincia, el 1º Concurso Nacional de Microcuentos TE CUENTO LA CHAYA.

La idea, y así lo expresaban las bases, era simple:

“Hacenos sentir en un cuento breve los olores, las texturas, los sonidos,  que sobrevuelan nuestra tierra en estos días. Que la chaya se haga palabra, que sea el marco, el escenario, que alguien la mencione, que alguien diga su nombre y todo cambie…que alguien la espere como se esperan las mejores promesas…

Que los personajes de tu historia la vivan, la necesiten, o la quieran olvidar…

Que la albahaca, la harina, las risas… o la tristeza, sobrevuelen tu historia.

¿Qué sucede con hombres y mujeres que parece están esperando sólo febrero para desatar su alegría?

Y acá entonces, las consideraciones que quiero señalar:

La convocatoria fue, por primera vez, de alcance nacional, lo que permitía y aseguraba una pluralidad de voces y miradas que no sólo estuvieran atravesadas por las emociones de “vivir” esta celebración.

El género. Escribir microficción, no es tarea fácil, pero es un desafío que nos puede permitir, como escritores, perfeccionar constantemente nuestro trabajo. La presión de decirlo en “apenas 100 palabras”  hace que a la fuerza, las obviedades queden en el camino, y eso siempre que sucede, es bueno para la literatura.

El jurado. ¿Qué se pretende con la elección de un jurado? No solo idoneidad y transparencia. Se busca trayectoria que avale esa idoneidad. Se pretende saber sin la más mínima duda que la lectura de los textos será un verdadero compromiso no personal, sino ético y estético. (Borges aseguraba que la literatura era un compromiso ético y estético con la palabra…)  elegir un jurado entonces, que reúna estas características,  es ya el primer paso para la seriedad de un concurso. (Quienes escribimos y enviamos a concursos nuestros textos sabemos lo necesario de la confianza.)

En el caso puntual de este Jurado, estuvo integrado por tres escritores (Mariano Medina, Leonardo Oyola y Fernando Linetzky) de trayectoria impecable y reconocida desde ámbitos de nuestra cultura, que no dejaban lugar a dudas. Pero aquí surgió (aunque afortunadamente no se vio reflejado en la respuesta a la convocatoria), una pregunta que quizá pretendió poner en duda esa elección: ¿puede alguien que no conoce o conoce poco de la chaya, elegir y decidir?

La ingenuidad o no de esta pregunta, merece que nos detengamos:

¿De qué manera, como lectores, estamos capacitados para “comprender” un cuento? ¿Se comprende un cuento? ¿Qué es eso que nos impulsa a seguir leyendo cuando por ejemplo, el personaje de la historia la sufre en la estepa rusa y nada sabemos de ese lugar en el mundo? ¿Quién estuvo en Macondo? ¿Quién cruzó los páramos de Rulfo? Y así, interminables ejemplos.

¿Para qué sirven los concursos literarios? La difusión de un texto, las múltiples lecturas que de él se harán, los premios, que muchas veces consisten en la publicación y la mirada de “ese otro” que es Jurado y está capacitado de alguna manera para decidir si vamos o no por el “buen camino” a la hora de escribir…porque acá también entra en juego la última consideración: los egos…

Presentarse a un concurso es casi un gesto de humildad… pero no para todos. Someterse a la lectura de aquellos que decidirán sobre lo que uno escribe, puede resultar imposible para algunos. Y en el caso de que lo puedan hacer, el hecho de la “no selección” de su texto, traerá aparejados comentarios que casi siempre, indefectiblemente, arrojen sombra sobre los resultados…Los concursos literarios entonces, además de todo lo que enumeramos, sirven para demostrar que el camino de la escritura tiene que transitarse de la única manera posible: con tenacidad, con esfuerzo, con un trabajo minucioso…y con talento.

Celebremos estas iniciativas que nos permiten, a quienes escribimos, mostrarnos. Y celebremos, como en este caso puntual del concurso TE CUENTO LA CHAYA, el saber que 155 microcuentos enviados de todo el país, intentaron contarnos algo nuestro de una manera diferente.

Leer la segunda parte de Nuestra literatura hoy: ¿Te cuento la chaya o te cuento otra cosa?