Dentro de las frases hechas eternas que escuché desde siempre, una es que tenemos un gran potencial turístico. La pregunta que deberíamos hacernos es ¿sabemos usarlo?.

Escribe Poly Badoul – PUENTE ALADO


Soy uno de los convencidos de ese gran potencial turístico, y durante años me ocupé de cuanta propuesta privada o pública hubo, en aras de desarrollar la actividad.

Debo confesar que llegó un punto donde admití el fracaso, considerando que no fue suficiente el entusiasmo, ni la buena voluntad para concretar el sueño de una provincia turística, donde la actividad pudiera gozar de la relevancia que merece.

Las responsabilidades para lo que pareciera ser una visión negativa de la realidad, tiene muchos factores: un sector privado indiferente, un sector público apremiado permanentemente por instancias políticas y la vacilante economía nacional a lo largo de 30 años, podrían ser los más notables.

Es ineludible rescatar a muchos emprendedores, entusiastas y funcionarios que tuvieron constancia y tesón para que de alguna manera hoy la actividad exista, con un desarrollo mínimo, pero firme.

A la hora de rescatar los atractivos que se pusieron en valor, lógicamente el Parque Nacional Talampaya con su carga distintiva de Patrimonio de la Humanidad, resultó ser un motor que ayudó a la inercia de muchos períodos y sobresalió en otros, cuando los astros se alineaban. Al mismo tiempo, este recurso turístico de alta jerarquía nos transformó en un monodestino, y no tuvimos la capacidad de convertirlo en el retroalimentador de los otros atractivos importantes de la provincia.

Sé que alguien dirá que ha crecido la cantidad de camas, que hay lugares que tienen más visitas, que se están despertando nuevos recursos. Y es verdad, pero la dinámica de la actividad no debería pasar por un conformismo justificador cuando, como dije al principio, tenemos tanto potencial.

Solo hay que comparar destinos pequeños con los nuestros en un mismo lapso de tiempo –digamos 10 años-, para darnos cuenta que la generación económica que produce el sector, no impacta en los números de la economía provincial, por ende, no se puede hablar de una mejora en los niveles de vida de los riojanos gracias al turismo.

Es más, resultamos ser muy pocos los que directamente vivimos de él, muchos deben tomarlo como una actividad secundaria. A esto se suma la gran contradicción que tenemos una accesibilidad que se vio mejorada por la gran cantidad de rutas pavimentadas, el incremento de vuelos a la provincia, la explosión de las redes sociales, sin que se note el impacto en la cantidad de visitantes.

Hasta acá un sintético diagnóstico. Para conseguir resultados, estimo que es prioridad hablar de planificación. Ésta debe partir del Estado, inevitablemente. Pero es necesario que las instituciones que comandan turismo y las vinculadas indirectamente, comiencen por entender una articulación integral, que incluya tanto a la administración pública como al sector privado. Y también un sector privado independiente, con instituciones no gubernamentales generadoras de acciones, ideas, propuestas. Más que nada que el vínculo sea basado no en la interdependencia, sino en la complementación.

Pero por sobre todas las cosas, plantear un turismo federal, desburocratizado, comprendiendo que los mayores atractivos se encuentran fuera de la Capital.

Es necesario que el gobierno provincial tenga presencia activa, dinámica y real en los distintos departamentos turísticos, como así también, equilibrar la promoción (que hasta ahora se centró en Talampaya y mínimamente en otros discrecionales destinos).

Por ende, no voy a demonizar el slogan que “tenemos una potencialidad turística tremenda”, pero, le agrego “no sabemos cómo usarla”.


Domingo 24 de febrero de 2019