La Cultura es un sistema de valores, símbolos y creencias, que unidos al Patrimonio tangible e intangible de una comunidad, genera en ella IDENTIDAD y la posibilidad de proyectar continuidad a sus futuras generaciones.


Sin la pretensión de definir de manera absoluta a la Cultura (hay otras definiciones) encontramos aquí los elementos fundamentales que son la razón de ser y el objetivo de las políticas de Estado que debieran desarrollar los organismos municipales, provinciales y nacionales de Cultura.

Sabemos que la cultura es dinámica, ya que se transforma, recicla y modifica constantemente, debido a la permanente interacción de los que vivimos, trabajamos, producimos, comemos, vestimos, educamos, creamos, inventamos, lucramos, mentimos, robamos, delinquimos y de los que realizamos un sinnúmero más de actividades, que son cultura; así aportamos para bien y para mal a la idiosincrasia de nuestra sociedad y a la IDENTIDAD de nuestro pueblo y nación.

De alguna manera el título de esta columna trata de reflejar que la de Cal y la de Harina son caras de una misma moneda, pero cuando se trata de Instituciones y Organismos oficiales, debemos analizar su accionar en función de los lineamientos que los gobiernos bajan a sus funcionarios de las áreas de cultura, y cuyos resultados dependen de dos factores decisivos: voluntad política y presupuesto.

Intendentes, gobernadores y presidentes lograrían los mejores resultados en ésta y en casi todas las áreas de sus gobiernos, si estos dos factores fueran de la mano y en equilibrada proporción, pero sabemos por experiencia que rara vez nuestros mandatarios y políticos tienen la formación suficiente y necesaria, para entender la importancia central y estratégica que deben otorgarle a la Cultura, en cualquier plan de gobierno; más aún, cuando cada dos o cuatro años, se produce la deseable renovación de los planteles de gobernantes y funcionarios, tenemos la sensación que hay que explicar de nuevo para qué sirven los organismos, los elencos y los programas referidos al accionar cultural.

Con suerte, y luego de la primera ronda de reuniones, aceptarán que la Secretaría o la Dirección del Área, no es la tradicional “Comisión de Fiestas” o de “Actos Culturales y bocaditos” de otras épocas, cuando una muestra pictórica, la presentación de un libro, la reinauguración de un Salón o la Velada de Gala, dependían de la buena voluntad de Don Ricardo Tineo para que fíe las empanadas y el vino para el final del evento y hasta mejor oportunidad, por falta de presupuesto y de ideas.

La de Cal es que algunas cosas han cambiado, pero aun habiendo buenos funcionarios y equipos de trabajo de probada operatividad y eficiencia en las áreas de cultura, sin voluntad política ni presupuesto pasarán los gobiernos, los años y las oportunidades (10 años de un presidente riojano o formar parte del Proyecto Internacional Qapaq Ñan), sin que las políticas culturales se consoliden ni concreten ni graviten en transformación alguna.

La de Harina… es que lamentablemente no se están delineando Políticas ni diseñando Programas de desarrollo y de re significación patrimonial tangible e intangible, que incluya de verdad y de manera horizontal a todos los habitantes, quienes como generadores y transmisores de hechos cotidianos, culturales y artísticos, tenemos el derecho a ser destinatarios y beneficiarios de las Políticas del Estado en la materia.

En otras palabras, lejos de beneficiarnos con el “derrame de la abundancia” que propone el “establishment”,  parecemos destinados a sufrir como siempre “la ley del gallinero”.