Pasé un tiempo largo sin poder sentarme a ver una película como es debido (de principio a fin, sin interrupciones) Hace unos días la última película de Jane Campion abrió una nueva temporada de visionados para mi. El film y sus repercusiones me despiertan algunas inquietudes sobre las que quisiera reflexionar.
Hace ya varios meses, leí un tuit de una mujer que veía por primera vez Un tiro en la noche (John Ford, 1962) y reclamaba la recuperación de ese género cinematográfico para las mujeres. Afirmaba (quizá con ironía pero con alguna carga de verdad) que había sido un apartado del arte reservado para los machos.
Esa vieja idea estuvo siempre volando alrededor de las películas de acción, los western y quizá las de aventura. Por supuesto que es un obstáculo absurdo que cualquiera, con una mínima voracidad por el cine, supera con facilidad.
El poder del perro (Jane Campion, 2021) es (por lo menos) un gran intento por romper con esas estructuras.
Antes que nada debo confesar que soy un enamorado del Western y que esperaba ver un film que responda puramente a este género. Pero como dijo, la siempre brillante, Paula Vázquez Prieto, la película “es una reinvención magistral de la mitología del oeste”.
El inicio del film es un guiño hermoso para los amantes del género. Ese plano desde dentro de la casa enfocando hacia afuera a Phil Burbank (Benedict Cumberbatch) trae el recuerdo inevitable del final de la querida Más corazón que odio (John Ford, 1956). Y aunque no hay mayor filiación que esa, es un recuerdo feliz para los cinéfilos.
Lejos de hacer una película imitando a John Ford (quien pudiera), Campion mezcla las herramientas de un género tradicional, lo viste con un estilo propio y crea un híbrido moderno e inquietante. Podríamos decir que está más cerca del thriller, incluso hablar de un drama familiar y creo que ninguna afirmación sería equivocada.
El film se desarrolla en 1925 en alguna región de Montana donde los hermanos Phil y George Burbank llevan adelante su exitoso negocio de ganadería.
Cada uno es bueno en sus tareas, Phil trabajando con los animales y George dedicándose a las relaciones institucionales y las finanzas.
La tensión entre los hermanos es evidente y permanente, pero al mismo tiempo parecen inseparables.
Campion siempre pone en evidencia la dominancia de Phil en cada espacio que ocupa. Phil se demuestra poderoso y la directora no escatima recursos para demostrar su dominancia: la cámara contrapicada en los planos y contraplanos de la primera hora de film es una evidencia de esto; recurso que se va diluyendo a medida que los personajes se revelan ante autoridad del mayor de los Burbank.
En uno de los viajes de los hermanos trasladando ganado, George conoce a Rose, una viuda dueña de un restaurante donde los vaqueros se detienen a almorzar. Rose es madre de un joven de aspecto frágil y con intereses que parecen inadmisibles para los vaqueros de aquellas épocas.
Campion maneja el tiempo de una forma peculiar, y sin que sepamos cuánto ha transcurrido, George y Rose se casan y pronto se mudan a la mansión de los Burbank donde deberán convivir con Phil.
Aquí las tensiones se subrayan. El desprecio de Phil y su acoso silencioso van quebrantando y desgastando el espíritu de Rose, que pronto cae en las fauces del alcohol.
Todos los personajes parecen guardar misterios, secretos y contradicciones. Ninguna de las comodidades de las que gozan parece satisfacerlos ni curar sus pesares.
Phil es un villano que no necesita escenas de asesinatos, ni peleas. Un villano psicológico, que acosa, persigue y manipula a sus víctimas. Pero es también un hombre herido que ha perdido lo que más admiraba en el mundo, Bronco Henry. El hombre que los crió y los formó. Un auténtico vaquero invencible.
Y ahora Rose lo aleja de su hermano.
En sus ánimos de manipular, Phil crea una fuerte relación con Peter el hijo de Rose. Y ese es uno de los momentos más importantes del film.
Allí podremos ver cierta vulnerabilidad del villano. Encontrarnos con sus sensibilidades y quizá también con algún deseo oculto.
Hay una fuerza política más que interesante en la construcción de las relaciones de los personajes que toma mayor fuerza por la época en la que habitan y los estereotipos que enaltecen para luego destruir con la tímida develación de los deseos de Phil.
Tras ver la película leí en letterboxd un comentario que decía algo así como “Ahora les toca a los vaqueros la deconstrucción. No permito que hagas un drama sin un solo tiro”.
Un comentario más en la línea de aquel de twitter, donde parece que los western son un mundo de machos que se cagan a trompadas y se llenan de balas.
Campion con más audacia y talento que muchos construye un relato fascinante que se nutre del western para revelarse contra algunas de sus tradiciones aunque sin renegar de ellas (sin saberlo casi que no tengo dudas que la directora disfruta los westerns como yo).
Ang Lee se atrevió a tocar a los vaqueros y ahora Campion lo hace con un estilo propio.
El clima es fascinante, las inquietudes, las dudas y las preguntas que genera el film son razones más que valiosas como para sentarse a ver esta película.
Es una alegría que Campion haya vuelto al cine después de tantos años. Su La lección de piano (Jane Campion, 1993) fue una de las películas que me introdujo en un mundo que era desconocido para mí.
Espero que más directoras se atrevan a aportar una mirada a los géneros que durante años fueron realizados casi con exclusividad por hombres.
Mientras tanto en El poder del perro tenemos una hermosa obra para disfrutar.