Bofetadas de realidad en forma de imágenes que golpean el pecho y se quedan en la mente para reflexionar durante mucho más de lo que duran las películas. Dos estrenos 2020 con un tema común: el aborto y las violencias hacia las mujeres. 

Una de las cientas infelicidades de este inimaginable 2020 es el cierre de las salas de cine. Como consecuencia de esos cierres, muchas compañías decidieron estrenar algunas de sus películas de manera on line, lo que generó una “liberación” prematura de esos films para quienes (seamos realistas) de todos modos no los podríamos haber visto en una sala. Así fue como llegó a manos de muchos la fabulosa “Never Rarely Sometimes Always” (Nunca, raramente, a veces, siempre). La última película de Eliza Hittman nos acerca a la vida de Autumn (la sensacional Sidney Flanigan), una joven de 17 años que se enfrenta a muchos de los problemas típicos de la adolescencia pero sobre todo a la desigualdad de género, teniendo como eje un embarazo no deseado y las complicaciones para acceder a un aborto. 

En la primera escena, Autumn canta en lo que parece ser un acto del colegio con un público abundante (para el evento del que se trata). Al grito de “puta” un varón intenta humillarla y opacar su actuación suponiendo hacer alguna gracia. Nadie interviene, nadie lo enfrenta o lo detiene, simplemente un par de miradas buscan identificarlo y Autumn sigue adelante con su actuación. En esa secuencia hay una descripción del mundo del film (quizá demasiado cercana a la vida real) a la ostentación del poder masculino para humillar y la inacción del resto de la sociedad frente a la canallada. La síntesis narrativa de Hitman es poderosa, precisa, seca e hiriente: el mundo en el que vive Autumn es controlado por los hombres y a ella le queda ignorar esas vejaciones o enfrentarlos por sí sola. 

Sin palabras, pero sin rodeos, la película nos presenta el vientre de Autumn y luego a su hogar: hermanas pequeñas, madre y un padre tan macho que duele. Evidentemente ella se sabe embarazada, los cambios en su cuerpo se lo anuncian.

Con esperanzas de encontrar un resultado negativo llega a un centro de asistencia. En aquel lugar (re)confirman su embarazo e intentarán reiteradamente convencerla de continuar con su gestación con argumentos dudosos. Es interesante cómo la directora representa ese lugar, que parece estar detenido en el tiempo: empleados de edad avanzada, toma de datos en papel y birome, etc. Quizá sea una forma de exponer el atraso o la antigüedad de una postura ideológica o probablemente simplemente se trate de un intento auténtico de recrear ese tipo de centros de atención en ciudades pequeñas. Estimo que la intención está más cerca de la primera opción que de la segunda. 

Skylar, prima de Autumn, descubre el embarazo casi accidentalmente. Y es la única que desde un primer momento se dispone a ayudarla, sin juicios, sin preguntas, sin dudas. Ambas son cajeras en un supermercado, donde enfrentarse al acoso y a degenerados de todo tipo es parte la normalidad. La amabilidad que la atención al público requiere es confundida con otro interés. Con sutileza y convicción la directora intenta demostrar cómo las mujeres son acosadas en los diferentes ámbitos de la vida en los que necesitan interactuar con hombres.

Las adolescentes reúnen todo el dinero que pueden y emprenden un viaje a Nueva York, donde el aborto es legal para menores de 18 sin autorización de sus padres. 

Los diálogos son escasos en casi todo el film, pero el silencio confidente y compañero que comparten en toda su travesía es conmovedor. Las palabras parecen sobrar siempre y la presencia es, claramente, más que suficiente. El silencio es también (generalmente) extradiegético y eso se agradece. El film está cargado de tristeza y preocupación, la empatía es total, y la música no se extraña en ningún momento.

Decisiones equivocadas, imprevistos, la escasez de dinero y otras dificultades ponen en aprietos cada vez más complejos a los personajes que deberán pasar dos noches en las calles calle de New York hasta conseguir su objetivo. La película casi en su totalidad esta vaciada de sonrisas, y cargada de preocupación y tristeza.

Escena de «Never Rarely Sometimes Always» de la directora Eliza Hittman

Aunque, hay momentos claves de representación de alegría, casi siempre relacionado con la libertad, con poder ser ellas mismas sin temer a algún peligro de los que presenta la calle y la noche para cualquier mujer.   

Casi todo el film está compuesto por encuadres cerrados porque la narración de la película se apoya fuertemente en las expresiones de sus actrices, sus gestos y sus posturas ante las situaciones a las que se enfrentan o toleran.

En una de las visitas a la clínica donde se realizan los abortos, Autumn es sometida a un cuestionario de múltiples opciones: “Never, Rarely, Sometimes, Always” son las 4 respuestas posibles y el título de la película. Las preguntas son sobre su vida sexual y sobre situaciones de violencia. La escena es sencilla, pero potente y fabulosa, las preguntas de la asistente quedan fuera de campo y la cámara flota en un primer plano de Autumnn llena de dudas y dolor, cada pregunta la somete a un recuerdo más profundo y el sufrimiento empieza a aparecer en su rostro, brota de sus ojos y atraviesa la pantalla. Hittman juega su carta contra los detractores del derecho a decidir sobre el propio cuerpo (SPOILER ALERT) y el cuestionario revela que el embarazo de Autumn es consecuencia de una relación sexual no consentida y entonces todo lo que hemos visto durante una hora, la amargura, la desventura, los atropellos, el abandono y las incomprensión se hacen más grandes. En esos instantes todo es desolación.

Hitman construye esa clínica como un lugar de respeto, contención y comprensión. Pero no escapa de la realidad del mundo y Autumn saldrá de la institución sin un solo centavo, ni siquiera para los pasajes de vuelta a su hogar. 

El dolor es abundante e hiriente como la realidad. Así es como Hitman desea que sea, no hay un intento por manipular las emociones, por eso en los momentos más duros no aparecen recargados con música y nos permiten percibir esas experiencias sin aditivos. Procesarla como si estuvieramos ahi. 

Si bien hay una carga ideológica evidente, la película es notable. Y será sin dudas una de las tres mejores películas de un año escaso de estrenos. 


Procesar la realidad como si estuvieramos ahí, esa también parece ser la intención de Andrea Testa en su documental “Niña Mamá” que recopila testimonios de mujeres que han sufrido diferentes tipos de violencia: Niñas de muy corta edad que son madres, mujeres golpeadas, madres obligadas a abortar, y otras obligadas a dar a luz, sometidas por sus parejas. Algunas transitan su embarazo, otras ya dieron a luz e incluso una se recupera de un aborto clandestino.

La cámara siempre  está en una posición observadora, como si nosotros (los espectadores) estuviésemos dentro de ese consultorio, sin decir una palabra, simplemente escuchando.
Básicamente a eso se dedica Testa, a escuchar y elegir los testimonios que le den valor a su relato, escalofriante por momentos y casi todo el tiempo doloroso. Las voces de las mujeres desvisten una situación compleja en nuestro país, y demuestran, una vez más, la ineficacia o falta de alcance de las políticas de educación sexual aplicadas hasta ahora, el fuerte mandato que prácticamente obliga a las mujeres embarazadas a someterse a la voluntad de sus parejas sobre continuar o no con el embarazo (sobre todo en los estratos sociales más bajos) y el dolor que les significa cualquier decisión a estas mujeres en muchos casos. 

Más allá de que (nuevamente) la película tiene una postura ideológica muy clara, esto no la hace menos honesta, ni, mucho menos, panfletaria.

Cada uno de los testimonios tiene una postura respecto del acto de abortar, muchas de las protagonistas están en contra de la legalización o despenalización del aborto, y esos testimonios aparecen en la película con respeto, es decir, sin ánimos de utilizar el discurso para luego contradecirlo o sin manipulaciones de montaje para conducir hacia un lugar políticamente más conveniente para la directora.
Todas las participantes que prestan su voz hablan con cierta confianza, y cuentan sus crudas historias sin ser afectadas por la presencia de la cámara. El personal de salud está todo el tiempo fuera de campo, no hay un solo rostro de los integrantes de esos equipos en toda la película y aunque son engranajes esenciales las protagonistas son las mujeres, su dolor y su fuerza.

«Niña Mamá» es un documental de Andrea Testa

En ocasiones escuchamos los testimonios desde afuera de las habitaciones en las que se encuentran las pacientes y lejos de parecer una escena robada, se siente más bien como una muestra de respeto. La cámara de Testa parece saber siempre cuál es la distancia justa, cuál es el espacio que le corresponde en ese momento, o el lugar que debe ocupar para la comodidad de su entrevistada.

Así vivimos, por ejemplo, la experiencia de una mujer a punto de parir o la historia de una madre que abortó por pedido de su pareja un embarazo que deseaba llevar adelante. Incidente que por poco le cuesta la vida

La similitudes del interior de los consultorios que aparecen en “Niña mama” con la escena del cuestionario en “Never Rarely Sometimes Always” son  enormes y provocan una idéntica sensación de desolación. La comprensión y la contención que ofrece el personal de salud que recibe a estas mujeres es también muy cercana a lo que vemos en la película de Hittman.

Ambas son estrenos 2020. Y por diferentes caminos se proponen develar las situaciones que viven algunas mujeres hoy. La dificultad, el dolor, los miedos y todo lo que se genera a través de diferentes tipos de violencias a las que son sometidas. 

“Niña mamá”Requiere el pago de 1 dólar (100 pesos aproximadamente). Lo recaudado será donado a los hospitales donde se grabó la película.

«Never Rarely Sometimes Always»