La bodega Valle de La Puerta presentó “Rebelde”, una nueva línea de vinos para conquistar al público joven. La etiqueta lleva una obra de la artista Paloma Márquez, que se reencontró con sus orígenes en este proyecto


*Por Álvaro Vildoza 

En épocas en las que la cerveza artesanal no para de ganar terreno, la industria vitivinícola riojana, una de las más importantes a nivel nacional y con gran reconocimiento internacional, busca marcar presencia. Por eso, desde Valle de La Puerta, la bodega ubicada en Vichigasta, en los valles de Famatina, lanzaron en enero de este año la línea “Rebelde”, un Malbec 2020 muy frutado y amable, fácil de beber, pensado para conquistar al sector más joven e iniciarlo en el camino del vino.

Desde Puente Alado conversamos con Javier Collovati, el winemaker de la bodega, y con la artista Paloma Márquez, que colaboró con una de sus obras en la etiqueta de “Rebelde”. Ambos son chileciteños y comparten el amor por su terruño y la curiosidad inagotable sobre lo que los rodea.

Javier y Paloma

El lanzamiento de “Rebelde” nos da la oportunidad de conocer mejor a las personas que trabajan detrás del diseño de esta nueva línea de vino, sus recorridos, sus procesos y crecimientos.

Un destino con suerte

Cuando se presenta, Javier Collovati, ingeniero agrónomo y winemaker de la bodega casi desde sus inicios, no deja de agradecerle a la generosidad del destino y de otros colegas más experimentados  que lo ayudaron a formarse. Sobre lo primero, recuerda: “Una vez que terminé la secundaria me vine a estudiar agronomía.  Pero como me gustaban las computadoras siempre me dediqué a eso y gracias a mi trabajo conocí a Julián Clusellas.  Él fue a mi casa a dejarme una computadora para arreglar. Cuando lo llamé para decirle que estaba lista me preguntó si no quería ir a la finca una vez por semana a darle una mano con los análisis de suelo y otras tareas. Empecé a trabajar ahí un día por semana. Tenía 19 años”.

Pero su interés por los viñedos fue creciendo con él. Es que hasta los siete años vivió en Chilecito con su familia materna. Su abuelo y su madre son oriundos de La Consulta, en el Valle de Uco mendocino, y llegaron a Chilecito durante el gobierno de Guillermo Iribarren, con el plan de colonizaciones del valle Antinaco-Los Colorados. En las cincuenta hectáreas que les otorgaron desarrollaron su finca de frutales y sus viñedos. Cuando Javier estaba en segundo grado, tuvo que partir con su madre a la provincia de Neuquén, pero nunca dejó de volver. “Todos los inviernos y todos los veranos venía acá a Chilecito a trabajar con mi abuelo en la finca. Me gustaba mucho, así que todas las vacaciones de día trabajábamos y de noche nos divertíamos”, cuenta.A los 18 años, volvió a Chilecito y no se fue nunca más. Durante sus estudios en la UNLaR (fue el último egresado antes de la creación de la UNdeC), su meta se mantuvo firme. “A mí siempre me gustó hacer vino. Con mi abuelo hacíamos vino patero en la finca, él tomaba, lo guardaba en una barrica. Después cuando yo estudiaba agronomía, hacía vino en una olla grande que tenía mi abuelo para ver cómo me salía. Había hecho un vino blanco que salió horrible, y otro tinto que había quedado muy bueno”.

El aprendizaje constante es parte de la tarea de un winemaker como Javier. Desde que Valle de La Puerta creó sus primeros vinos, en 2002, bajo el mando de un winemaker australiano que los asesoró en el diseño de la bodega y en cuanto a la instalación de maquinaria, hasta las últimas videoconferencias el año de pandemia, Javier ha podido generar una red de contactos y aprendizajes de enólogos y hacedores de vino de todo el mundo. Luis Barraud, enólogo en los 2000 de la bodega mendocina Dolium, viajó por un día a Chilecito, al inicio de la elaboración en 2003 para mostrarle a Javier algunos lineamientos y le ofreció pasar unos días con él, más adelante, en la bodega donde trabajaba. Así fue y el riojano se hospedó en su casa.

Más tarde, los viajes continuaron, y Javier trabajó en bodegas de California, Estados Unidos, y recorrió otras de Argentina, España e Italia para seguir conociendo desde adentro, nuevas técnicas y tecnologías de su métier. Por esa suerte a la que está tan agradecido, terminó trabajando por algunos años junto al enólogo francés Didier Debono, a través de otro colega de renombre, Juan Argerich (padre). “Didier visitó la finca de La Puerta en 2003 y le encantó. Nos dijo: ‘Ustedes tienen un potencial de vino que no se imaginan’. Les vendimos Torrontés, Syrah y Bonarda durante unos 3 o 4 años bajo los protocolos de ellos y nos salieron muy buenos. Y esos años nos sirvieron mucho para aprender”.

A poco de cumplirse dos décadas del inicio de la bodega, “Rebelde” llega para sumarse a otras veinte propuestas, como las líneas Clásico, Alta, Reserva, Gran Reserva y Colección Quinquela.

En los viñedos de la finca, crecen las variedades Malbec, Syrah, Bonarda, Merlot, Cabernet Sauvignon, Chardonnay  y “nuestro caballito de batalla”, como dice Javier, el Torrontés riojano, aunque es una misión de las bodegas romper con la vieja idea de que La Rioja sólo se hace el vino blanco que la hizo famosa en los 80. “Siempre le digo a la gente que no tenga miedo de tomar un vino tinto riojano de cualquier bodega, no se van a arrepentir. Es un vino distinto, y casi todas las bodegas de La Rioja estamos haciendo excelentes tintos. No tenemos nada que envidiarle a los vinos de Mendoza y de San Juan y aparte, son más baratos”.

Además de las 170 hectáreas de viñedos, Javier y los trabajadores de la finca se encargan de otras 770 hectáreas de olivo para producir 1.600.000 litros de un aceite extra virgen que se exporta en un 85 por ciento, y desde el año pasado, también se encuentran plantando nogales con métodos innovadores.

El arte y sus combinaciones

Paloma Márquez

La obra que ilustra la etiqueta de “Rebelde” tiene como título “La audacia es costumbre”.  Un personaje corre contra una corriente de otros como él y sus sombras. Para su autora, Paloma Márquez, la audacia debería convertirse en algo de todos los días, un motor para repensar nuestro cotidiano, de manera más personal: “Se trata de rebelarse contra este amontonamiento de gente que viene en el sentido contrario, pero yo no pienso la rebeldía como solo ir en el sentido contrario a toda esta gente, sino también de pensar a todos estos personajes como si estuvieran adentro nuestro, como nuestros hábitos, nuestras costumbres y enfrentarlos, ver qué podemos hacer, cuestionarlos, ser rebeldes entre nosotros mismos”.

Radicada en Buenos Aires hace ya 15 años, la artista chileciteña considera que el arte es uno y todos los aprendizajes son recursos. En su caso, el sonido, las artes electrónicas y la pintura conforman una unidad que la identifica, al menos hace algunos años. Al terminar el colegio secundario, se enteró que la Universidad Nacional de Lanús ofrecía una tecnicatura en sonido y grabación, y se anotó. “Hay muchas materias de física, de matemática, música electroacústica, análisis sonoro. Después hice la licenciatura en audiovisión, que añadía el video”, explica.

En paralelo, obtuvo una beca de la Fundación ProyectArte de artes visuales, lo que le permitió tomar clases y workshops con artistas destacados y trabajar su obra en las horas de taller con una gran cantidad de materiales a disposición. Desde entonces, tuvo la oportunidad de exhibir su trabajo en diferentes espacios y galerías del interior y exterior del país, como en el Festival Zero1 d’ Arts Numeriques de La Rochelle, Francia; el centro David Rockefeller for LatinAmerican Art en Boston, Estados Unidos; y el FreePort Art Museum, Illinois, Estados Unidos.

Su obra se compone de pinturas, sonidos e instalaciones interactivas, sonoras y de arte electrónico. Sus últimos trabajos fueron parte de su tesis de maestría en Tecnología y Estética de las Artes Electrónicas, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y se trató de una serie de obras que combinaban rocas, sensores, amplificadores y luces. “Hice una investigación sobre tecnología y minerales, y de cómo son un recurso para el hombre y la necesidad de que el hombre los agradezca. A partir de eso creé una serie de obras que involucraban minerales naturales, y fue una forma de volver a los paisajes de Chilecito. Fui, hablé con geólogos, recolecté minerales en los alrededores de la ciudad para poder hacer estas obras, para poder buscar un espacio de expresión mineral”, explica Paloma.

«Con toda esta obra de los minerales volví a repensar los paisajes de Chilecito y cómo uno los lleva adentro sin pensar. No me daba cuenta de que estaba tan arraigada a esos territorios pero al final todo vuelve”, confiesa.

Conquistar otros espacios

Para crear una línea de vino, muchos son los procesos y cuidados que deben tenerse en cuenta, pero también hay cuestiones que son más difíciles de prever, e incluso, algunas casualidades pueden ser bienvenidas. Al respecto Javier explica que el diseño parte con una idea en la cabeza: “Cosechás la uva imaginándote el vino que vas a desarrollar. Probando la uva ya estás pensando cómo lo vas a fermentar, cómo lo vas a remontar, qué levadura le vas a poner. Como las fermentaciones las producen organismos vivos, que son las levaduras, uno las controla hasta cierto punto. Muchas veces sale lo que uno desea y muchas veces se desvían y pasan cosas. Y no todos los años son lo mismo. Hasta la temperatura del día en el que cosechás influye. Hay vinos que salen por casualidad, que vos quisiste una cosa y te salió otra que estaba mejor. Ahí anotamos: ‘esto estuvo bueno’ para tenerlo en cuenta”.

En el caso de “Rebelde”, en Valle de La Puerta ya venían pensando su desarrollo. En 2020, cosecharon la uva pensando en lograr un vino amable para las nuevas generaciones. “Hicimos varios cortes y los pusimos acá frente a la gente joven de la finca. Organizamos una cata a ciegas. Votamos entre todos y lo que está hoy en la botella de Rebelde es lo que votó la gran mayoría acá en ese momento”, sostiene Javier.

A la hora de decidir sobre la etiqueta, un cuadro de Paloma, colgado desde 2007 en la sala de reuniones, fue el disparador a la aventura que la incluyó. Se comunicaron con ella y eligieron una entre las propuestas que les envió. La pintura que está impresa en la etiqueta es una obra de acrílico sobre tela, y todos los trazos fueron hechos con pincel.

La navidad y las fiestas el año pasado, reunieron a Paloma con Javier en la finca de Valle de La Puerta. Allí recorrieron los viñedos y la bodega, y la artista pudo ver y guardar en su memoria de dónde viene ese vino que hoy se distribuye por todo el país junto a su obra.

Paloma en los viñedos

“Un vino no es un producto cualquiera, representa a nuestra provincia. Me gusta pensar que todos estos viñedos están entre esos paisajes, miro el vino y pienso que esas uvas crecieron ahí, estuvieron observándolos”, dice Paloma sobre “Rebelde”, y cierra: “Pienso que los procesos de las uvas en la bodega son análogos a mis procesos creativos, porque yo también salí de Chilecito y mis obras van llegando a diferentes lugares, se alejan de mí, y también sufrieron un proceso. Las voy pensando, las voy trabajando y después se distribuyen, viajan, igual que este vino que va a llegar a un montón de lugares”.


*Periodista y realizador audiovisual riojano, desde La Plata