La provincia de La Rioja es uno de los lugares más importantes del mundo a nivel paleontológico. En sus suelos se han hallado fósiles de los que fueron los inicios de los grandes grupos de especies que conocemos en la actualidad, entre ellas los dinosaurios, mamíferos, cocodrilos e insectos. ¿Cómo accede la ciencia a ese pedazo de historia? ¿Quiénes son los y las investigadoras detrás de las campañas y las publicaciones que posicionan a La Rioja en el mapa internacional? Conversamos con la Dra. Julia B. Desojo en La Plata y el Dr. Lucas Fiorelli en Anillaco, dos de los paleontólogos que más han trabajado en la provincia en los últimos quince años.


Escribe Álvaro Vildoza*

(Fotografías e ilustraciones gentileza de lxs entrevistadxs)

La ruta de los dinosaurios pasará por La Rioja. Es una posibilidad tangible de colaboración entre la comunidad científica y los promotores del paleoturismo. Hacia el oeste, en Talampaya y Cerro Las Lajas, se encontraron reptiles, los reyes del período Triásico; en la precordillera andina, a 3200 metros de altura, nidos de dinosaurios y fósiles de varios períodos; en Sanagasta, que hace millones de años fue un sitio hidrotermal, también nidos de dinosaurios del período Cretácico; y en la región de Los Llanos, en Tama y Olta, grandes yacimientos de dinosaurios de hace 80 millones de años. Muchos de estos sitios eran desconocidos hasta hace poco tiempo.

Triásico de Las Lajas. Ilustración: Lucas Fiorelli

La tarea de los paleontólogos no es solamente el trabajo de campo, ni el horario es de sol a sol. Es mucho más. La planificación, la búsqueda de recursos y la gestión de permisos son parte fundamental de la labor de los investigadores. La actividad, ya en campaña, consiste en explorar, excavar, proteger e ir armando un rompecabezas de patrones morfológicos para establecer qué puede ser lo que se ha encontrado. Esos tesoros, los fósiles, deberán ser resguardados y para lograrlo los paleontólogos deben trabajar con yeso y formar bochones para protegerlos y que puedan ser trasladados. Más tarde, con la luz de las linternas, nombran y etiquetan cada una de las piezas para el posterior análisis y descripción. “No hay fines de semana ni 1º de mayo cuando se está en campaña”, dice Julia y recuerda que para esa fecha, en 2011, fue al Parque Nacional Talampaya a hacer trabajo de campo por primera vez en la Formación Chañares. Desde entonces, a La Rioja intenta viajar por lo menos una vez por año.

La Dra. Julia B. Desojo, recientemente ascendida a investigadora principal de CONICET y vicepresidenta de la Asociación Paleontológica Argentina, conversa con Puente Alado desde su casa de Gonnet, en La Plata. La pandemia por la COVID-19 la alejó por estos meses del laboratorio del Museo de La Plata, pero no detuvo el avance de los trabajos del grupo que Julia lidera ni tampoco en los que trabaja como colaboradora.

La llegada de Julia a la paleontología no fue directa. Después de recibirse en la Universidad Nacional de La Plata de zoóloga con orientación marina y trabajar en Mar del Plata con ballenas, delfines y lobos marinos, su interés por convertirse en investigadora la llevó a Buenos Aires. De hacer campañas de fondo marino, estudiando cetáceos, su campo, como colaboradora y estudiante de doctorado, pasó a ser la Patagonia y los fósiles de dinosaurios. Estudió un posdoctorado en Alemania, fue parte de campañas en Marruecos y Sudáfrica. Finalmente, eligió dedicarse al período Triásico, el primero de la era Mesozoica, que va desde hace 200 a 240 millones de años, importantísimo porque es en el momento donde ya aparecen todos los grupos de animales vertebrados que llegan a la actualidad. “Es la era de los reptiles porque es el momento cuando colonizan todos los ambientes, tenés reptiles acuáticos, continentales y en el medio aéreo. Eran los reyes”, define.

“Lo que tenemos en La Rioja, en esta gran cuenca triásica es algo único en el mundo, porque no hay otro lugar que tenga todo este espectacular patrimonio paleontológico”, explica el Dr. Lucas Fiorelli. Fue durante el Triásico, hace más de 200 millones de años, cuando aparecieron muchos grupos de plantas actuales, y surgieron, por ejemplo, los grandes grupos de insectos como las mariposas. “En la región, junto con San Juan, se pueden encontrar los antepasados de los dinosaurios en la zona de Talampaya y los primeros dinosaurios en la zona de Cerro Las Lajas. A su vez, también se pueden hallar los antepasados de los mamíferos y los primeros mamíferos, los primeros cocodrilos y sus antepasados y muchos otros grupos dominantes en la actualidad”, sigue contando Lucas. Su fascinación es la misma que cuando llegó hace 15 años a Anillaco como investigador del Centro Regional de Investigaciones Científicas y Transferencia Tecnológica de La Rioja (CRILAR).

Sanagasta, cuna de dinosaurios

Sitio de nidificación en Sanagasta. Ilustración de Lucas Fiorelli.

“¿Huevos de dinosaurio en La Rioja?”, se preguntó Lucas cuando se enteró que el CRILAR buscaba un becario doctoral para investigar en Sanagasta. Biólogo formado en la Universidad Nacional de Córdoba, desde el segundo año de su carrera pasaba los veranos asistiendo como estudiante en algunas campañas paleontológicas en Neuquén y Río Negro. Era el 2006 y hasta que el reconocido paleontólogo chileciteño Dr. Mario Hünicken no lo llevó hasta el lugar y lo vio por sí mismo, Lucas no podía creer que La Rioja pudiera ser además territorio para la investigación del período Cretácico (que comenzó hace 145 millones de años y duró 80 millones de años), cuando los dinosaurios dominaban la Tierra.

“En mi caso, lo importante no era saber qué especies nidificaron en Sanagasta sino por qué nidificaron allá. Esa es la pregunta que te va a llevar a las investigaciones más extraordinarias”, recuerda Lucas, tomando el consejo que le envió por mail el investigador suizo y profesor en Estados Unidos, Gerald Grellet-Tinner. Y la respuesta estaba en el paleoambiente y en la relación entre los aspectos biológicos de las especies que lo habitaban y las características geológicas del lugar. Así, además de descubrir más de 70 nidos de 80 millones de años, Lucas y Gerald establecieron que esta zona fue un lugar hidrotermal, con géiseres y termas como las de Yellowstone, en EE.UU., y que favorecía la incubación natural de los huevos. Por ese factor fundamental, grupos de dinosaurios elegían asegurar sus huevos allí.

Como en los inicios de la investigación doctoral de Lucas no se esperaban resultados tan prometedores como los que encontró, le sugirieron trabajar además de Sanagasta en otras regiones de La Rioja. Así fue que se dirigió hacia Los Llanos, principalmente Tama y Olta, donde encontró más huevos que datan también de hace 80 millones de años, y el cráneo del primer cocodrilo cretácico de La Rioja, al que llamaron Llanosuruchus tamaensis. En el caso de los huevos se trató de saurópodos titanosauridos, unos dinosaurios herbívoros, cuadrúpedos, de cuello y cola largos y cabeza relativamente pequeña, de los cuales también hallaron sus restos en el lugar. Algunos de los ejemplares más famosos de esta especie son los Argentinosaurus y el Patagotitan, que alcanzaban las 70 toneladas, y hasta el momento se consideran los animales terrestres más grandes de los que se tenga registro.

Talampaya y el origen de todo

El equipo ARG trabaja en la Formación Chañares

En 2010, Julia y Lucas se contactan por mail y dan comienzo a un grupo de trabajo conjunto. Su primera labor  como co equipers fue la campaña al Triásico de la Formación Chañares, que organizaron a distancia entre los dos. En 2011, descubrieron muchas nuevas localidades con gran potencial paleontológico. Hasta entonces sólo se conocían los resultados de las campañas de Alfred Romer, de la Universidad de Harvard, que visitó la provincia en 1964 y de algunos colegas en las localidades clásicas. “Encontramos rincosaurios, que es un elemento faunístico que no se había encontrado nunca pero que tenía que aparecer, porque era cosmopolita y había aparecido en Brasil, en la Formación Santa María, de la misma edad que Chañares. Y lo pudimos encontrar. Era un problema de registro, que suele ocurrir”, explica Julia.

También hay lugar para las dudas y los rompecabezas. Del hallazgo del fósil hasta la publicación en revistas científicas puede pasar mucho tiempo, mientras los estudios y el armado de la anatomía de los “bichos” llega a ser entendida. Julia recuerda que en Chañares encontraron erpetosúquidos, arcosaurios de la línea evolutiva de los cocodrilos, que sólo se conocían en el hemisferio norte, en Inglaterra y EE.UU. Para concluir que se trataba de la especie Tarjadia, Julia y su equipo tuvieron que unir unos huesos largos que habían hallado en las primeras campañas con unas placas óseas (osteodermos) bien ornamentadas, y unos cráneos encontrados con posterioridad, en 2014, al mismo tiempo que se conocían por otros paleontólogos en Tanzania. Esta investigación en particular, por ejemplo, está en pleno proceso de descripción, a 9 años del inicio de las campañas.

Los paleontólogos no sólo buscan huesos o esqueletos. Incluso las heces fosilizadas, o coprolitos, pueden dar claves precisas del ambiente en el que vivían los dinosaurios y especies anteriores, su alimentación y sus comportamientos. En Talampaya, el equipo Archosauriform Research Group (ARG) que coordinan Lucas y Julia encontró, en una zona, miles de coprolitos de unos 25 centímetros. Estudiaron su composición e infirieron el entorno. Estaban caminando sobre lo que había sido una letrina comunal, un lugar determinado donde grandes manadas de animales herbívoros defecaban, un comportamiento que actualmente tienen principalmente los mamíferos, y que cumple una doble función: marcar territorio, alertando a los predadores sobre su tamaño y número, y diferenciar el lugar de donde se alimentan.

Lucas observó que los coprolitos tenían grietas de desecación, lo que indica un ambiente seco; fragmentos de vegetación, insectos y hongos que los componían ayudaron a imaginar el entorno. “Había volcanes cerca, porque todos los animales estaban tapados de ceniza volcánica. Uniendo varias piezas, podés recrear una ventana del Triásico: ambiente árido, una vegetación más que nada de helechos y equisetales asociadas a los cursos de ríos y una diversa fauna caminando dispersa”, explica Lucas, que con esta información, sumada a sus conocimientos sobre la morfología de cada especie, desarrolla otra faceta: la de dibujante o paleoartista. Aunque aclara que no es profesional, muchas veces los artículos de divulgación de las investigaciones de su grupo llevan sus ilustraciones.

La libreta de Bonaparte, un mapa hacia el Pisanosaurus

Cuaderno de notas de José Bonaparte (1962) e imagen satelital actual (1)

Por la Ruta Nacional 40, entre Guandacol y Villa Unión se encuentra la Hoyada del Cerro Las Lajas. Pertenece a la Formación Ischigualasto, por lo cual se la considera una ventana al Triásico tardío. Uno de los “padres” de la paleontología argentina, José Bonaparte, en su recorrido por el oeste del país en la década del 60, llegó hasta este rincón y descubrió fósiles de tres especies claves, una de ellas nada menos que el Pisanosaurus, el dinosaurio ornitisquio más primitivo, que vivió a finales del período Triásico, hace 220 millones de años y se trataría de uno de los primeros dinosaurios que se conocen.

Julia y Lucas relatan que en 2013 llegaron al lugar por primera vez, después de unas jornadas científicas sobre paleovertebrados que se habían realizado en la capital riojana. “De cuatro días de campo, dos fueron de un terrible zonda”, recuerda Julia. Pero ese tiempo, en el que llegaron a encontrar una gran cantidad de fragmentos fósiles, bastó para que decidieran organizar nuevas campañas y regresar los años siguientes.

Con la libreta escrita de puño y letra de Bonaparte y algunas fotos en blanco y negro, empezó la búsqueda de más restos del Pisanosaurus. Es que cuando “Bona”, como le dicen sus colegas, recolectó sus fósiles -junto con un arcosaurio que fue bautizado posteriormente Venaticosuchus- no lo encontró completo. El único ejemplar hasta hoy hallado está en la colección de paleovertebrados en la Fundación Miguel Lillo en Tucumán. Con libreta y foto en mano, el equipo de Julia y Lucas reinterpretó los esquemas y definió cada uno de los puntos figurados por Bonaparte para ubicarse en el lugar exacto de la región explorada.

Paleontólogos trabajando, en 1962 y en 2006 (2)

En tres campañas, en 2016, 2017 y 2019, encontraron más de cien restos fósiles que corresponden a arcosauromorfos, un grupo muy primitivo que incluye al linaje de los cocodrilos y los dinosaurios, a Exaeretodon, un cinodonte herbívoro cuadrúpedo del tamaño de un tapir, y tres animales con hábitos semi-acuáticos emparentados con los cocodrilos de la actualidad: Proterochampsa, Aetosaurorides (con una morfología similar a una mulita), y un paracocodrilomorfo que no se pudo determinar con exactitud.

Aunque no pudieron dar con más restos del Pisanosaurus, la ciencia dio revancha. Lucas viajó a Tucumán, pidió permiso y extrajo un fragmento del tamaño de un dado, de la roca que rodeaba a uno de los huesos del Pisanosaurus para analizarlo y determinar, en el campo, de dónde habría venido el dinosaurio, y en qué nivel geológico preciso. La colaboración de un especialista mundial desde EE.UU. en Cerro Las Lajas y el estudio de parte de más de 50 kilos de rocas extraídas del lugar les permitió hacer un análisis de geocronología y determinar las edades exactas de los fósiles que hallaron. Ahora sabemos que el Pisanosaurus tiene una edad de 229 millones de años.

Otro tesoro por descubrir en Vinchina

La Quebrada de Santo Domingo, a 3200 metros de altura, alberga fósiles de varios períodos, entre ellos del Cretácico. Localizada entre Jagüé y la Reserva Provincial Laguna Brava, esta zona es un nuevo campo de estudio que promete resultados fascinantes. En este caso, quien dirige la investigación es el paleontólogo Martín Hechenleitner, que llegó al CRILAR en 2012.

Además, el sitio de nidificación que encontraron en estas primeras campañas es aún mayor que en Sanagasta.

A finales de octubre de este año, el equipo de Hechenleitner publicó un artículo sobre el hallazgo de dos nuevas especies de titanosaurios, dinosaurios herbívoros de cuello largo que vivieron hace unos 70 millones de años, en los últimos momentos del Cretácico. El más grande, el Punatitan coughlini sería de unos 20 metros de largo, y el Bravasaurus arrierosorum, de siete metros.

El trabajo en altura es difícil. Pero hay años de trabajo por delante. La ruta riojana de los dinosaurios sigue creciendo con el entusiasmo de los científicos. No hay un punto de fin porque siempre hay un nuevo hallazgo o un aspecto más que investigar. “En Sanagasta ahora estamos estudiando la geoquímica de las aguas termales, en Tama nos encontramos también hidrotermalismo fósil, encontramos hormigueros y termiteros fósiles, en Talampaya encontramos un montón de vertebrados, artrópodos y hongos que todavía estamos estudiando”, cierra Lucas.

El cuidado del patrimonio es un trabajo que involucra, no sólo a los y las científicas y al Ministerio de Turismo y Culturas que autoriza las campañas y los traslados de los hallazgos, sino también de los pobladores locales. Por eso, Lucas y Julia coinciden en la importancia de la comunicación pública de la ciencia, las capacitaciones a guías de turismo y las charlas en escuelas y medios de comunicación.

De esta manera, no sólo se democratiza el conocimiento y se desarrollan año a año nuevos descubrimientos sino que la gente comienza a sentirse parte del resguardo patrimonial, consultando y avisando a las autoridades, al Museo, al CRILAR o la UNLAR si encuentra algún elemento fósil. Los parques con réplicas de dinosaurios, en Talampaya y en Sanagasta, y los próximos que se creen en la ruta riojana de los dinosaurios son una manera de acercar millones de años a la actualidad y poner frente a nuestros ojos los logros de la ciencia.

Lucas y Julia junto a su equipo (3)


*Periodista y realizador audiovisual riojano, desde La Plata

 

Notas:

La ilustración de portada es un dibujo del Dr. Lucas Fiorelli con una reconstrucción de la paleocomunidad en Cerro Las Lajas.
(1) Área de estudio de la Hoyada de Cerro Las Lajas, dibujada por José Bonaparte en su cuaderno de notas, e imagen satelital de la misma área. Presentada como información suplementaria en el artículo sobre Cerro Las Lajas (Desojo et al, 2020)

(2) Arriba: José Bonaparte y su equipo durante una excavación en la Hoyada de Cerro Las Lajas en 1962. Abajo: fotografía tomada por Lucas Fiorelli durante la campaña de 2016. Las flechas indican los mismos picos en el paisaje. Presentada como información suplementaria en el artículo sobre Cerro Las Lajas (Desojo et al, 2020)

(3) Fotografía en la Formación Chañares. De izquierda a derecha: Lucas Fiorelli, Julia B. Desojo, Jeremías R.A. Taborda, Martín Hechenleitner y Sergio de la Vega.

 

Referencias bibliográficas:

  • Grellet-Tinner, G., Fiorelli, L. A new Argentinean nesting site showing neosauropod dinosaur reproduction in a Cretaceous hydrothermal environment. Nat Commun 1, 32 (2010). https://doi.org/10.1038/ncomms1031
  • Fiorelli, L., Ezcurra, M., Hechenleitner, E. et al. The oldest known communal latrines provide evidence of gregarism in Triassic megaherbivores. Sci Rep 3, 3348 (2013). https://doi.org/10.1038/srep03348
  • Julia B. Desojo, Lucas E. Fiorelli, Martín D. Ezcurra, Agustín G. Martinelli, Jahandar Ramezani, Átila. A. S. Da Rosa, M. Belén von Baczko, M. Jimena Trotteyn, Felipe C. Montefeltro, Miguel Ezpeleta, Max C. Langer. The Late Triassic Ischigualasto Formation at cerro Las Lajas (La Rioja, Argentina): fossil tetrapods, high resolution chronostratigraphy, and faunal correlations. Scientific Report. DOI: https://doi.org/10.1038/s41598-020-67854-1
  • Hechenleitner, E.M., Leuzinger, L., Martinelli, A.G. et al. Two Late Cretaceous sauropods reveal titanosaurian dispersal across South America. Commun Biol 3, 622 (2020). https://doi.org/10.1038/s42003-020-01338-w