Cuando pensamos que la obra de un artista muy popular e indiscutido se agota, un excelente trabajo de curaduría consigue otra vuelta de tuerca. La muestra se llama “Van Gogh y Bretaña” y son sus responsables los curadores Carol Jacobi y Chris Stephens. La exposición abarca la época que Van Gogh pasó en la ciudad cuando era joven, entre 1873 y 1876.


Dudé bastante sobre que escribir en esta nota. Recién venido de Londres y con sobredosis de arte se me dificulta escoger. Si bien la muestra de Franz West en la Tate Modern fue lo que más me deslumbró, voy a hablar de otra, que me deslumbró como fenómeno: la de Van Gogh en la Tate Britain.

La Tate Britain es un edificio más modesto que la Tate Modern y que las National Gallery, ubicado no en el centro de Londres sino en Pimlico, un barrio de clase media y por su locación alejada del circuito. Ostenta la colección más importante de Turner y Moore de toda Europa y sin embargo no es eso lo que convoca. Me sorprende llegar en un día de semana y hacer una larga cola para poder ingresar y ver la muestra temporaria de Vincent. Vincent con su romanticismo suicida y su paleta exultante que hipnotiza por igual generaciones y fronteras.

Cuando pensamos que la obra de un artista muy popular e indiscutido se agota, un excelente trabajo de curaduría consigue otra vuelta de tuerca. La muestra se llama “Van Gogh y Bretaña” y son sus responsables la curadora en jefe Carol Jacobi, curadora de arte británico del período 1850-1915 del museo Tate Britain, y Chris Stephens, director del Holburne Museum en la ciudad de Bath.

La exposición abarca la época que Van Gogh pasó en la ciudad cuando era joven, entre 1873 y 1876. En Londres trabajó como aprendiz de marchante de arte, leyó las obras Dickens, Rossetti y Shakespeare. «Mi vida entera está dirigida a hacer las cosas de la vida cotidiana que Dickens describe», escribió en sus primeros años siendo un artista que atravesaba dificultades. Esto rescatado y exhibido de su correspondencia sobre todo con su hermano Theo.

Dibujó sorprendido escenas de la vida diaria de los trabajadores de las fábricas en los suburbios de Londres. Quedó fascinado y angustiado por las estampas en blanco y negro de la gente pobre y las injusticias sociales que se mostraban en periódicos y revistas británicas de corte reformista. En concreto las ilustraciones de The Graphic, que lo animaron a hacer obras de grafito en papel, de las que dan cuenta en esta muestra.

A pesar de su pobreza, buscó y coleccionó alrededor de dos mil grabados, la mayoría de revistas inglesas como Illustrated London News. El artista volcó su atención a estos grabados en sus últimos meses, pintando su única imagen de Londres “La ronda de los Presos”, a partir de la ilustración de Gustave Doré sobre la cárcel de Newgate.

En el relato curatorial, armado con algunas obras suyas (Noche estrellada, los girasoles, los botines y muchísimos bocetos, dibujos, cartas), otras de otros artistas, así como citas de escritores británicos, se marca este permanente cruce entre lenguajes y sus inter influencias.

Parten de que la capital británica le sirvió como fuente de inspiración, lo cual supuso que otros artistas lo tomaran como ejemplo. Asimismo, se relaciona al holandés con los pintores británicos a los que inspiró. Entre ellos destacan Francis Bacon, David Bomberg y los jóvenes artistas de Camden Town, quienes tomaron rumbo hacia el arte moderno. Al final, esta exposición muestra lo increíblemente no británico que era este europeo.

En Kafka y sus precursores, Borges arriesga la idea (propuesta ya por T.S.Eliot) de que nuestras lecturas presentes modifican de algún modo nuestra mirada y comprensión de los autores del pasado.

Al recorrer esta muestra redimensionamos la figura de un hombre profundamente comprometido con lo social. Un equipo estudioso y sensible escarbando en la vida y en la estética de un artista del cual lo separan siglos. Un equipo contemporáneo, que hurga con manos de lluvia en el espíritu de otro es, pienso, una fiesta y un acontecimiento al que el arte no nos tiene muy acostumbrados.