En Instagram sus fotos aparecen replicadas por cuentas con miles de seguidores de todo el mundo. Desde Vinchina, el guía de turismo y fotógrafo Facundo Carrizo muestra los impactantes paisajes de la cordillera riojana


*Por Álvaro Vildoza

Se define como un aventurero con una cámara. Sus destinos no los marca ningún mapa del tesoro o libro de rutas, sino los propios relatos orales de pobladores, puesteros y baqueanos de la Cordillera riojana. Él escucha, pregunta, investiga y cuando está seguro, sale a buscar esas imágenes que le contaron. Facundo Carrizo tiene 22 años, es nacido y criado en Vinchina, al noroeste de la provincia, y dice que espera vivir ahí toda la vida.

Expedición al volcán Veladero, a 6.450 msnm.

A la entrevista con Puente Alado, Facundo llega con bastantes kilómetros sumados en la última semana. Es que a una expedición a uno de los volcanes más altos de La Rioja, se le sumaron otras por el departamento Vinchina junto al periodista turístico Gabo Franco, fundador del blog de viajes Tripin, y a los fotógrafos y productores audiovisuales Gastón Luna y Gonzalo Granja, que se encuentran en pleno rodaje de la segunda parte de Maravillas Ocultas de Argentina, un documental que recorre los lugares más hermosos del país. Esta vez, la producción incluye a La Rioja y Gabo no dudó en llamar a Facundo para que los guíe por las mejores locaciones cordilleranas y los acompañe como parte del equipo.

“Los chicos de Tripin suelen compartir mis fotos y más de una vez me han escrito apoyando y reconociendo mi trabajo, así que cuando les aprobaron el proyecto me llamaron al toque”, cuenta Facundo, que conoció personalmente a los populares instagramers recién cuando llegaron a La Rioja.

En las redes sociales, varias cuentas de turismo y de fotografía re postean en sus muros las fotos de Facundo y otros fotógrafos. En el medio existe un código compartido de reconocimiento de la firma del autor, así que los cientos de miles de personas en todo el mundo que ven las fotografías en sus teléfonos saben quiénes capturaron esas imágenes. Otras veces, ese código se rompe, pero a él no le molesta: “Cuando alguien me roba una foto, más allá de cuestiones sobre la autoría o lo económico, me pone contento porque se difunde el pueblo. Mi objetivo con la foto es que mi pueblo sea conocido ante el mundo y a la vez visitado, porque creo que Vinchina tiene un gran potencial turístico”.

Una mirada hecha de relatos

Sus primeras salidas al campo -a ese campo sin hectáreas de soja, hecho de horizontes desérticos y algunos animales, explica- las hizo cuando tenía unos 7 u 8 años con su papá y su tío, uno de los guías turísticos pioneros de la zona. “Salíamos en Semana Santa por varios días, íbamos a lo de un puestero, un ermitaño amigo nuestro y convivíamos con él. Ahí hacíamos varias actividades, levantábamos corrales, labrábamos un poco la tierra, lo ayudábamos con el ganado”.

Para Facundo, esas fueron los orígenes de una conexión profunda con la naturaleza, con las raíces de sus antepasados. “Ahí mamás todo. Ahí ves cómo vive, cómo piensa, cómo es el contacto que esa persona tiene con la naturaleza, cómo se mueve, cómo se maneja sola en el campo”.

Por unos diez años, las salidas se repitieron cada Semana Santa. En esos grupos de aventureros solidarios, Facundo siempre fue el más joven. “Todos mis amigos son gente mayor. Me siento a conversar con ellos, escucho historias, cuentos y sobre todo, les pregunto sobre esos puntos recónditos del departamento Vinchina donde posiblemente haya algo lindo para registrar y documentar”. Uno, por ejemplo, le responde sobre un espejo de agua detrás de un cerro, y lo envía a consultarle a otro, y ese a otro. Así, Facundo recolecta los testimonios hasta llegar a su computadora con sus mapas satelitales en Google Earth. Cuando encuentra el punto, pide prestada la moto a su papá y sale rumbo a esa maravilla natural.

Entre sus amigos, fuentes testimoniales de sitios y panorámicas, se destaca Jacinto González, de casi 100 años, que según cuenta Facundo en sus posteos, se dedicó toda la vida a la crianza de ganado y a la fe católica, a tal punto que construyó un templo con sus propias manos. Fue Jacinto quien lo guió hasta la cima del Campo Los Realitos, para caminar sobre las nubes, tras dos días y medio de expedición por el subtramo del Qhapaq Ñan (Camino del Inca).

Aunque en el departamento de Vinchina sólo se registraron 11 casos, la pandemia de coronavirus impidió el turismo y el trabajo de guía se redujo a cero. Eso no detuvo a Facundo en la búsqueda de historias y tesoros. Junto a su amigo Pedro González, encararon un proyecto documental que registra una semana de convivencia y vida comunitaria junto a dos personas nómades que viven al interior del departamento, en dos puestos distantes, a unas 13 horas de la cabecera departamental.

“Fueron unas semanas inolvidables y a la vez muy tristes, porque es gente que vive en lugares muy recónditos. Tuvimos que hacer camino, fuimos en un Jeep a toda máquina, pero aún así fue muy duro para llegar. A esa gente prácticamente no la visita nadie”, cuenta Facundo.

El proyecto, que documenta ese día a día con entrevistas a los dos puesteros, es todo a pulmón. La nafta, fiada, la edición del documental, en proceso en los tiempos libres. Pero la misión es más grande. “El objetivo es que no se corte la historia. Pienso que esta gente se va a ir. No sé si del puesto o si se va a ir físicamente porque es gente de edad avanzada, uno de los casos. Ese es el principal objetivo, que se registre y se inmortalice”.

Jacinto González, uno de los grandes amigos de Facundo

“Estar allá en la cordillera te da vida ”

Como guía autorizado, no se cansa de trabajar en la Reserva Provincial Laguna Brava y lo disfruta porque a la vez, conoce a gente muy interesante, y a veces, algunos fotógrafos comparten con él algunos tips que atesora y pone en práctica.

Para explorar la montaña lo más importante es la logística y el respeto a la naturaleza. Se trata de conocer la cordillera y saber leerla: la hora en que corre viento, cuándo puede llegar un temporal, y cómo atravesarla en vehículos, ya sea en moto, en auto o en 4×4. Es cuestión de aprender con la práctica y por eso, el joven fotógrafo se guarda un tiempo en la semana para salir y andar.

Ya en el camino, que muchas veces debe abrirse a fuerza de pico y pala, el dron puede ser un buen aliado. “Es un juguete hermoso, da gusto manejarlo”, reconoce Facundo, aunque lo utilice sobre todo para chequear las vías, relevar caminos, analizar el terreno y por supuesto, hacer unas buenas tomas aéreas para Instagram.

La mirada de Facundo es original. En sus fotografías se nota un trabajo detallado por componer la inmensidad colorida de la cordillera riojana. En la mayoría de sus capturas, el hombre queda pequeño mientras mira las formas y texturas de la topografía bajo los cielos de azul intenso, a más de tres mil metros sobre el nivel del mar. Es una mirada construida con el tiempo, de conexión diaria con la naturaleza. Para él, la foto no es lo importante en sus recorridos, sino el placer de estar ahí y fundirse con el paisaje.

El Volcancito, a más de 4.200 msnm.

“Cuando llego a los lugares, los disfruto, los mamo, veo todo lo que ocurre alrededor. Luego de estar unos 15 minutos disfrutando, estirando, relajándome después de la dura caminata o del camino en moto, recién entonces voy y hago click. Ya está. Dos disparos, no más. A lo más lindo, a lo que más me llama la atención, a eso le saco una sola foto. La prioridad es disfrutar el lugar, conectarse con él y recién ahí, registrarlo”, explica.

Hacer montaña “a la antigüita”

A Facundo, el experimentado montañista riojano Nando Ocampo le puso un apodo: el “kamikaze”. Él dice que Nando lo reta “porque hago montaña a la antigüita, no poseo equipo profesional técnico y aún así ando haciendo cumbre, siempre respetando a la naturaleza y a mi familia, que me espera el día que les prometí que volvería”.

Facundo sale en lo que sea. Para hacer el acercamiento hasta el último punto transitable en vehículo, viajó en moto, en camioneta y hasta en auto. Después, arranca la caminata por varios días con la mochila a cuesta: carpa, comida, calentadores de gas butano, bolsa de dormir y cámara. “Parecen tres cosas locas pero pesan como 30 kilos”.

Su primer ascenso a “los 6 mil” fue al Volcán Bonete chico, de 6759 metros y considerado el tercero más alto del mundo. “Fue muy curioso porque el primer ascenso a ese volcán lo hizo un lugareño de Jagüé, Cirilo Urriche, hace 50 años. Y tuvieron que pasar 50 años para que alguien de la zona haga cumbre. Ese fui yo”, dice con orgullo. El homenaje consistió además, en poder demostrar que todo se puede, porque Facundo hizo el ascenso como lo hizo Urriche, sin equipo técnico profesional. “Él hizo el acercamiento en mula y yo lo hice en moto, más moderna, digamos”. Aunque partió con un amigo, éste se descompuso y no pudo hacer cumbre, así que finalmente lo hizo en solitario.

“Soy una persona que la cordillera la anduvo, la caminó, y la durmió muchas veces. He pasado mucho frío.  Ya voy festejando cinco cumpleaños en la montaña, dos de manera accidental, porque se nos complicó en la montaña y tuvimos que dormir ahí, en la tumba de un finado para poder resguardarnos. No lo hice a propósito sino porque no había otro lugar”, recuerda Facundo. Y su experiencia se nota. Como guía, lo contactan por el boca en boca y a través de Instagram. La promesa es tentadora: “Sé cuáles son los puntos que posiblemente anda buscando alguien a quien le gusta mirar paisajes únicos y lindos. Una cosa es la Laguna Brava convencional y otra la Laguna Brava fuera de ruta”. Una pequeña muestra son sus fotos, que dan la posibilidad de viajar a través de ellas y logran que miles de personas pongan a Vinchina en el mapa de sus destinos más deseados.


*Periodista y realizador audiovisual riojano, desde La Plata