Entre los estrenos del Festival de Cine de Mar del Plata hubo un film que despertó el recuerdo, por semejanzas y contradicciones, de “Una mujer Fantástica”, la película chilena de Sebastián Lelio. En esta nota: “Las Siamesas” y “Una Mujer Fantástica”, dos películas de mujeres que resisten (por causas muy distintas). 


Sin equilibrio

La simetría ofrece una especie de balance absoluto. Ese balance inspira orden. Equilibrio.

 En “Las Siamesas (Paula Hernández, 2020)*, recientemente presentada en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata,  la directora ofrece todo lo contrario a la simetría: encuadres claramente desequilibrados, rotos. Con personajes que habitan una porción menor del espacio, casi siempre en el extremo inferior. La puesta en escena genera una extrañeza y una incomodidad que afirman el sentimiento que genera Clota (una brillante e insoportable Rita Cortese) madre de Stella (una sólida e inquietante Valeria Lois). Unidas de una manera enfermiza y desequilibrada.

La verborragia casi siempre desubicada, hiriente y discriminatoria de Clota construye el clima desesperante del film. Ella no está cómoda en ningún lugar, de ninguna manera, con ninguna persona. Una disconformidad con la vida que incomoda, molesta, repele.
En ese contexto Stella parece una hija ejemplar. Tolerante y paciente. Entiende el dolor de su madre, sus miedos y por ello resiste. Está siempre allí para ella. Pero no es así. Las culpas se distribuyen casi por igual. Ninguna puede encontrar el balance que las independice, las unen sus miedos a enfrentar el mundo en soledad. La voluntad dominadora de Clota no es suficiente para justificar la desidia cobarde de Stella, que nunca encuentra la fuerza para enfrentarse a su madre con la vehemencia que la situación merece.  

El abandono de Raúl (padre de familia y esposo de Clota) es un episodio fundamental de la unión Clota-Stella. No tanto por el dolor de vivir sin él. Sino más bien por cierta envidia de que Raúl sí fue capaz de huir de ese clima agobiante. Se liberó del cautiverio y vivió de la forma que quiso, sin pesares (o con pesares pero a su voluntad. No lo tengo claro).

Stella sueña con liberarse, pero teme. Teme y ama. Ese amor y la incertidumbre de que sucederá con la madre en cuanto la hija elija (al fin) su camino la obliga a resistir.
A Clota la desespera perder el control.
En esa puja de dos personas que se aman está la tensión desequilibrante, furiosa y extrema que sostiene la película. Hernández se ocupa de manifestarla también en su puesta en escena, con originalidad y eficacia para sostener el clima incómodo hasta un epílogo inesperado pero aparentemente la  única escapatoria 

Mujer Maravilla

“El mundo siempre está mejorando” es algo que me digo. A veces lo dudo, pero me lo vuelvo a decir, como si creerlo fuese una necesidad para seguir adelante.

Gran parte de “Una mujer Fantástica” (Sebastián Lelio, 2018)** pone en duda esa creencia que sustenta mi fe en las personas, aunque al final me devuelve alguna pequeña esperanza.   

Marina es una mujer trans que convive felizmente con Orlando, un hombre que la dobla en edad. Un amor tan intenso y cómplice que incluso me conmueve sin pretenderlo. A esos primeros minutos los percibo como una prueba del progreso, hasta allí todo es amable. Apacible
Pero, casi inmediatamente, la fortuna juega su juego: Orlando sufre un aneurisma. Y a pesar de la carrera frenética hacia la clínica y de todos los esfuerzos de Marina, ese incidente acaba con él. Orlando ha muerto. Y a partir de allí el relato cambia, aparece la frialdad, la crueldad, los prejuicios. Y con ellos mis dudas.

Ahora nadie parece poder comprender aquel amor. Con la muerte de Orlando empiezo a ver ese mundo que me duele, en el que la gente no acepta las elecciones personales, ni siquiera la de un nombre (preguntan insistentemente su nombre legal), un lugar que no sabe del dolor ajeno, que no puede empatizar. Donde los prejuicios y el desprecio están por encima del respeto y la dignidad. Me preocupo. Me asusto. Me pregunto: ¿realmente estamos mejorando? 

Los minutos pasan, no aparece nadie con quien Marina pueda compartir ese dolor, no hay un abrazo, ni siquiera hay alguien que traiga ese “todo va a estar bien”. ¿Se acabó el amor y la bondad? ¿Dónde estamos? En aquel espacio reconfortante del inicio en que todos aceptaban el amor, donde nadie miraba de reojo. O este otro que apareció tras la muerte de Orlando: antro doloroso y cruel que duda todo el tiempo de los sentimientos de Marina, que no solo juzga, sino que concluye en favor de sus prejuicios.
La violencia a la que la familia de Orlando somete a Marina es indignante. A esta altura ella ya es una heroína para mi. Espero ansioso el momento en que se revele y cague a cachetadas a alguno de esos violentos irrespetuosos, para saltar del sillón como en aquel gol Quinteros en el Bernabeu. Pero Marina resiste. Gallarda, estoica, implacable. 

Mientras la llamen por su nombre, ella resiste. Que reconozcan su identidad es lo más importante. Evade la violencia con admirable grandeza. Y educa, al menos a mi. Ya no deseo las cachetadas, ella no es como ellos.  

Cerca del final es notable que su vida cambió, aunque la película no lo confirma,  siento que ella está de nuevo en un lugar seguro, ese del inicio del film. En un trabajo donde su jefa la respeta e incluso la cuida. En un nuevo departamento con la mascota que le regaló Orlando. Y rodeada de gente que la ama.
Para el cierre Marina canta en un teatro. Está espléndida. La gente fue a admirar su talento.
Siento que hay esperanzas. Que falta mucho por mejorar pero que con un poco de esfuerzo y valentía podremos enfrentar a los monstruos y que Marina encontrará cariño y no violencia. Respeto y no discriminación. Si alguna vez tiene que enfrentarse al dolor nuevamente.


*“Las Siamesas” (Paula Hernández, 2020) se proyecta en La Rioja, el 29 de noviembre, a las 22, en el Parque de la Ciudad.

**“Una Mujer Fantástica” (Sebastián Lelio, 2018) puede verse en PrimeVideo.