Los invitamos a conocer un poco del camino recorrido por un artista riojano, pero sobre todo, un caminante.

A lo largo de sus 97 años, Alberto Carballo expuso sus obras en todo el país, América Latina y Europa, sus cuadros formaron parte de una exposición en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación. Además es autor de 33 canciones y de 4 libros. 

Escribe Magalí Jiménez – PUENTE ALADO


Quizás sea aquel fugaz encuentro con Leopoldo Lugones en el mítico Café Tortoni, el que le hizo saber que dedicaría su vida a llevar La Rioja por donde vaya, a mostrar los colores de su paisaje con sus cuadros, la musicalidad del acento en su poesía y la nostalgia que le deja a quien se va lejos, a través de su música. O quizás, siempre supo que su trabajo iba a ser el de embajador itinerante de La Rioja, sin que nadie le asignara ese cargo de manera oficial.

 

Allá lejos en el tiempo…

Se marchó de su Rioja natal en 1937, con 19 años y el sueño de hacer la carrera de arte en Buenos Aires, lugar al que llegó gracias a una beca que ganó con su primer cuadro, una obra religiosa que pintó inspirándose en la página de una revista. Ya con el título de profesor nacional de arte, decidió conocer la noche porteña y así desembocó en el mítico Café Tortoni, donde se codeó con grandes figuras como Leopoldo Lugones, Enrique Muiño, los hermanos Podestá y González Tuñon, uno de los que le tendieron la mano para que pudiera publicar sus primeros poemas. 

Su acento de interior fue el que lo llevó a las tablas, interpretando un pequeño personaje en la obra “Joven, viuda y estanciera”; “lo único que tenía que decir era: señora, ya está listo el caballo y me pagaban 5 pesos por noche, en aquella época era una barbaridad, era mucha plata”. Repitió esa rutina durante cuatro meses y el dinero que recibió de esa “changa”, es lo que le posibilitó armar su estudio de pintura, allí creó innumerables piezas de una belleza única, recreó canciones, indios, paisajes del interior, aromos, pero también trabajó en nuevas formas de plasmar arte, inventó un método, que fue reconocido por el Fondo Nacional de las Artes como técnica nacional, al que denominó Piro art, donde las materias primas son la madera y el fuego.

Desde que marchó a Buenos Aires, Alberto no volvió a echar raíces en La Rioja, pero las chayas en el patio de su casa paterna, el aroma de la Ciudad de los Azahares y los cerros violáceos  tuvieron siempre un lugar en su valija de viajero, “mi ambición era llevar La Rioja a todos lados, yo llevé la riojanidad a Suiza, Francia e Italia, lleve La Rioja por todos lados”, afirma Carballo luego de recordar una anécdota en el Café Tortoni, que tuvo como protagonista a Leopoldo Lugones, “él me preguntó si amaba a mi tierra y yo le respondí: con toda mi alma, yo vivo soñando con mi tierra. Él me respondió que también amaba a su tierra, pero él nunca más pudo volver a su pago”.

 

Volver…

Alberto dejó La Rioja hace más de 70 años, pero reconoce que cada vez que vuelve a pisar este suelo, siente “mucha  nostalgia”, y en honor a esa emoción, es que escribió “Por los caminos del viento”, libro que presentará en septiembre de este año en la Feria del Libro de Córdoba. “Le puse así porque el viento anda por todos lados, va y viene, entra y sale, es lo que he hecho yo, porque yo he andado por tantos lados, y en este libro relato todo lo que me pasó caminando en estos 97 años”, argumenta Alberto.

El hermano del chayero mayor, Quito Carballo, reconoce: “no sé si habrá un cuarto libro, pero pienso seguir escribiendo mientras tenga vida y habilidad”.

 

(Edición de video Antonella Sánchez Maltese para PUENTE ALADO)