Auschwitz, donde no habita el olvido

El campo de concentración nazi albergó la mayor cantidad de prisioneros de la época más nefasta en la historia de la humanidad. Se calcula que más de un millón de víctimas perecieron en sus instalaciones. Hoy es el Museo estatal Auschwitz-Birkenau, un espacio para repasar la historia que pareciera susurrar desde los rincones, a veces a gritos desde las ruinas: “no lo olvides”.


Ubicado a 70 km de Cracovia en Polonia, Auschwitz-Birkenau es considerado como el centro de exterminio más grande de la Alemania Nazi. Visitarlo es un recorrido lúgubre, lamentable, doloroso pero necesario. Por mucho que hayas leído, investigado o visto acerca de la Segunda Guerra Mundial, nada te prepara para lo que vas a experimentar desandando los mismos pasos de todos los que padecieron el horror allí.

El número total de muertes todavía es un debate pero se estima que de un millón trescientas mil personas que fueron enviadas a Auschwitz-Birkenau, más de un millón fueron asesinadas, entre judíos, polacos, gitanos, prisioneros políticos, de guerra, comunistas, homosexuales. 

Todo sigue igual, tal cual lo dejaron tras la huida. Incluso los edificios que dinamitaron para borrar huellas, se reconstruyeron con los mismos materiales. El alambrado, las verjas, todo sigue ahí, como también el cartel de hierro «Arbeit macht frei» (el trabajo hace libre), el mismo que daba la bienvenida mortal hace 80 años es el que nos recibe al ingresar a recorrer este Museo, que en 1979 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, como el lugar de mayor simbolismo del Holocausto con el fin de preservar para recordar.

175 hectáreas es la dimensión que comprendían Auschwitz I, II y III. Estaban divididos con alambre de púas y rejas electrificadas. Hoy los edificios lucen limpios y ordenados, las barracas están vacías, los alrededores cubiertos de césped y algunas florecitas silvestres decoran el lugar. Este suelo por el que camino hoy es un inmenso cementerio. Me estremece pensar que aquí tiraban las cenizas de las víctimas para remover la nieve.  Antes, este parque verde era barro y, en invierno, perder un calzado significaba morir de frío.

El tour del espanto

Más de dos millones de personas visitan Auschwitz cada año y son asistidos por 320 guías de diferentes nacionalidades, ellos son los encargados de relatar los crímenes que ocurrieron allí, pero aún hay personas que insisten en negar que esto ocurrió. Por eso es que cada 27 de enero se conmemora la llegada de los soviéticos y la consecuente liberación de Auschwitz, como día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto

Recorremos los pabellones, el guía describe lo que sucedía en cada uno de ellos: los números, los trenes que llegaban a diario, los detalles escalofriantes de torturas, el camino a las cámaras de gas, los experimentos de Josef Mengele con los niños y mujeres… 

Aturdida, creo ir asimilando toda la información. Pero luego ingresamos al pabellón “Las pruebas del crimen” y nos topamos con una piscina llena de cabello humano, otra repleta de utensilios de cocina, en otra se muestran más de 44 mil pares de zapatos y ahí entiendo que no. Que aunque estudie al detalle cada aspecto de lo que pasó en Auschwitz, no será posible entenderlo, porque no hay lógica en el horror. El Museo presenta así la crudeza de la verdad para hacer frente a las teorías negacionistas que surgieron de historiadores y políticos que pretenden ocultar esta historia de dolor. 

Los pasillos están tapizados de fotos de las víctimas. Las mismas que fueron tomadas por sus verdugos en el momento en que los despojaron de sus ropas, su nombre y su humanidad. Los tatuaban con el código numérico con el que serían identificados de ahí en más. Apunto con mi cámara y congelo esas caras en mi memoria digital. Una turista española me reprende, me grita que no se fotografía a los muertos. Hoy entiendo que la ofensa mayor sería no documentar lo que pasó. No recordar. 

Hace 80 años que la tragedia del nazismo y su barbarie aterrorizaron a la humanidad. El paso del tiempo va llevándose a los sobrevivientes y a su historia, poco a poco el dolor y la voz de su memoria se va perdiendo, pero de nosotros dependerá mantener para siempre esta lucha contra el olvido.