Lo que pasa en el mundo siempre puede ser un puntapié para una película de terror. Los buenos relatos del género siempre han sabido aprovecharse del presente para (re) construir historias poderosas. 

En The Rental (Dave Franco, 2020) Mina y Charlie tienen una empresa que acaba de conseguir un contrato significativo. En primera instancia ellos parecen ser algo más que compañeros de trabajo, pero esa sensación se quiebra rápidamente con la entrada en escena de Josh, hermano de Charlie y pareja de Mina. Para celebrar el éxito los jóvenes deciden alquilar una casa magnífica en un lugar soñado: Mar y montaña, bosques y un cielo tan hermoso que parece dibujado. Charlie y Michelle (su esposa); Mina y Josh, los cuatro juntos parten rumbo a ese solitario paraíso para pasar unas minivacaciones. 

Al llegar a esa casa el primer encuentro con su locatario no será muy feliz. Mina sospecha que su apellido (Mohamadi) fue influyente para que su solicitud de alquiler a través del conocido sitio de reservas online, fuera rechazada mientras que la de Charlie fue aceptada casi inmediatamente después. La aparición del poco amigable administrador de la casa no hace más que completar las dudas de Mina, se trata de un racista. Incontenible, ella, lo increpa sobre el episodio de las solicitudes, indagatoria que el locatario evade con poca elegancia.
Los ánimos empiezan a ser más protagonistas y el paisaje se irá ocultando en un fuera de campo. A medida que el film avanza, la fotografía se hace cada vez más oscura (excepto en algunos escasos exteriores al sol), los espacios más reducidos y eso dota a la ópera prima de Franco de una atmósfera claustrofóbica que contrasta con a la amplitud de los terrenos en los que se desarrolla, pero hace coherente que esos espacios remotos, aislados y fascinantes se puedan convertir en lugares aterradores.

La película escapa todo el tiempo de los clichés del terror (lo consigue casi hasta el final) y en ese sentido alguno podría concebirla más bien como un thriller. La primera noche en la casa, el alcohol y las drogas serán protagonistas, Michelle y Josh quedan agotados por el largo viaje (ella)  y las sustancias (él). Y entre una cosa y otra Mina y Charlie [SPOILER ALERT] terminan teniendo sexo en uno de los baños de la casa mientras sus parejas duermen. Ese episodio será fundamental para el resto del desarrollo de la película. Los protagonistas del engaño pretenden mantener el secreto pero al día siguiente Mina descubre que hay cámaras en los baños, y seguramente en toda la casa. Las cámaras deberán ser otra confidencia que guardar puesto que un blanqueo de ellas significa, quizá, que se devele su infidelidad. A partir de esa primera noche el clima de incomodidad es casi permanente. Irresponsabilidad, ira, descontrol y algún recuerdo que parece insignificante se vuelve gigante, un cóctel que hace que lo que deberían ser unas vacaciones termine con el casero asesinado a golpes en el baño de la lujosa casa, y a partir de allí, el terror. Ocultar todo para proteger a Josh o llamar a la policía. Un personaje enmascarado aparece en escena para completar el escenario aterrador que lastima doblemente: distribuyendo el video del baño entre las parejas e intentado asesinar a cada uno de los ocupantes de la casa. 

El final es una aclaratoria totalmente innecesaria de las motivaciones y comportamientos del enmascarado que le sobra por mucho a una película que se destaca por un guión preciso y contundente. Que además encuentra en su gramática un modo poderoso de sostener esa historia tan bien escrita además de una inteligencia latente en el film para recrear algunos miedos comunes (quizá anticuados) que tienen que ver con las adquisiciones por internet y lo que pueda pasar en espacios recónditos. 

#QUÉDATEENCASA 

Host (Rob Savage, 2020) es la cumbre de la actualidad. Cinco amigas y un amigo se reúnen via Zoom para realizar una sesión de espiritismo guiadas por una experta que será incluida en la reunión. Aquí sí, los clichés están a la orden del día, pero sin embargo lo valioso del film está en sus formas y en que más allá de caer en esos recursos recontra conocidos nunca deja de ser interesante y aterrador. Todo el filme se desarrolla como si nosotros fuéramos espectadores (o tal vez integrantes) de esa reunión de Zoom, podremos ver sólo lo que las cámaras de cada uno de esos participantes nos permitan y entonces los fuera de campos de cada uno de ellos serán protagonistas absolutos.
Es en esos fuera de campo, en lo que no podemos ver pero tememos que aparezca o sabemos que está ahí, donde se construye el miedo. 

Por el modo de construcción cercano al falso documental podría decirse que la película tiene muchas similitudes con la gran “The Blair Witch Project” y en ese sentido se nutre de un cine de terror más noventoso para construir un relato de total actualidad con personajes en cuarentena, aislamiento, barbijos, reuniones por Zoom  y todo lo que hoy significa normalidad. 

Sobre el film no hay mucho que decir, las protagonistas no se tomarán la sesión con la seriedad debida. La conexión  de internet de la experta a quien contrataron para guiarlas, falla. Y quedan solas, cada una en su casa lidiando con los espíritus enfadados por su irrespetuosa actitud frente a la sesión. 

Nadie apaga su cámara (otro síntoma de una época), nadie abandona la sesión. Todas ellas permanecen frente a sus dispositivos intentando practicar algún conjuro que termine con esa sesión y devuelva a los espíritus a sus lugares. La tensión crece con cada desaparición, con cada aparición. Las actuaciones son muy eficientes pero sobre todo eso que no se ve, lo que excede las cámaras de los celulares o notebooks de cada una de las protagonistas es lo más aterrador y desgastante. 

Hay también cierta astucia y autoconciencia del film para construirse y para conocer sus propias limitaciones: todo dura tan solo 60 minutos, lo que puede durar una reunión de zoom.