Letras en Libertad, además de ser un proyecto de extensión de la Universidad Nacional de La Rioja, tiene un motivo que va más allá de lo académico: que las reclusas del Servicio Penitenciario Provincial recuperen el deseo a través de la palabra.


Escribe Martín Alanís*

De los encuentros se sabe esto: a veces son 8, a veces son 12 mujeres en total. Están ahí, esperando sentadas, en un banco de madera, incómodas. Tienen entre 19 y 60 años. Hace más de un mes que cada miércoles se reúnen dos horas por la mañana. A veces, estos encuentros son interrumpidos por el sonido de una amoladora. Otras, por las aspas del ventilador del Pabellón Penitenciario Provincial que cortan en seco el silencio. Y es justamente el silencio la hoja en blanco sobre la cual estas reclusas van a trabajar, para lo que van a trabajar y por lo que van a trabajar junto al equipo de Letras en Libertad.

Las reclusas se expresan en el proyecto «Letras en Libertad»

De Letras en Libertad se sabe esto: que es un proyecto de extensión del Departamento Académico de Ciencias Sociales, Jurídicas y Económicas de la Universidad Nacional de La Rioja. Que propone la aplicación de estrategias transformadoras y superadoras para mejorar y profundizar el proceso de alfabetización, de lecto compresión y escritura creativa de las participantes. Que, como todo proyecto de extensión universitaria, busca dar respuesta a las problemáticas sociales manifiestas articulando el conocimiento académico con las necesidades de un territorio en particular. Que fue declarado de Interés Provincial por la Cámara de Diputados de la provincia. Que ya contó con la participación del diseñador Coco Cerella, con el doctor en Sociología por la Universidad Nacional de Buenos Aires y docente e investigador de la Universidad de Catamarca, Mario Alanís. Que Letras en Libertad cuenta en su equipo con la doctora en Política y Comunicación Leila Torres, con los licenciados en Comunicación Social Carlos Rodríguez y Jimena Vera Psaró, el licenciado en Comunicación Social y publicista Rodolfo Varela, y el licenciado en Diseño Gráfico Alfredo Parada Larrosa. Que en esta primera etapa, los talleres de Letras en Libertad son dictados para las reclusas, y que más adelante, se hará lo propio con el pabellón de hombres. De Letras en Libertad se sabe todo esto. ¿Pero qué es todo esto?

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Leila Torres -42 años, doctora en Política y Comunicación, Programa en Problemas Contemporáneos en la Sociedad de la Información de la Universidad Complutense de Madrid- tiene claro lo siguiente: la academia sin compromiso social no tiene sentido. “En lo académico, siempre me interesó volver de donde uno partió. Conozco la pobreza, sé lo que es: la máxima de todas las violencias”. Torres, quien también se define como una educadora popular, remarca la importancia de acompañar a los procesos educativos, “acompañar porque yo fui acompañada. A mí me enseñó a leer y a escribir mi hermana. Ese sistema de acompañamiento yo lo tengo presente, yo no logré nada sola. Nada. Cuando vos reconocés que Argentina pasó por tu cuerpo, pero no caíste, ahí reconocés también que alguien te ayudó siempre”.

Leila dice que podría haber sido una de ellas. Pero que no. Que no fue una de ellas.

Ilustraciones de mujeres del Servicio Penitenciario Provincial

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Ellas: las reclusas: la que aprendió a escribir a los 10 años y consume drogas, la que no tiene motricidad fina y no sabe cómo agarrar una cuchara, la que cose y vende ropa. Las que llegan del interior de la provincia, de las provincias vecinas, del Gran Buenos Aires. La que ya terminó de leer Las Malas de Camila Sosa Villada y, a partir de su lectura, dibujó una mano que sostiene al bebé bautizado por esas travestis de Córdoba como El Brillo de los Ojos. Ellas, todas ellas: la desafiante que en su cuaderno cortó y pegó el siguiente cartel: “No me interesa el qué dirán”. Las esquivas. Las retraídas. Las que hablan de sexo, las que hablan de sus hijos, de cuánto extrañan a esos hijos. La que usa el papel del taller para freír milanesas y después se disculpa: “Después se lo pago”. Ellas: las que están ahí por robo a mano armada o por ser cómplices de un homicidio.

—Es importante rescatar que ellas no tuvieron oportunidades -remarca Torres, en diálogo con Puente Alado. Y agrega: –Y si han tenido oportunidades y han cometido errores, nosotros no somos quién en este proyecto para juzgar. Estamos para entusiasmar, reparar y acercar la posibilidad de soñar con que se puede seguir estudiando y profundizando la alfabetización.

Leila Torres trabaja con las mujeres del Servicio Penitenciario Provincial

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Letras en Libertad también trata de superar lo discursivo, ir más allá de lo académico y encender el deseo en las reclusas: “Poder desear, hacer que deseen algo. Desear escribir, desear leer, desear producir algo, desear estar, desear, escribir, volver al deseo. El deseo como forma de mitigar el agobio y los discursos violentos sobre ellas”. Torres tiene una firme y clara convicción de que la palabra es liberadora, creativa y curativa; y recuerda que “las mujeres fuimos históricamente silenciadas hasta el punto que no sabemos cómo nombrarnos, cómo narrarnos, cómo contarnos. ¿Y por qué letras? Porque me parece muy importante volver a apostar a la mujer como creativa. La escritura es terapéutica, es reparadora, te permite soñar, imaginar mundos. En el texto te mirás, te leés, te rompés, te volvés a armar, te volvés a pensar, te interpelás, te das cuenta que no entendés, te das cuenta que sí entendés, que esa sos vos, que jugás, que imaginás”.

Para cultivar esa creatividad, el proyecto Letras en Libertad convocó a una donación de libros para la Biblioteca Móvil del Servicio Penitenciario Provincial. Gracias a esta donación, las reclusas pueden acceder, por ejemplo, a los libros de Isabel Allende, Ernesto Sábato, Mario Benedetti, Camila Sosa Villada, Hebe Uhart, Toni Morrison, Alejandra Pizarnik, entre otros escritores y otras escritoras de La Rioja. “El libro tiene que estar como el agua, con ellas”, remarca Torres. El libro como el agua: como un derecho humano, y la literatura para calmar la sed de vida.

El mundo interior de una reclusa, plasmado en el papel

Letras en libertad se enmarca en una política que todas las universidades deberían llevar adelante: la de derechos humanos. “Uno tiene que hacerse cargo de esa partecita sangrante y doliente de América Latina”, subraya Torres. “Es una deuda que uno tiene con las mujeres sometidas con la pobreza porque nadie aprende con hambre, ni con 40º de calor, ni aprende fácilmente en un contexto de privación de libertad. Si a nosotros nos cansa este contexto de privación de la libertad por la pandemia, a ellas también, pero multiplicado por muchos años más”.


* Comunicador social y colaborador en diferentes medios digitales. Twitter: @CMartinAlanis – Instagram: @CMartinAlanis.