Talento, dedicación y un poco de suerte (?) para encontrar un gran cliente con una empresa pequeña: las virtudes de Marty Byrde para llegar al éxito. O las causas de una condena que lo lleva a vivir en la criminalidad. Algunas palabras sobre Ozark, una de las  mejores series de la actualidad.


Traición. Es un término que encaja bien para definir el inicio de Ozark, la serie de Netflix, donde Marty Byrde es un administrador financiero dueño de la firma “Lydell & Byrde” que se dedica a administrar inversiones para pequeños y grandes clientes. La empresa ha dado buenos dividendos gracias a su principal cliente, Camino Del Rio (Del, de aquí en adelante), un narcotraficante mexicano para quien Bruce Lydell  y Marty, lavan dinero.

Aunque muchos acusan a Ozark de ser “lenta” la serie no tiene tiempo que perder y ya en su primera escena nos muestra a Marty mirando un video de Wendy (su esposa) teniendo sexo con su amante para empezar a graficar la fragilidad de su matrimonio. A causa de esa traición Marty no puede concentrarse en su trabajo y no alcanza a notar lo que Del notara antes que él: otra traición.

En una tensa reunión clandestina de media noche, Del acusa a sus agentes financieros y dos transportistas de dinero de haberse robado cinco millones de dólares. El culpable debe confesar para que el resto no sufra las consecuencias. La tensión está en las palabras, en los gestos y en las miradas, más que en los tiros. Con pocos datos ya podemos imaginar al culpable pero ese “quién” no será lo más importante, casi en ningún momento de la serie, sino el “cómo” se resuelven las situaciones. Marty saldrá airoso de esa reunión con una nueva propuesta de negocios: devolver el dinero robado y trasladar el centro de negocios a los lagos de Ozark, Missouri, que según un folleto turístico tiene más costa que toda California.

La primera temporada tiene como pretexto central la necesidad de Marty de lavar ocho millones de dólares en tiempo record en ese lugar económicamente muerto.

Pero lo más interesante está en las interacciones familiares, el conflicto por la infidelidad de Wendy que se blanquea en el primer episodio, la tensión entre una pareja que se sabe rota pero debe permanecer unida en esa adversidad para proteger a sus hijos: Charlotte, una adolescente muy alterada por el cambio de vida que juzga a sus padres permanentemente; y Jonah, joven de 14 con problemas de socialización. Por momentos la crisis supera a la familia y Wendy cree que es necesario que sus hijos sepan la verdadera razón de su cambio de domicilio. Dos jóvenes, muy jóvenes, de vida totalmente normales de pronto saben que su padre trabaja para narcotraficantes y que además están en serios problemas por ese trabajo.

La incorporación, quizá arbitraria, pero también brillante de Buddy, un anciano en agonía a quien la familia Byrde compra su casa de Ozark pero como condición de venta deberán compartirla con él hasta el día de su muerte (12 a 18 meses según su diagnóstico) aporta aún más problemas familiares durante la aventura criminal.

En paralelo: los Langmore, una familia de ladrones de bajo fuste con los que Marty deberá lidiar. Los Langmore roban el dinero que Marty debe blanquear, pero el contador lo recupera a pura dialéctica, con la desventaja de que ahora la familia de ladrones sabe la cantidad de dinero que está en poder de los Byrde y a que se dedica Marty. Ruth es el personaje destacado de esa familia, una joven inteligente, avasalladora y audaz aparentemente capaz de cualquier cosa para salir del agujero en que está sumergida.

Completa la trama el (siempre necesario) agente del FBI que busca capturar a Del y tiene a Marty como única pista para llegar a él. El mas malo de los buenos si está dispuesto a todo, cualquier cosa, incluso violar la ley y los protocolos de Bureau Federal de Investigaciones para cumplir con su objetivo de atrapar a Byrde y conseguir al narcotraficante mexicano.

Casi todos los personajes adultos, impulsados por la ambición o la supervivencia, tienen un destacado lado oscuro, consciente, inteligente y calculador. En ocasiones se les hace pesado, buscan la manera de conseguir su objetivo y ser menos dañinos pero no siempre lo consiguen. Y casi que el único valor “normal” será la lealtad, importante en ese mundo de crueldad saber en quien confiar y con quien se puede contar.

La fuerza devastadora de Wendy para enfrentarse a todo, su inteligencia práctica, su encantadora manera de manipular. La frialdad calculadora de Marty para hacer equilibrio entre la seguridad de su familia, la necesidad de cumplir con sus actos criminales y su voluntad de no dañar ni perjudicar a nadie. Las ambiciones, el coraje y la brillantez de Ruth; contra una sensibilidad que irá despertando poco a poco. Los desplantes de Charlotte y el aparente desequilibrio de Jonah. Las siempre simpáticas apariciones de Buddy.

La potente calidad de los diálogos, gestos interacciones de personajes y la puja de poder por el territorio el dinero y el poder son condimentos que le dan Ozark un lugar destacado entre las series que están en plena realización y de la que se ha hablado poco (al menos no lo suficiente).

Todo esto es parte sólo de su primera temporada. Pero con el pasar de las capítulos sus personajes crecen más, aunque quizá “crecer” no sea el verbo adecuado. Cada una de esas personas, ciudadanos comunes sin mayores crímenes que una multa de tránsito, muta a largo del relato, se ceban de poder y empiezan a notar lo que pueden hacer (o mandar a hacer), a dónde pueden llegar.

Y aquí es donde vienen las comparaciones con la lejana Breaking Bad y aunque la temática e incluso la evolución de sus personajes pueden tener alguna similitud. Los personajes de Ozark parecen ser mucho más pensantes, calculadores y menos impulsivos. Se enfrentan con inteligencia al poder de propios y ajenos. Mienten con astucia y muchos momentos el único código valido parece ser el de sobrevivir.

Quizá eso haga que el personaje de Ruth se vuelva cada vez mas valioso, que esa joven que al inicio de la serie parecía ser la única con agallas (en los términos de Ozark) para cometer asesinatos, se termine convirtiendo en el personaje más querible de toda la serie. Quiza no la mas admirable, creo que ese lugar queda sin dudas para la implacable Wendy, siempre con las cartas suficientes o el mejor bluff para aprovechar las cartas ajenas.

Que toda la familia este involucrada es una diferencia enorme y un poderoso motor para el relato que hace que el mal (necesario) y la oscuridad de su personajes sea tan temible como razonable como aquella escena en la que Wendy le pide a su hijo (tiene 14 años) que dispare un rifle a quema ropa para defender a la familia de un sicario narco.

Temporada tras temporada (hay tres disponibles y una con plan de rodaje) Ozark se vuelve más oscura, sus personajes más complejos, muy inteligentes, con sus sentimientos comunes (amor, deseo, nostalgia) a cuesta y en constante tensión con límites siempre difusos, en un mundo que parece lejano pero quizá es muy cercano y no podamos observarlo. Todo ese universo cruel, calculador y egoísta, comparte mucho con el tono, clima y desolación que habita las películas del enorme David Lynch (Mulholland Drive, Lost Highway).

Cabe aclarar que el modo narrativo es muy lejano, Ozark adopta un estilo clásico, correcto, preciso y muy prolijo, no hay demasiada audacia en su gramática aunque si en la composición de sus personajes, el modo en que opera todo ese guion nunca queda forzado. Pero el pesimismo, la tensión y la oscuridad de un mundo oscuro, de esta misma dimensión que opera en nuestras espaldas o delante de nuestras narices sin que podamos observarlo, sí se acercan al clima que suele generar el autor de Eraserhead.

Entre tanta serie mediocre, consumida por inercia capitulo tras capitulo esperando que el relato destaque en algún momento, Ozark asoma como una opción brillante en un catalogo inundado de contenidos sin valor.