Vení que te invito a leer

Victoria Ferrara y Marisa Piehl trabajan desentrañando personajes, tramas, lenguajes y simbolismos a través de los talleres de lectura que dictan en la biblioteca Marcelino Reyes. Nos metimos a bucear en esos encuentros que llevan 12 años ininterrumpidos con personas que eligen este espacio, donde los libros son protagonistas. La riqueza de las lecturas colectivas, lxs lectorxs en La Rioja, los libros en la era digital, y mucho más en esta nota.

Escribe Antonella Sánchez Maltese – PUENTE ALADO


Hay libros que disparan llantos. Otros carcajadas, enojos, tensiones, deseos, broncas, angustias, recuerdos. Y hay tantos tipos de lectores y lectoras, como personas gustosas de leer. Autores y autoras complejos, otros simples. Literatura rusa, argentina, europea, oriental. Todo eso se pone en juego en los “Talleres de lectura de la Marcelino”, donde se abandona el espacio íntimo de la lectura para volverlo colectivo.  

Marisa y Victoria son docentes, licenciadas en Letras. Y son las responsables de que La Rioja cuente hace más de una década con este espacio donde confluyen personas que disfrutan la lectura, compartirla con otrxs y debatirla.     

¿El requisito para participar? Leer.

“El taller nació con la inquietud de hacer algo distinto. Nos gusta esta idea de ser gestoras culturales, de no quedarnos en el aula sino salir a difundir la literatura”, explica Victoria cuando la indagamos sobre los orígenes.

“Hoy el único requisito que ponemos es que les guste leer. En algún momento pusimos límite de edad, a partir de los 16 años para que haya una aprehensión adulta del libro, pero tuvimos chicos del secundario que eran un balazo”, explica Marisa. “Algunos incluso terminaron estudiando letras, como Felipe”, agrega su compañera.

Surge en el 2007 cuando Victoria se muda de Sañogasta (Chilecito) a La Rioja. “La idea nace de un taller de lectura que se hacía en La Plata. Se lo propuse a María Luisa Iribarren, a Marisa y a otra compañera, Graciela Castañeda”, explica.

El primero que organizaron fue sobre literatura de mujeres. Con libros que conocían ampliamente y propuestos por ellas mismas, el taller se puso en marcha.

En busca del “lector ingenuo”

Trabajan con el concepto del “lector ingenuo”, tal como lo llama Humberto Eco: “es el que viene con lo que sabe, con sus propios conocimientos”, explica Victoria.  

Las coordinadoras del taller buscan “abrir la idea”, es decir ir más allá lo que se presumen que los lectores y lectoras dirán de ese libro. Casi al final del encuentro y si queda tiempo, arman grupos, proponen actividades y nunca falta el recreo con el cafecito.

La modalidad del taller cada año es la misma: se organizan por temática (mujeres, premios nobeles, Europa, Rusia, Latinoamérica de la última década, y otros), luego seleccionan los libros con asesoramiento previo, y los encuentros se concretan una vez al mes.

Cuando está definida la temática por año, cada mes se trata un libro, que en general son novelas, a veces cuentos, u obras de teatro.

“En cada taller empezamos con una puesta en común, sin ninguna presión, cada uno desde donde leyó, lo que le gustó, o lo que no. Después nosotras hacemos un aporte, que tiene que ver con la carrera de una, y la preparación del taller”, explica Marisa.

“Hay mujeres, como Graciela Carreño que viene desde la primera vez, hace 12 años, y otras hace 10 o 9, que leen los libros y buscan información en google, o relacionan con otras lecturas. Otras vienen diciendo que no leyeron nada porque no les gustó, y otras con el speeach armado”, cuenta Victoria sobre sus talleristas.

Los libros no se extinguen. La lectura tampoco

Está claro que en un taller de lectura el mejor lugar en el cartel se lo llevan los libros. Elegir los títulos que se trabajarán cada año tiene su proceso. “No leemos todos los libros que trabajamos. Entonces buscamos referentes, como es el caso de Cecilia Pagani, porque ella siempre está leyendo lo último en libros de Argentina y latinoamérica, entonces le pedimos un listado”, explican.

Suena casi como una provocación, en un taller de lectura, preguntar si en la era digital se está perdiendo el gusto por leer, o si el libro impreso va camino a desaparecer, pero resulta tentador escuchar la mirada de estas expertas. Ambas se ríen, y Marisa recuerda que surgieron los mismos temores cuando pasamos de la piedra al papiro, o del papiro al libro, “siempre está el miedo con lo nuevo”.

Victoria se declara al igual que su compañera “partidaria del libro digital”, aunque reconoce: “nos gusta el impreso por una tradición y por haber nacido en esa era”.

La inquietud apocalíptica queda rápidamente dilucidada: “Y para quienes dicen que ya no se lee, la prueba de que se sigue leyendo está acá”, sentencia Marisa entre risas.

Desde su experiencia docente, ambas coinciden en que los chicos y chicas salen del secundario con poca lectura “pero no tienen problema en adaptarse cuando se les pide que lean”.

“En la educación formal se ha perdido cierta lectura, aunque es cierto que nuestra generación tampoco leía, o lo hacía obligada y los que leíamos mucho, lo decía María Elena Walsh, éramos ratas de biblioteca. Pero salíamos con una cultura general porque nos obligaban a leer ciertas cosas”, señala Victoria.

“Siempre que hablamos de educación sistemática, es obligatoria, además el chico es obligado a hacer ciertas cosas porque no quiere hacerlas, y es lo lógico. Pero está el autoritarismo y está la autoridad. Y dentro de la autoridad está la buena onda, está la forma de que éste libro te guste. Ningún chico sale jugador de fútbol si no vio nunca antes una pelota”, reflexiona.

Ida y vuelta

Durante estos 12 años, decenas de lectores y lectoras pasaron por el taller de lectura. Juntos descubrieron nuevos autorxs, obras, compartieron miradas, silencios, y quizás algunas veces no coincidieron.

“Lo hacemos porque queremos, nosotras tenemos un panorama de la literatura muy amplio y mucho se lo debemos al taller”, asegura Marisa. “Nos pasa que muchas veces lees lo que tenes que dar en clase, o investigar, en cambio esto siempre fue un escape”, siente Victoria.

Ellas lo disfrutan por las mujeres y hombres que se refugian en la oralidad de una lectura. “Nos enriquecemos escuchándolos. Después de 12 años quien se integra lo hace a un grupo que trabaja lindo, desde el gusto, de algo placentero”, aseguran.

Para estas expertas lxs lectorxs de La Rioja son iguales que en todos lados. La provincia no se diferencia ni para bien, ni para mal de ninguna otra. Sin embargo advierten que cuando empezaron el taller no había el movimiento que hay ahora, con varias librerías, ni muchos talleres literarios, como sí los hay en la actualidad.

Hoy hay estudiantes que dictan el taller. “Es una satisfacción muy grande que quieran hacerlo, y también que exista público interesado”. Ellas se imaginan el taller por 12 años más: “mientras tengamos cuerpo que nos aguante” (risas)

Toda novela u obra literaria propone nuevas formas de abordaje, y ese “lector ingenuo” llega buscando eso. Ellas están ahí, abriendo siempre nuevos horizontes de lectura.

Marisa nació en Buenos Aires pero es riojana por opción. Es licenciada en letras, apasionada por la lectura y es lo que la define. Es docente de la UNLaR, la UNdeC, y está en el equipo de investigación José Saramago.

Victoria vivió 22 años en La Rioja y luego se fue a vivir a Córdoba. Licenciada en letras y recibida como profesora en el profesorado Albino Sanchez Barros.

Ambas recorrieron toda La Rioja como asesoras del Ministerio de Educación. «Tenemos el orgullo de conocer la educación de acá, y podemos hablar desde adentro,  y además nos gusta desde lo cultural”. Hoy trabajan un proyecto sobre el escritor Daniel Moyano “como gratitud a la cultura riojana”.


La Rioja 19 de abril de 2018