En los primeros días de Febrero se dieron a conocer los resultados del concurso Raymundo Gleyzer. Varios riojanos habían enviado sus proyectos pero ninguno fue seleccionado.
¿Es el inicio de un camino? 


Desde que empecé a tener interés por el cine siempre estaba la posibilidad de participar en concursos aunque siempre parecía muy difícil: planillas, proyectos, presupuestos, logline, tratamiento, públicos a los que apunta la película y más (muchos más) papeles… Cuando uno es joven, todo eso es muy nuevo y bastante embrollado. Por lo general en ese momento la idea es agarrar la cámara y filmar a primos, amigos y conocidos buscando dar vida a una historia original. Con mayor o menor pericia hay varios cortometrajes testigos de ese entusiasmo y (en  algunos casos) del talento de sus realizadores.

La edición 2020 del Concurso Raymundo Gleyzer no seleccionó ningún proyecto riojano

Hay buenas conclusiones para sacar del concurso Raymundo Gleyzer y otras que quizá no gusten tanto. La gran noticia es la cantidad de participantes que enviaron proyectos desde la provincia, la experiencia que les queda por haberlos preparado y la posibilidad de acudir a otras convocatorias con esas mismas carpetas. Evidentemente uno de los grandes objetivos es perder el miedo a esos concursos y con el tiempo ir mejorando cada proyecto para poder materializarlos.

Preparar los proyectos para aplicar a concursos de largometrajes requiere de esfuerzo y tiempo de un equipo de trabajo que tiene que estar convencido de lo que están gestando. Y por lo general es todo “por amor al arte”. Mucho esfuerzo. Mucho tiempo. Y ninguna renta. 

Por mucho esfuerzo que hayan hecho los representantes del sector en el gobierno, las políticas que pretenden favorecer la producción en la provincia siempre fueron flacas. Y la realidad parece ser que quienes toman decisiones en el Gobierno nunca vieron en el cine una posible industria para explotar. 

Sería bueno ver al estado provincial más involucrado. Ofrecer mayor apoyo a quienes pretendan integrarse a la industria. Asistencias de todo tipo son necesarias, desde capacitaciones para los roles que exigen los concursos, acompañamiento en el desarrollo de proyectos, tutores en los momentos críticos cercanos a fecha de cierre. Todo esto se hizo en algún momento, pero creo que lo que falta es consistencia. Saber que cada “marzo” inicia un nuevo taller de desarrollo de largometrajes sería extraordinario. Tener claro quienes son los tutores experimentados a los que se puede acudir, también sería un gran aporte. 

Si bien es cierto que existen laboratorios de desarrollo auspiciados por diferentes festivales me parece trascendental que la provincia brinde apoyo al sector. 

Por otro lado, siempre me pareció interesante la idea de películas financiadas por la provincias. Hay experiencias de películas chicas (de bajo presupuesto) que llegaron al estreno comercial: “Hoy partido a las tres” o “El último verano del Camoati” solo por dar ejemplos.

Leo Sbaraglia durante el rodaje de Relatos Salvajes (Damián Szifrón) en Salta

O por qué no pensar en Films del estilo Historias Breves o Relatos Salvajes, compuestas por cortos con temáticas en común, o no, financiados por las provincias, quizá con presupuestos menores a los que maneja el INCAA, pero que brinden las posibilidades mínimas para un rodaje profesional.
Eso seguramente se constituiría como un semillero de nuevos directores, nuevos productores y técnicos con experiencias que engorden los curriculums a la hora de ir a pedir presupuestos al Instituto Nacional de Cine. 

Hay otras experiencias que podrían ser interesantes de aplicar en la provincia. Las películas taller que se realizaron en Córdoba al mando de Rosendo Ruiz y Alejandro Cozza, son también una alternativa posible.

En diferentes provincias los trabajadores del cine organizados consiguieron leyes que otorguen financiamiento a proyectos provinciales. Tal vez la diferencia más clara entre ellos y nosotros es que esas provincias ya contaban con una cantidad apreciable de películas estrenadas por realizadores locales. 

Y en ese sentido es un poco entendible que el Gobierno local dilate el tratamiento de una ley de apoyo a la industria del cine. Primero hay que mostrar voluntad de hacer y fuerza de trabajo. Lo cual es muy difícil por todo lo dicho antes y porque en nuestra provincia la mayoría de los trabajadores audiovisuales son precarizados que necesitan trabajar de lo que les deje la mayor renta posible.

Por ello también, la solicitud de políticas superadoras que sean un puente y permitan demostrar el talento de los locales sin que eso signifique prendar sus vehículos o sus equipos de trabajo. Me parece que continuar en este sendero (largo) hacia la ley de cine, sin ningún otro tipo de apoyo en el medio, no es el mejor camino. 

Por eso es que no pretendo comparar la actividad cinematográfica de provincias como Córdoba con la nuestra, sino más bien tomar ideas que se puedan aplicar aquí para gestar proyectos que se transformen en películas en el mediano plazo.

Quizá esa fuerza de organización sea la que nos esté faltando, quizás esa película compuesta de cortos podría nacer de un colectivo de realizadores con las ganas intactas de cumplir el sueño de estrenar. Tal vez ante ese impulso ya en las puertas del (los) rodaje(s) aparezca el apoyo económico que  todavía parece tímido, desconfiado, indeciso.

El INCAA aprobó el proyecto del largometraje «Ziline. Entre el mar y la montaña»

No quiero que parezca que la presentación de proyectos es en vano. Todo lo contrario creo que es uno de los grandes éxitos del año pasado. Y de hecho la semana pasada hubo buenas noticias: ocho nuevos proyectos locales se presentaron a una nueva convocatoria para desarrollo de series. También llegó la gran noticia de la aprobación del documental “Ziline entre el cielo y la montaña” (Fernando Bermúdez (El Bumbún) como director y Diego Diaz como productor) por parte del INCAA.
Pero no tengo dudas de que hay que buscar otros caminos para materializar proyectos que nos puedan poner en el mapa de la industria del cine o de las series. Que sin dudas hay que agotar todas las fuentes de financiación posible pero que tampoco el Gobierno puede dudar en brindar la inyección económica que notablemente necesita el sector para empezar a florecer.