En torno al arte contemporáneo local hay tantas incertidumbres como interrogantes. Intentaré ensayar algunas respuestas, siempre provisorias, porque considero que el concepto de arte está en permanente movimiento, no es impermeable, siempre está en relación a su contexto, tiempo y espacio.

Escribe Diana Guzmán – PUENTE ALADO


Seguro cada quién manifestará o reflexionará su posición al respecto, desde un lugar diferente.  Yo intentaré hacer lo propio desde mi lugar.

Dice Jorge Sepúlveda, -curador y crítico chileno-: la idea de arte no es homogénea, la definición de arte contemporáneo no funciona en todas partes de la misma manera, hay algunas similitudes, pero cada país, cada lugar va desarrollando sus propios modos.[1]

Es difícil resumir en una columna de opinión, lo que sucedió en siglos respecto de este tema que nos convoca; pero intentaré hacerlo lo más breve y entendible posible.

Al arte clásico, al que le vino muy bien la mimesis como belleza, como la estética que se manejó durante varios siglos, desde el siglo XV hasta mediados del siglo XIX. Que tuvo variantes en sus representaciones, pues no es lo mismo ver una obra de Leonardo o una obra de Velázquez, Rembrandt o El Greco. Que luego se continuó con el arte moderno que, por más que se debatiera entre la figuración y la abstracción, seguía la línea de representar de alguna manera la realidad, o la fantasía, o lo onírico, pero siempre posicionados desde ese lugar de la representación.

A mediados del siglo XX, y en coincidencia con la finalización de la segunda guerra mundial, se produjo una gran ruptura con la idea de “representar”.

Entonces, los artistas en esa idea de «no» representar, nos presentan propuestas estéticas-conceptuales, en donde el acento del problema está en el concepto de la obra o en la pieza artística en sí. A partir de las re-lecturas sobre las obras de Duchamp, surgieron por los años ’60 las primeras preguntas, los primeros problemas en torno al concepto del arte: ¿Esto es Arte? ¿Qué es arte y qué no lo es? y otras preguntas más, que siempre dan vueltas y se las escucha en los pasillos de las escuelas de arte, entre los círculos de artistas de diversas generaciones, en las muestras actuales.

También cabe aquí plantear conceptos como el de artes plásticas y el de artes visuales. Su diferenciación comenzó a ser problematizada en el siglo XX, con la experimentación de nuevas formas de expresión artística que se caracteriza por el predominio de lo visual-conceptual y la ausencia, o escaso, trabajo plástico de los materiales.

El término artes plásticas data del siglo XIX. Se utiliza para referirse a las disciplinas artísticas en las cuales es necesario manipular, transformar, modificar o modelar materiales como el papel, la tinta, el yeso, la arcilla, la madera, los metales o las telas, mediante un conjunto de técnicas concretas para la producción de piezas artísticas. Que atienden a un conjunto de criterios estéticos de composición, como la figura y el fondo, la proporción, el color, el movimiento o los planos, etc.

Las artes visuales amplían las posibilidades del arte fuera de sus lugares tradicionales de representación, trasladándolo a nuevos formatos y formas de expresión como: objeto, fotografía, videoarte, grafiti, arte digital, performance, instalaciones, intervenciones. Rompiendo limites o fronteras entre las disciplinas de lo plástico, expandiendo los límites de lo bidimensional a lo tridimensional.

De todas maneras, el concepto de artes visuales es tan amplio que permite abarcar desde disciplinas tradicionales como la pintura y la escultura, hasta formas más recientes de expresión relacionadas con lo digital, como mencioné en párrafo anterior.

Actualmente el artista toma elementos, se apropia de otras corrientes, movimientos e, incluso, de otras épocas, y los incorpora dentro de su trabajo resignificándolos. El artista visual tiende a moverse entre disciplinas que le son ajenas pero que pueden serle útiles para sus propósitos estéticos, de modo que se involucra en ellas desde la investigación y la experimentación. Por esto es que se sostiene que el artista también hace un trabajo intelectual.

¿Pero qué hace que una pieza u obra artística lo sea? Debe haber, a mi entender, una propuesta estética-poética que me provoque al menos una reflexión, que me inquiete, que me saque de lo común y lo cotidiano, o me lleve a eso, a lo común y lo cotidiano, que me interpele desde algún lugar.

Que me provoque pensar, no se trata de sentir solamente, o de provocar solo emociones. Hay un trabajo intelectual de parte del artista por lo tanto el público debe ser un público activo, en donde puede o no producirse una complicidad entre las partes: artista-obra; obra- público; artista-público.

Por eso es necesario muchas veces acercar el arte a un público que necesita de charlas, conversatorios, reflexiones guiadas, en torno a muestras actuales. Cuando esto ocurre el público sale con una mirada más rica en torno a estas prácticas artísticas actuales, y sale modificado, transformado, enriquecido. He aquí, si se me permite, una respuesta de para qué sirve el arte, que es otra pregunta que a menudo escucho.

[1] https://redaccion.lamula.pe/2015/06/27/jorge-sepulveda/andreshare/