Posiblemente uno de los primeros domos construidos como vivienda en la provincia, el “Bajito de la medialuna”, hogar y atelier de la artista riojana Jimena Vera Psaró en Los Molinos, se abrirá a la comunidad para alojar talleres y capacitaciones como parte del proyecto ganador del último Salón Provincial de Artes Visuales.


Una finca de duraznos en flor, rodeada por otra mayor de olivos, apareció en el camino de Jimena y Luis, su pareja, cuando buscaban dónde construir el hogar compartido. El “Bajito de la medialuna” se encuentra en Los Molinos, una localidad de más de tres siglos ubicada en el departamento Castro Barros, a poco menos de 100 kilómetros de la ciudad capital. Su nombre se debe a que ese rincón de frutales es el más bajo de la finca original, y así lo llamaban los antiguos dueños, haciendo referencia al sistema de riego por terrazas.

A Jimena, diseñadora, escritora y artista de múltiples talentos, le interesaba encontrar una consonancia entre la construcción de los espacios y el ecosistema propio del lugar, una forma de respetar a los árboles que la enamoraron en la primera visita y a la vez satisfacer su curiosidad por formas alternativas de levantar su nueva casa. Sin quitar ningún frutal y aprovechando los espacios libres, junto a Luis decidieron apostar por la construcción de un domo, una estructura semicircular que se arma con piezas triangulares de madera y luego se reviste de otros materiales que terminó dando forma al espacio de seis metros de diámetro y tres metros y medio en su punto más alto.

Mientras lo construían, los vecinos y amigos no tardaron en llegar a ver esta nueva casa redonda. “Debería tener un libro de visitas por tanta gente linda que ha pasado por ahí y que van a conocer, que siempre dejan su aporte, comparten algo. Nuestra idea es esa: más allá de que sea nuestra vivienda, nuestra casa es un lugar de circulación de arte, de cultura, de compartir”, cuenta Jimena. Algunos opinaban sobre la acústica del lugar, otros sobre la posible forma de la puerta o de una ventana, y los llegados de la ciudad salían a disfrutar del sol, de la paz y del silencio desde alguna de las hamacas que colocaron en la finca.

Con el paso del tiempo y las visitas, la pareja fue modificando su idea de domo vivienda y aceptaron el “destino natural” del espacio, que convocaba a la creatividad y el disfrute en reunión. “Lo que hicimos fue renunciar a que era una habitación y decir ‘bueno, va a ser un espacio de uso compartido porque todos queremos estar acá’”, recuerda Jimena, en línea con otras experiencias de “casas abiertas”, como “Casa Güemes”.

Gracias a esos mates y cenas compartidos, Jimena fue conociendo a la comunidad y preguntando si había interés en aprender cerámica, si vivía un ceramista cerca o si conocían algún lugar donde sacar arcilla. Su idea siempre fue socializar el proyecto de taller, con un horno de cerámica ahí mismo, y vincularse con sus vecinos. Desde el mismo origen, el domo fue testigo de una linda bienvenida: “La verdad que fue hermoso eso y yo siento también que si nació así, no hay enojos ni distancias que valgan”, dice Jimena.

Del miedo que paraliza al arte que circula

La pandemia llegó y con ella el temor a los contagios y los protocolos que impedían la circulación. Además, en muchos lugares se exacerbaron los miedos a “los de afuera” llegando a considerarlos una amenaza.

Jimena, que habla con Puente Alado desde el departamento que alquila en la Ciudad, dice que está ahí sólo de paso, y que su verdadero hogar, el que siente “casa”, es en Los Molinos. Y durante nueve meses no pudo volver. En el medio, tuvo que enfrentarse a las tensiones y violencias que se generaban en el territorio, entre algunos residentes y los no residentes: “Después de percibir mucha hostilidad, mucho desconocimiento, mucho abuso de autoridad alimentada por algunos medios de comunicación para ver al de afuera como un enemigo, pensé en cómo hacer de eso que es un espacio privado, de mi familia, un espacio abierto que ayude a reconstruir esos vínculos que nunca estuvieron del todo rotos con la comunidad, a través del arte”.

Así, como respuesta a ese aislamiento que generó tanto conflicto, al poder regresar se le opusieron la solidaridad del pueblo costeño y las tardes de encuentro. Jimena decidió generar nuevos espacios de comunicación y arte, los medios que elige desde siempre para poder expresarse.

Este año, el Salón Provincial De Artes Visuales La Rioja 2020  Territorios impulsado por la Secretaría de Culturas de la Provincia buscaba promover proyectos artísticos comunitarios que se desarrollen en un contexto territorial específico y vinculen a las artes visuales como espacios de innovación y transformación social. Era el marco ideal para las ideas de Jimena y finalmente su proyecto “Estaciones. Aula taller domo. El bajito de la medialuna” fue elegido ganador del Primer Premio.

“La propuesta es diluir la tensión generada durante el contexto de la pandemia haciendo un trabajo de proximidad en donde se vinculen los lugares de intimidad territorial con el espacio público. La mirada sobre otrx es parte de nuestra biografía, y revisando estas representaciones sociales se podrán habilitar nuevos espacios de diálogo mediante arte político y acción como herramientas para reforzar vínculos”, explica en su propuesta.

De esta manera, diluyendo el territorio entre lo público y lo privado como un espacio de encuentro, se propone “crear un tejido vincular entre artistas, artesanxs, residentes y no residentes” y “que el registro de estas acciones sostenga la memoria colectiva fuera de todo aislamiento”.

En cuatro actividades, organizadas una por estación del año, “El bajito” albergará talleres gratuitos de cerámica y cocciones comunitarias en un horno a leña en verano; un taller de fotografía a través de cianotipia -un proceso fotográfico en el que se deja al sol una mezcla de químicos para imprimir las imágenes- y muestra en el domo, en otoño; y un taller de escritura creativa y de elaboración de libro de artista y la apertura de una biblioteca privada de consulta pública de colección de libros álbum, en invierno, la época en la que la finca de duraznos está en flor. Finalmente, en primavera, la muestra “Tiempo de cosecha” dará cierre al proyecto con la exhibición de los libros de artista, fotografías y obras en cerámica producidos durante el año.

La ansiedad que impone la espera por dar comienzo al proyecto -programado para este verano- se calma con la compra de materiales y la finalización de la construcción del horno de cocción de cerámica a leña, que logrará quemar muchas piezas a la vez.

Jimena Vera Psaró durante la construcción del horno.

Con una mirada al futuro de integración turística y acción comunitaria en los pueblos de la Costa, Jimena imagina junto a la artista plástica Alejandra Bustamante, poder dar forma a una Ruta del Fuego. La intención es unir hornos a leña del estilo condor huasi para cerámica, en Capital, Sanagasta, Chuquis, Los Molinos y pronto Aimogasta, para hacer quemas comunitarias y generar un emprendimiento de venta de cerámicas realizadas con técnicas ancestrales. A esta ruta, además, se le sumará un corredor de libros entre Capital, Sanagasta, Chuquis y Los Molinos en el que las bibliotecas privadas se abren para el préstamo e intercambio de literatura.

“El bajito de la medialuna”, hecho a partir del amor, convertido en hogar de una familia ensamblada a la distancia, continuará su mutación, por “destino natural” en un sitio de encuentro y creación, como fuerte y resguardo de una historia de vínculos y tensiones de una época salvados por el arte.