Desde bailar de niña el himno nacional con total impunidad en un acto escolar a girar por Europa y Latinoamérica con el folklore, Victoria Matta no reprime sus deseos. En La Rioja, donde decidió regresar y afincarse hablamos sobre su pasión por el flamenco, la influencia del feminismo en las danzas, la idea de formar una asociación de trabajadores y cómo convivir en pandemia.
La música y la danza son para la riojana Victoria Matta un alimento diario. La música me acompaña en todos los momentos de la vida, de lo cotidiano. Esa cosa de la rítmica, como que está adentro tuyo desde el momento que te despertás y tenés un ritmo para hacer las cosas a la mañana. No hay un sólo día que no tararee una canción o que esté pensando en algo rítmico.
Victoria fue a la escuela Dante Aligheri y luego al Colegio Nacional, en el secundario. Antes hizo la primaria en el IPEI y desde chiquita aprendió danzas folklóricas con Gustavo Navarro. Desde muy chiquita bailaba sola, ponía una música y bailaba, mi abuela tocaba el piano y yo me imaginaba historias, recuerda.
A pesar de su amor por el folklore, también hizo danzas contemporáneas con Bruno Van Asche, Mario González y después danzas árabes y españolas. Ahí comenzó mi primer acercamiento a algo de la cultura española pero que no era flamenco. En paralelo, se fue formando en danzas latinoamericanas y expresión corporal con Silvia Zerbini.
Con todo ese bagaje y experiencia, Matta llegó a Buenos Aires a estudiar licenciatura en composición coreográfica con mención en expresión corporal en la Universidad Nacional de las Artes (UNA). A mí me llamaba mucho la atención la falta de comprensión musical. Aquí en La Rioja está como inconsciente la musicalidad, a la rítmica la tenemos muy presente.
Así que tal vez, contrario a lo esperado, el cambio radical para ella no fue en la danza sino en la forma de ver la vida. Me cambió la cabeza. Tenía 18 años cuando me fui a estudiar en el 2005. Esto de tener una idiosincrasia muy provinciana, esto de que las cosas son, y son así. La Universidad me ayudó a darme cuenta en qué mundo vivo, a adoptar una visión de mundo. Además compartía con gente de carreras diferentes. Empecé a militar en el centro de estudiantes y a relacionarme con la gente de teatro, de audiovisual. Son escuelas que tienen una tradición filosófica y política diferente.
Gira, gira
Tres años seguidos Victoria y su marido, Mario Martínez, de Mendoza, visitaron Europa para bailar. Se conocieron bailando en un grupo. Mario hizo la carrera de folklore, también en la UNA. Participaban en el grupo Pataspila, donde hicieron obras de danza folklórica y danzas latinoamericanas, para chicos. Él es malambista. Ganaron Cosquín y los invitaron a Bolivia. A partir de ahí formaron un grupo y comenzaron a viajar. Fuimos a Brasil, Chile y Colombia y también giramos por Argentina. Ese fue el inicio de cumplir un sueño: viajar con la danza. En el 2015 estuve en España tomando clases de flamenco y había dado unas clases de danzas. Quería un poco repetir la experiencia.
En el 2017 sale otra oportunidad con Josho González y un par de amigas. Nos fuimos a Alemania por 15 días.
Fue una aventura. Nuestra amiga consiguió fondos para pagarnos los pasajes y armamos un festival de folklore. Pero fue todo una locura. Los chicos de allá no tenían idea ni de folklore ni de dónde buscar la gente. Pero terminó siendo buenísimo. Hicimos empanadas. Llevamos un pequeño espectáculo y dimos clases. Ahí conocimos a personas interesadas en aprender folklore, así que se armó toda una movida.
Al año siguiente, 2018, volvieron solos a Alemania, Suiza, España, Austria, Turquía y Grecia, y al 2019 lo coronaron trabajando en Rusia y Ucrania.
La vitalidad de las tradiciones en Argentina hace la gran diferencia. Y en ese sentido Victoria cree que prende tanto lo nuestro porque ellos con tantas guerras y tantas cosas feas que han vivido han perdido el folklore. Salvo Suiza que tiene lugares donde conservan las tradiciones. No es algo que está vivo como acá que decís, bueno esta noche me voy a una peña o a una milonga.
La Rioja, la pandemia y el flamenco
Victoria llegó a La Rioja en marzo, justo para pasar la pandemia, aunque ya con planes de afincarse. Tenía muchos proyectos, de dar clases, traer músicos y bailarines de flamencos. Ante el cambio de planes por el contexto mundial y la forma de relacionarse con el arte, intenta adaptarse. El flamenco es un arte solista, si bien trabajas después con los músicos, la cuestión creativa, qué voy a bailar, etcétera, el momento de la composición y la creación es en soledad. Luego cuando lo trabajas en grupo van surgiendo otras cosas que suceden en el momento. Es con los otros, trabajas con la corporalidad de los otros y lo que te pasa a vos. A veces vas con una idea y luego eso se transforma.
Las pantallas son un mundo aparte. Estoy dando una clase virtual de flamenco en La Rioja y me escribió también una chica de Buenos Aires. Es un desafío, lo que uno piensa en una clase cuerpo a cuerpo no es lo mismo con la pantalla, se vuelve quizás muy imitativo. Si bien la explicación está, no es lo mismo. Hay una intervención del cuerpo de la otra persona que también interviene en el proceso pedagógico. No es solo seguime, copiame y yo te veo por la pantalla.
El hecho de tener madre y padre músicos, Viviana Bognar y Camilo Matta, influyeron en su formación. Ellos siempre escucharon de todo. Desde jazz, música de la India, música clásica, folclore, tango. De hecho el flamenco lo conocí porque mi papá se fue de gira a España y trajo un cassette. Y a mí me pasó algo re zarpado con esa música, no sé si me gustaba en ese momento, pero me pasó algo muy loco.
Victoria baila aunque esté sentada. Me cuesta no bailar. Soy de las que bailan en la silla y seguramente molesto a los que están atrás. Cuando fui a ver al Chango Sapziuk en el CCK todo el mundo sentado y yo moviéndome. Me acuerdo cuando tenía tres años, aún no iba ni al jardín, había un acto del Colegio en el Club Riojano y sonó el Himno Nacional. Me fui corriendo al escenario y me puse a bailar, feliz, vestida de flor. Mi mamá no sabía qué hacer. Para mí eso era una música.
Amor a primera vista
El cassette de flamenco cambió muchas cosas. Algo quedó resonando en Victoria. En el 20015 viajó a Barcelona y continuó con su formación. Me di cuenta que en Argentina tenemos un nivel de flamenco alto. El maestro que nos daba clases decía que después de España el otro lugar donde había buen flamenco era Argentina.
Victoria estudió en Buenos Aires con distintos profesores. Y hace cinco años iniciaron con amigos el ciclo Encuentro flamencos. Hay muchos tablaos fijos en Argentina. Pero el viaje a Barcelona fue como ir a Rusia, tomar vodka y decir: ¡Ah, esto es vodka! Creo que lo que más absorbí allá es el aire, caminar, ver a la gente bailar y tener también otras vivencias. En flamenco tenés a Rocío Molina, Israel Galván que son bailaores. Que llevaron el flamenco a un nivel de conceptualidad y de exquisitez a la hora del baile que no tiene nada que ver con la señora que está moviendo la cadera, que es otra cosa.
A ella siempre le gustó zapatear. Y culturalmente eso no era común acá. Ahora en Argentina está de moda el malambo femenino, por ejemplo. Cuando yo era chica aprendí algunas mudanzas de zapateo pero que en esa época no era común que una chica zapatee. Entonces cuando descubrí el flamenco dije «chau, esto es lo mío». Es sensual, es rítmico, es expresivo. Tiene un montón de cosas que a mí me atrae. Es súper musical, tenés que estar entendiendo qué está pasando. Tenés que tener una relación con el músico o con el cantaor.
Y con el flamenco, ella también tiende puentes con lo propio. Mientras golpea las manos Victoria dice que la cueca podría ser una burlería perfectamente, tenemos muchas cosas en común. La chacarera en cuanto a la rítmica y a la posibilidad de juego, no la chacarera encorsetada. Esta idea de que es como un pedal sobre el que podes ir jugando sobre ese ritmo. Nosotros tenemos una herencia andaluza, no solamente española. Porque España también es una construcción política e ideológica pero la componen un montón de pueblos y de culturas muy diferentes. Eso, me resuena mucho. Siempre tengo ganas de hacer una obra que trabaje las rítmicas del flamenco y el folclore.
El flamenco, de origen andaluz, influido también por moroso y judíos, encontraron en los gitanos no sólo intérpretes y creadores sino sus principales conservadores, explica Victoria. Los gitanos fueron un pueblo perseguido y caracterizado también por eso, por estar en los márgenes, por no adaptarse al sistema. En Buenos Aires la mayoría de los músicos que acompañan a los bailaores son gitanos. Pero ahora hay cada vez más payos como ellos llaman a los que no somos gitanos, que se dedican profesionalmente al flamenco en el canto y el baile.
Influencia del feminismo
La cultura que sostiene el flamenco tiene una matriz patriarcal muy fuerte, explica la artista riojana. No puedo decir todas las comunidades gitanas, pero en Argentina, es fuerte. Por ejemplo hay una mujer que canta flamenco con el marido y el hijo, que es una grosa. Pero en general las chicas jóvenes no salen si no es con la madre, se casan muy jovencitas, a los 15, 16 años. Bailan en las fiestas en las casas. Por eso es difícil el contacto. Yo he tenido peleas directamente con músicos porque son muy machistas. La mina es un objeto y en mi caso encima paya. Aunque claro que tampoco son todos. Y cuando los escuchas cantar y bailar te das cuenta que hay algo indiscutible que llevan en la sangre, que lo viven todo el tiempo. Y por algo son la fuente del que se ha nutrido todo el flamenco moderno.
La formación universitaria fue clave en él cambio de su mirada. Yo estudié expresión corporal que tiene una postura sobre el cuerpo, el arte, que tiene una visión integradora, de abrazar la diferencia. En ese sentido me encontré con un montón de mujeres y amigas en la UNA. Pude conocer realidades muy diferentes, de mujeres de edades y procedencias diferentes que me acercó mucho y me hizo entender de qué se trataba el feminismo. Yo venía de acá, hace 15 años no se hablaba de feminismo cerca de mi entorno.
Reconoce que tanto en el ámbito del flamenco como en el folclore el machismo está muy presente. Me pasó. Yo trabajaba en un teatro como asistente de dirección para una obra de flamenco y recibí maltrato de los tipos porque sí. Y en el folclore obvio que también pasa. Tuve agarradas. Igual trato de pelear el espacio. Toda persona tiene derecho a ser escuchada porque es persona, porque tiene una postura. El maltrato de donde venga me jode.
Las luchas feministas van dejando su legado incluso en donde el machismo está más arraigado. Victoria recuerda que incluso en el tango hay un movimiento feminista muy grande. Y está buenísimo porque es uno de los ámbitos donde mayor violencia machista se ha vivido. Incluso hace años armaron un protocolo para que si te sentís violentada en una milonga lo puedas expresar. En el folklore la pareja va más suelta.
En las peñas también hubo cambios. Organizábamos con unos amigos, como resistencia al gobierno macrista, la Peña Barricada, en el 2014. Ya estaba Macri en la ciudad hace rato. Se armó con Susi Shock, Sole Penelas, Caro Bonillo que eran lxs músicxs, y nos convocaron para que formáramos la parte de la danza. Y era una peña feminista, donde integrábamos todas las subjetividades. La sostuvimos durante tres años. Actuábamos en el teatro El Mandril. Después el macrismo nos pasó por arriba. Era muy interesante ver cómo reaccionaba la gente que iba a esa peña. Se animaban a experimentar, a hacer otras cosas.
Desde la danza Victoria comenzó a vivir más profundo este proceso, incluso en las clases. Ponías dos changos a bailar y se empezaban a cargar. Yo les decía: se miran, si se gustan no pasa nada, y si no se gustan, tampoco pasa nada. ¿Por qué las chicas podemos bailar juntas y ustedes no pueden? Voy a dar una clase y la voy a dar sin parámetros sexistas ni machistas y está buenísimo. Pensar en cómo integrar eso, es una transformación muy linda y colectiva. La misma ley nacional de folklore genera todo una diferencia respecto a la perspectiva de género. Muchos queremos que se trabaje desde un lugar más abierto.
Y esa amplitud llega, aunque muchos aún se resistan. Las mujeres malambistas, ya son una realidad. Aunque al malambo femenino todavía lo enseñan los hombres, creo que lo que se viene es que las mujeres enseñen a mujeres bailar malambo. Que haya una creación desde una perspectiva femenina.
La unión hace la fuerza
La Rioja también fue cambiando y eso Victoria lo percibe. Hay muchas academias y trabajadores de la danza. También hubo cambios gracias a las luchas feministas y todo lo que pasó en la universidad, cambió mucho la idea de los supuestos, de que esto es así y no tiene solución. Tengo la sensación que estoy frente a pares y a gente más chica que yo que cuestiona. Yo no viví eso cuando era adolescente. No nos cuestionábamos. Así que eso me hace mucha ilusión. Haber llegado a La Rioja en plena pandemia y conectarme con gente que les interesan las mismas cosas es hermoso.
Y en plena cuarentena también decidieron comenzar a concretar una idea que les ronda hace tiempo: armar una asociación de bailarines, coreógrafos y profesores de danza. Que no haya donde trabajar, que las academias no abran, que haya que pagar un alquiler, los terminó de decidir. Organización de trabajadores unidos por la danza (OTUR). La idea es que nos podamos nuclear desde distintas áreas de la danza para tener una asociación y un sindicato. Es de las actividades artísticas más precarizadas.
Tienen muchas limitaciones. No cuentan con obra social ni con un régimen que regule su trabajo. No hay criterios para determinar o categorizarlo, cuánto se paga una coreografía, cuántas horas de ensayo, están en la informalidad. La idea es, concluye Victoria, empezar a reconocernos entre nosotros como trabajadores, y que tenga una llegada hacia el interior del movimiento. Somos un sector que mueve la economía. No es que no importamos nada, ni a nadie. La cantidad de gente que se mueve alrededor de la danza es muy grande.